Reino, política y misión. Alberto Roldán
de la Iglesia es el tiempo que separa la batalla que ya ha sido decisiva para el resultado de la guerra y el “Victory Day”. Para el que no se da claramente cuenta de esta tensión, el Nuevo Testamento entero es un libro sellado con siete sellos, porque es la condición implícita de todas sus afirmaciones. Ésta es la única dialéctica y el único dualismo que hay en el Nuevo Testamento. No es una dialéctica entre aquí abajo y más allá, ni entre el tiempo y la eternidad, sino entre el presente y el porvenir37.
Como se verá más adelante, el concepto del “ya pero todavía no” del reino de Dios, acuñado por Cullmann, ejerció un influjo importante en la teología latinoamericana. Pese a ello, no ha carecido de críticas, particularmente, por parte de Jürgen Moltmann, quien sintetiza la idea central de Cullmann en el sentido de que “su tesis es que la historia de la salvación determina el tiempo, de modo que la continuación del tiempo no destruye la esperanza escatológica”38. Pese a ello, le formula tres críticas puntuales: primero, si el tiempo entre la batalla decisiva y el día V es tan extenso, hace surgir una justificable duda en cuanto a lo decisivo de esa batalla; segundo, la noción del tiempo lineal no es un hecho bíblico, como Cullmann sostiene. Se trata, más bien, de un concepto científico moderno que podría rastrearse en la Física de Aristóteles, pues es imposible cuantificar el tiempo en términos de la historia de la salvación, y, tercero, “una teología de la salvación que está basada en un ‘plan redentor’ preprogramado por Dios, es teología del Iluminismo. No es otra cosa que deísmo histórico”39.
Paul Tillich. Analizamos ahora el pensamiento teológico de Paul Tillich sobre el reino de Dios40. Tillich comienza el abordaje de la relación entre el ser humano y la historia recordando el sentido del término griego: historia. Primariamente, ese vocablo significaba inquirir, informar, reportar y luego, secundariamente, los eventos investigados e informados. Para Tillich, es importante destacar la conciencia histórica que se expresa en una tradición; por ejemplo, un juego de memorias de generación en generación. “La tradición no es una colección casual de eventos recordados, sino la recolección de aquellos eventos que han ganado significado por los que trajeron y recibieron la tradición”41. La importancia de la conciencia histórica, radica en lo que un grupo determina lo que debe considerarse como un evento histórico. De ese modo, según Tillich, las cosas que ocurren son elevadas a un significado histórico a través de medios que transforman esos acontecimientos en símbolos de la vida. “La tradición une los informes [reports] históricos con interpretaciones simbólicas”42. En todas las formas de la tradición, resulta imposible separar el acontecimiento histórico de su interpretación simbólica. Este hecho es tomado en cuenta en los registros bíblicos, tal como Tillich expone en el tercer volumen de su teología sistemática. Uno de los problemas que señala Tillich se relaciona con una cuestión subjetiva: cómo elegir un objeto de la historia. Esto se realiza dependiendo de la evaluación de su importancia para establecer la vida de un grupo histórico. Entonces, elabora un axioma:
Todo escrito histórico depende tanto de los acontecimientos reales como de su recepción por una conciencia histórica concreta. No hay historia sin acontecimientos fácticos, y no hay historia sin la recepción e interpretación de los acontecimientos fácticos por la conciencia histórica43.
A partir de estos conceptos iniciales, que sirven como preámbulo a su exposición, Tillich luego indica el propósito de su exposición, que consiste en “discutir los símbolos en los cuales el cristianismo ha expresado su respuesta a la cuestión del significado de la existencia histórica”44. Para que no queden dudas de su perspectiva “existencialista”, Tillich agrega que, aun el más objetivo erudito [scholar] “está existencialmente determinado por la tradición cristiana, interpreta los eventos históricos a la luz de su tradición, por más inconsciente e indirecta que esa influencia pueda ser”45.
Luego, Tillich se refiere a la dimensión histórica a la luz de la historia humana, afirmando que la historia humana siempre es una unión de dos elementos: el objetivo y el subjetivo. En un lenguaje cercano a Hegel, dice: “La dirección horizontal bajo la dimensión del espíritu [spirit] tiene el carácter de intención y propósito”46. En una breve referencia a la polaridad “libertad” y “destino”, Tillich dice que el ser humano trasciende su propia situación, al usar su libertad. No obstante, se trata de una propia trascendencia que no es absoluta, pese a lo cual es capaz de producir algo cualitativamente nuevo. En la categoría de lo “nuevo”, hay una distinción que el autor hace al comparar, por un lado, las realizaciones en el campo de la naturaleza, como la producción de nuevas especies en un proceso evolutivo o el descubrimiento de nuevas constelaciones en el universo, y, por otro, lo “nuevo con relación a la historia. En este último caso, lo “nuevo” está relacionado “esencialmente a significados y valores”47.
¿Cuándo un evento histórico es significativo? Tillich propone que lo es cuando representa un momento dentro del movimiento histórico hacia el fin. Los eventos históricos son significativos por tres motivos: representan las potenciales esenciales de lo humano, muestran esas potencialidades realizadas en un sentido único y representan momentos en el desarrollo hacia el blanco [aim] de la historia.
Pasamos ahora a analizar el significado del reino de Dios para Tillich. En primer lugar, fiel a su enfoque existencial y filosófico, que privilegia el lenguaje simbólico en la religión, Tillich dice que el reino de Dios es el símbolo que “significa que ‘Reino’ incluye la vida en todos los ámbitos [realms], o cada cosa que participa en la lucha hacia el objetivo interno de la historia: el cumplimiento o la sublimación última”48. Para Tillich, el reino de Dios es la respuesta a la cuestión planteada: el significado de la historia. El Reino implica un doble carácter: intrahistórico y transhistórico. En su primera faceta, participa de las dinámicas de la historia. En su carácter transhistórico, el Reino “responde las preguntas implicadas en las ambigüedades de las dinámicas de la historia”49. Tillich lamenta que el símbolo del Reino haya perdido fuerza a través de un énfasis sacramental de las iglesias católicas, el evangelio social y algunas formas de socialismo religioso. Pero todavía cree que es posible rescatar su poder simbólico, tarea a la que se dedica. Esa reinstalación del Reino como símbolo viviente, puede proceder del encuentro del cristianismo con las religiones asiáticas, especialmente el budismo, aunque es consciente de que difícilmente este acepte el símbolo del reino de Dios en un modo semejante al sentido original. No obstante, Tillich cree que no hay otro símbolo del cristianismo que pueda ser útil para apuntar a la fuente última de las diferencias, especialmente cuando es contrastado con el símbolo del Nirvana.
El reino de Dios posee cuatro características: política, social, personal y universal. Procederemos a comentar las dos primeras, que nos parecen más relevantes:
a. La primera connotación de esa expresión es política. “Esto armoniza con la esfera […] predominantemente política en las dinámicas de la historia”50. El reino de Dios tiene un desarrollo como símbolo a través del Antiguo Testamento. Originalmente, implica que Dios reina asumiendo el poder de control sobre todas las naciones y derrotando a los enemigos de Israel. En el judaísmo tardío y el Nuevo Testamento, esa esfera de acción del gobierno divino llega a ser más importante, ya que implica la transformación