Reino, política y misión. Alberto Roldán
política”51.
b. La segunda característica del reino de Dios es social. Esta característica incluye, especialmente, los valores de la paz y la justicia. En una referencia al elemento utópico del Reino, Tillich dice que este símbolo cumple con la expectativa utópica del reino de paz y justicia y que la adición “de Dios” acentúa la imposibilidad de que un cumplimiento terreno sea implícitamente reconocido. Casi como nota adicional, Tillich vincula la santidad con la justicia: “no hay santidad sin que lo santo deba ser el imperativo moral incondicional de justicia”52. Este es un punto que Tillich trata en otro libro (Moralidad y algo más), en el cual critica la tendencia a subrayar el elemento intimista de los enfoques de la caridad que, de alguna manera, desplazan la lucha por la justicia. Dice Tillich:
Es lamentable que el cristianismo haya tan a menudo ocultado su falta de voluntad para hacer justicia, o su no disposición para luchar por ella, oponiendo la justicia y el amor y realizando obras de amor, en el sentido de la “caridad”, en lugar de luchar por la eliminación de la injusticia social53.
En síntesis: el aporte de Tillich a la teología del Reino consiste en la vinculación que establece entre el Reino, la historia y la justicia, carácter este último imposible de materializar sin la mediación política.
Wolfhart Pannenberg. Este teólogo luterano es una de las figuras más importantes en el campo de los estudios sistemáticos. Ha reflexionado sobre la importancia del reino de Dios de un modo que es imposible soslayar. Está inscrito dentro de una “teología de la historia”, la cual, de alguna manera, es una continuación de la escuela inaugurada por Oscar Cullmann. Su principal énfasis radica en la “revelación en la historia” como un evento universal, abierto a todos; Pannenberg vincula el reino de Dios con la escatología y la iglesia54. En Teología y reino de Dios, Pannenberg resalta la importancia que el tema tiene en el mensaje de Jesús y la disminución de su centralidad en la teología a mediados del siglo XX. Como contenido central, el reino de Dios se encuentra en Kant, Schleiermacher, Abrecht Ritschl, Jonathan Edwards y el Social Gospel, que ya hemos analizado. Pero agrega: “La idea del reino de Dios no se desvanece propiamente hasta la dogmática de los últimos decenios”55. Pannenberg entiende que desde Kant hasta Ritschl, dominó la idea ética del Reino que lo entendía como producto de la acción humana. Posteriormente, se pasó de una interpretación ética a una comprensión escatológica del Reino. Ello, pese a que en la teología dialéctica, expresada por Bultmann y Barth, lo “escatológico” recuperaba su posición central, pero enmarcada en una visión antropológica-existencial y, en consecuencia, desprendida de su sentido temporal. “Se prescindió de que en el mensaje de Jesús la idea del reino de Dios designaba un futuro bien concreto”56. Pannenberg insta a recuperar el sentido histórico del Reino como una realidad presente hoy, para tornarlo relevante en problemas que hoy acucian a la teología: el problema de Dios, la relación entre la comprensión cristiana del mundo y las ciencias naturales, y la relación entre la iglesia y la sociedad.
Con referencia a las relaciones entre el Reino y la iglesia, Pannenberg distingue ambas realidades definiendo: “El reino de Dios es mayor que la iglesia y ésta tiene su función específica y su importancia sólo en la ordenación al reino de Dios”57. La concepción del reino de Dios en la historia de Israel tomó un cariz político y de él se esperaba la realización del Shalom y la justicia plena. “Nunca se habla en este contexto del templo o de la iglesia. Es absolutamente posible representarse el reino de Dios entre los hombres sin una institución religiosa”58. Pannenberg observa la tendencia, equívoca, en la historia de la cristiandad, de identificar la iglesia con el Reino, concibiendo el “reino de Cristo” como preparatorio para el reino pleno de Dios. Pero la crítica más aguda de Pannenberg se relaciona con el hecho de que los signos del Reino no siempre se han dado en la iglesia, sino, muchas veces, fuera de ella y hasta en contra de ella. Dice:
La iglesia no es siempre el único lugar donde acontecen estos signos. Más aún, con frecuencia han acontecido y acontecen en oposición a la iglesia. Precisamente, cuando la iglesia se ha considerado a sí misma como la forma presente del reinado de Dios, las huellas del reino de Dios en la historia han quedado frecuentemente marcadas fuera del ámbito de la iglesia y, no pocas veces, contra la resistencia de la misma59.
El reino de Dios apunta a una realidad concreta de amor, justicia y derecho. Está llamado a ejercer una influencia en las instituciones sociales y políticas. La dimensión política es la que suscita la pregunta insoslayable: ¿el reino de Dios se identifica con alguna forma política determinada, sea monarquía, democracia o socialismo? La respuesta es negativa, porque el reino de Dios no ha tomado forma concreta en ningún tipo de Estado, ya que ninguna forma social y política es definitiva y perfecta. En una referencia más específica al marxismo, Pannenberg admite que su explicación de la permanencia de las religiones es correcta en el sentido de que han de persistir mientras no se haya realizado la forma definitiva de la vida social. Pero el marxismo incurre en un error, que para Pannenberg consiste “en la ilusión de que la sociedad verdaderamente humana pueda ser realizada definitivamente por los hombres y, ciertamente, en un proceso relativamente corto”60. Esta crítica a la visión marxista, realizada en una época de cierto esplendor, no es obstáculo para que Pannenberg también señale el de la propia iglesia, visión que consiste en el repliegue y la retirada de la sociedad, aduciendo que la sociedad secular nunca podrá alcanzar los fines superiores que porta la iglesia. Esto es fuertemente criticado por Pannenberg, en el sentido de que la retirada de la sociedad también implica una función social. Y agrega: “Las iglesias que afirman que están totalmente ocupadas con las tareas, en este sentido, ‘espirituales’ y que se mantienen alejadas, por esto, de todos los problemas políticos, son, en realidad, verdaderos bastiones de la defensa de lo establecido”61.
Tomando en cuenta estos presupuestos teológicos, ¿cuál es entonces la función de la iglesia en su relación con la sociedad y el reino de Dios? Siendo una institución provisoria, tiene el deber de adentrarse en la vida social y política existentes y juzgarlas a la luz del Reino venidero. A modo de propuesta programática, dice Pannenberg:
La existencia de la iglesia, como una institución particular en el marco de la sociedad actual, está justificada en la medida [en] que cumpla su función crítica y constructiva de iluminar a la sociedad en su marcha hacia el cumplimiento de su determinación en el reino de Dios62.
En síntesis: la perspectiva teológica del reino de Dios elaborada por Pannenberg ofrece ciertas notas particulares que es menester subrayar. En primer lugar, realiza un esfuerzo por volver a situar el tema del reino de Dios en las consideraciones teológicas de la segunda parte del siglo XX al advertir cómo ese tema tan central en Jesús y su mensaje, quedó desdibujado por la tendencia ética expresada en la teología liberal. En segundo término, distingue adecuadamente entre el Reino y la iglesia, definiendo a esta última como una realidad temporal y provisoria. En tercer lugar, fiel a su búsqueda de una teología en la historia, señala ese escenario en el que se despliega la revelación del futuro de Dios expresado en el Reino futuro que, desde esa dimensión, debe iluminar el presente. En cuarto término, su visión es realista, ya que no ve posibilidad de neutralidad por parte de la iglesia en las zonas sociales y políticas en las que le toca vivir dando testimonio del Reino. En quinto lugar, la misión de la iglesia, a la luz del Reino, consiste en criticar e iluminar a la sociedad toda en su