Manifiesto para la sociedad futura. Daniel Ramírez

Manifiesto para la sociedad futura - Daniel Ramírez


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y preparar la sociedad futura que deseamos.

      Finalmente, la cuestión del nombre no es la más importante en las ideas, aunque tiene su rol en la difusión de ellas. Todo nombre tiene sus defectos, porque no se puede nombrar correctamente un ideal. Por ello lo mejor es explicitar su contenido de la manera más sintética posible y es la razón, una vez más, de haber escogido la forma de un manifiesto, que por cierto tampoco está exenta de problemas, pero presenta la ventaja de la claridad. Una serie de puntos serán así enunciados, una cierta concepción de la libertad, la ecología, la profundización de la democracia, la no reducción del ser humano a la esfera económico-material, el feminismo, la horizontalidad, la igualdad y la cooperación en vez de la competencia, el principio de inapropiabilidad y los comunes, el pluralismo y las identidades culturales, el cosmopolitismo, pacifismo y una nueva globalización, y finalmente la política de civilización, horizonte de la realización humana y la trascendencia. Esos puntos serán luego desarrollados en los capítulos, aunque sin duda no todos con exhaustividad ni con la misma extensión ni profundidad, tarea que resultaría excesiva para nuestras capacidades y para el objeto de esta publicación.

       Manifiesto

      Diez puntos indispensables para pensar la sociedad transocialista

      

      1) La libertad es el principio fundamental de todo el edificio social. Ningún sistema que prive a los seres humanos de libertad es aceptable, sean cuales sean las justificaciones. Pero la libertad debe ser entendida no solo como “libertad negativa”, ausencia de coacción y de impedimentos a la acción deseada, sino de manera sustancial y positiva, libertad reflexiva o autonomía, como libertad efectiva de acción, posibilidad de transformar la realidad, de elegir y practicar modos de vivir, de asociarse y de emprender, individual y socialmente, de amar y de relacionarse como se quiera; libertad de pensar y de expresar ideas, de crear y realizarse en el mundo.

      Todo ello debe concretizarse en la participación efectiva de los ciudadanos en el quehacer político. Somos libres principalmente en la sociedad humana, que es la proyección colectiva de la libertad. Así, el concepto de “libertad social”, basado en las interacciones y la capacidad de obrar conjuntamente, la libertad que no se realiza más que con los demás, debe poder completar las ideas clásicas sobre la libertad. Ello supone que las diversas instancias de la sociedad no comprometan esta libertad sustancial en favor de poderes despóticos, burocracias tecnócratas o intereses privados, y que tampoco obstaculicen la capacidad de acción y de organización de los ciudadanos ni la independencia de la prensa. La libertad verdadera, que es el sentido mismo de la vida humana, requiere el cultivo, conservación, profundización e intensificación de la dimensión política de la vida, aquello que nuestras existencias construyen en común.

      2) La sociedad futura será decididamente ecológica. Una nueva idea de la política y de humanidad misma deberá situar los conocimientos, la conciencia, la sensibilidad y las prácticas ecológicas muy cerca de su centro. La especie humana organizada en sociedades no debe entenderse como opuesta a la naturaleza ni situarse frente a ella en una relación de conquista y dominación, que en general se continúa en las relaciones de dominación del hombre por el hombre, de la mujer por el hombre. Debemos dar un impulso decisivo a la transformación de la sociedad y a la invención de una economía viable y una manera de habitar, asumiendo nuestra responsabilidad respecto a la vida en la Tierra en su conjunto y ante las generaciones futuras. Ello implica abandonar claramente la ilusión del crecimiento material cuantitativo ilimitado. Se trata de dar lugar a un progreso cualitativo de la existencia y las relaciones humanas, así como del conjunto de interacciones que constituye nuestro “mundo de la vida”. Es necesario crear y desarrollar nuevas formulaciones filosóficas del ser y del actuar humanos en el marco de una ética de la Tierra, basada en el respeto y reconocimiento de los valores intrínsecos de los seres sensibles, las especies, los ecosistemas, que cohabitan y se despliegan en infinitas interacciones en la biosfera del planeta, considerado este último no como una reserva de “recursos” a nuestra disposición, sino como nuestra morada común, en el seno de la comunidad de los seres vivientes. La ecología no debe limitarse a producir anuncios catastrofistas, que no se traducen en cambios significativos, ni tampoco a negociar ciertas políticas de evitación de la polución y de uso razonable de recursos. Una ecología de la realización humana, positiva y gozosa, una gaya ecología, debe reconstruir la sociedad humana desde el deseo, desde la felicidad de construir una relación sana y armoniosa con el medio vital y con el mundo no humano.

