La escala. T L Swan

La escala - T L Swan


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que es el Riccardo de los cojones —espeta Aaron emocionado. Le da un lingotazo a su bebida—. No puedo con esta historia. No me digas que te lo zumbaste y te pasó una ETS porque no lo podré superar.

      —Era Jameson Miles.

      A Molly por poco se le salen los ojos de las órbitas.

      —¡¿Cómo?!

      —Es broma, ¿no? —pregunta Aaron, que ahoga un grito. Se le sube la bebida por la nariz y le da un ataque de tos.

      Ambos me miran con los ojos muy abiertos.

      —Cuando fui a su despacho durante la visita, echó a Lindsey para quedarse a solas conmigo.

      Molly niega con la cabeza.

      —¿Lo dices en serio?

      Asiento.

      —Me he quedado sin palabras —susurra.

      —Ya ves. Madre mía, esto es de locos —dice Aaron mientras le da golpecitos en el brazo a Molly con entusiasmo—. ¿Y qué ha pasado?

      —Me ha invitado a cenar.

      —¡Qué cojones! —grita Molly bastante fuerte.

      —Shhh —susurro, y miro a nuestro alrededor—. Baja la voz.

      —Pero ¿vais en serio? —pregunta.

      —Le he dicho que no.

      —¡¿Cómo?! —grita ahora Aaron.

      —Que bajéis la voz —exijo—. No puedo salir con él. Tengo novio.

      —Tu novio es imbécil. Tú misma lo dijiste —balbucea Molly.

      —Lo sé, pero yo no soy así. Nunca le pondría los cuernos a nadie.

      Aaron niega con la cabeza.

      —Yo por Jameson Miles haría lo que él quisiera.

      —¿Verdad que sí? —conviene Molly—. ¿Y qué ha pasado hoy?

      —Me ha llevado a su despacho y me ha acusado de dejarme tirar los tejos en horario laboral.

      Se les desencaja la mandíbula.

      —Y… —Hago una pausa. No creo que deba decirles que nos vigila. Eso me lo reservaré para mí.

      Saco su tarjeta del monedero y la pongo en la mesa. Molly la coge y la mira.

      —Hasta su nombre es sexy —dice, y luego lee en voz alta—: Jameson Miles. Miles Media. 212-639-8999.

      —Le dije que no podía tener todo lo que deseara, y él dijo que sí, y acto seguido me lamió el cuello —digo sin pensar.

      —¡¿Que te lamió el cuello?! —chilla Aaron—. Por el amor de Dios —jadea, y empieza a abanicarse con el menú—. Dime que vas a salir con él esta noche.

      —No —respondo y me encojo de hombros—. No puedo. Además, es la forma más rápida de que me echen.

      —Ningún trabajo vale tanto —me suelta Aaron—. No lo rechazaría ni por ser el puto presidente.

      Nos da la risa tonta a todos, y entonces me empieza a vibrar el móvil.

      —La madre que me parió —susurra Molly mientras mira mi móvil—. Es él.

      —¿Qué? —tartamudeo al ver el número que ilumina la pantalla.

      Molly sostiene en alto la tarjeta de presentación y comparamos los dígitos.

      —No me lo puedo creer, es él.

      Abro un montón los ojos. Mierda.

      Capítulo 5

      —Contesta, contesta —grita Aaron.

      —¿Qué hago? —digo. Las manos me tiemblan de los nervios.

      —Contesta, venga —me insta Molly mientras coge el móvil.

      —No contestes —tartamudeo mientras intento quitárselo. Ella lo mueve de un lado al otro.

      —Venga, va, contesta —me apremia.

      Se lo arrebato de las manos y lo observo mientras vibra.

      —No voy a contestar.

      Aaron me quita el teléfono y contesta por mí.

      —Hola —dice, poniendo voz de chica, y me lo pasa.

      —¿Qué haces? —exclamo articulando solo con los labios.

      —Hola, Emily —susurra Jameson con voz de terciopelo.

      Abro un montón los ojos al ver las caras de asombro de mis amigos. Aaron se santigua como si estuviera en la iglesia y hace como que reza.

      —Hola.

      —¿Dónde estás? —pregunta.

      —En un bar.

      Miro a mi alrededor mientras me tapo la otra oreja con la mano para oírlo mejor. No le voy a decir dónde estoy exactamente porque voy hecha un asco. Contengo la respiración mientras escucho.

      —Quiero verte.

      Me muerdo el labio inferior. Me he quedado paralizada de los nervios. Molly me da un golpe en el brazo para sacarme del trance.

      —Ya te he dicho que tengo novio —insisto—. No puedo verte.

      —Madre mía —le dice Aaron a Molly solo con los labios mientras se tira del pelo.

      —Y yo ya te he dicho que rompas con él.

      —¿Quién te has creído que eres? —tartamudeo.

      Aaron y Molly escuchan con atención.

      —Sal a la calle, que no te oigo bien —brama.

      Salgo fuera. Todo está en silencio.

      —Mucho mejor —dice.

      Echo un vistazo a los taxis dispuestos en fila.

      —¿Qué quieres, Jameson?

      —Ya sabes lo que quiero.

      —Tengo novio.

      —Y ya te he dicho qué hacer al respecto.

      —No es tan sencillo.

      —Sí lo es. Dame su número y te ahorro el trabajo.

      Sonrío por lo descarado que es.

      —No me pone nada lo arrogante que eres.

      Qué mentira más gorda; nada más lejos de la realidad.

      —Tú, en cambio, me pones un montón. Me he pasado el día empalmado. ¿Qué tal si vienes y acabas con mi sufrimiento?

      Oigo los latidos de mi corazón. ¿Esto va en serio?

      Un par de borrachos pasan por mi lado tambaleándose y me tengo que apartar para que no choquen conmigo.

      —Perdona —gritan.

      —Mañana me voy a California —confieso.

      —¿A verlo?

      —Sí.

      —¿No ha venido contigo?

      Arrugo la frente. Mierda. ¿Para qué habré dicho nada?

      —No.

      —Pues cuando lo veas, quiero que hagas algo por mí.

      —¿El qué?

      —Pregúntale si siente que se muere si no te toca.

      Frunzo el ceño.

      —¿Por qué le preguntaría eso? —susurro.

      —Porque otro hombre sí —dice, y


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