      3) El transocialismo es radicalmente democrático. El concepto mismo de “poder político” pertenece al pasado. La política no debe centrarse en la adquisición y la lucha por conservar el poder, si por esto se entiende la capacidad de algunos individuos de comandar e imponer su voluntad sobre otros, sino en la creación y administración conjunta de instituciones justas. Estas deben cristalizar el tipo de organización de los individuos, los grupos y la sociedad que convenga al mayor número, y ser decididas en asambleas igualitarias, mediante la participación, deliberación y compromiso de los ciudadanos, con el fin de asegurar la libertad y las oportunidades de realización de cada cual. La expresión “la voluntad general” no debe seguir siendo una abstracción engañosa que legitima en realidad la voluntad de unos pocos. Los cargos políticos no son posiciones de mando; la representación democrática no consiste en elegir jefes, sino en depositar su propio poder temporalmente en delegados que verdaderamente re-presentan nuestra sensibilidad y nuestros deseos cuando nuestra presencia física o comunicacional en alguna decisión no es posible.

      Por ello, la democracia representativa debe ser sustancialmente completada por instancias participativas, deliberativas y vinculantes, administraciones colegiadas y rotativas, procurando el empoderamiento efectivo de la población, la experimentación de nuevos métodos de elección y designación de representantes y funciones, como el sorteo, dando lugar a una vasta invención política. La democracia sigue siendo un ideal de futuro y debemos asumir que aún está en construcción.

      4) La economía debe estar al servicio de la vida humana, de la libertad y de la felicidad compartida de los ciudadanos y no al revés: los humanos no deben servir a la economía (en realidad, lo que en general se sirve es a las grandes fortunas). La vida y la actividad en la sociedad no deben estar centradas principalmente en el trabajo productivo ni los intercambios regidos mayoritariamente por el mercado. La nueva concepción de la vida en común deberá considerar que el ser humano no es solo ni principalmente un “homo œconomicus”; el fin último de la vida humana no es la adquisición y posesión de bienes materiales. La producción y la distribución de bienes y servicios debe estar siempre totalmente vinculada a la realización personal y al bienestar de quienes los producen y de quienes los reciben, y no servir al enriquecimiento desmesurado de nadie.

      El aumento de la productividad del trabajo en el último siglo y aún más en las últimas décadas, debido a los avances tecnológicos, ha sido inmenso. Es evidente que necesitamos trabajar muchas menos horas a la semana que en el pasado. Pero esa ganancia extraordinaria de productividad no se ha traducido en absoluto en ganancia de tiempo libre para las personas. Seguimos trabajando obsesivamente para satisfacer las exigencias cada vez más difíciles del omnipresente mercado y del crecimiento de la economía productivista y consumista, sometida a la presión irracional de la competencia.

       Por ello, es indispensable que el mercado no gobierne todas las esferas de la vida humana; cuando el mercado se introduce en un máximo de actividades y situaciones de la vida, muchos valores se pierden o se corrompen.

      El ser humano no necesita ser rico, sino humano. Y feliz; las personas deben poder tener tiempo y medios para realizar un máximo de actividades significativas, relacionales, cognitivas, culturales, artísticas, de ayuda mutua y espirituales, y poder cultivar un máximo de vivencias e interacciones profundas con personas que comparten valores


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