Un lord enamorado. Noelle Cas

Un lord enamorado - Noelle Cas


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      ―No, milady... pero pienso estarlo muy pronto.

      ―Ahhh…, ¿pero está usted prometido? ―continuó preguntando Eve.

      ―Más o menos… ―fue la respuesta escueta del hombre.

      En ese momento, John carraspeó para llamar la atención de los comensales. Luego de un largo silencio, dijo:

      ―Eve, cariño… ―empezó diciendo su padre. Eso hizo que todas las alarmas saltaran en la cabeza de Eve―. Lord Cummins me ha pedido formalmente tu mano en matrimonio.

      ―¿Cómo dices, padre? ―preguntó Eve, esperando haber escuchado mal lo que su padre había dicho, mientras Edi se quedaba estupefacta con la boca abierta.

      ―El caballero me ha pedido tu mano en matrimonio y acepto que te cases con él.

      ―¡Qué!, ¡quieres que me case con este hombre sin consultar siquiera mi opinión! ―exclamó Eve, mientras notaba que la rabia empezaba a bullir en su interior.

      ―Hija... escúchame. Lord Cummins pertenece a una de las familias más ilustres de todo el país. Es heredero de una incalculable fortuna y siendo su esposa nunca te faltará de nada.

      ―Padre, no voy a casarme con este hombre ni con ningún otro. ―Eve dejó caer con fuerza los cubiertos sobre el plato y se levantó de la mesa, salió de la estancia sin excusarse siquiera. Edi la imitó y salió del comedor abrazando a su hermana. Las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de Eve, mientras las dos subían al dormitorio de la mayor.

      Ya, en la estancia, Eve se acercó a la cama envuelta en lágrimas; todavía no acababa de creerse que su padre le hubiera entregado su mano en matrimonio a ese esperpento de hombre. No le importaba el dinero que tuviera, le resultaría repugnante tener que acostarse a diario con ese hombre. Edi contó lo que estaba pasando a Ángela, ya que se quedó muy preocupada al ver entrar a Eve en el estado en que se encontraba. No se podía creer que lord Mcpherson hubiera hecho una cosa semejante como esa.

      En el comedor, Stephen se quedó anonadado por la reacción de la joven. Esa noche, él esperaba que se formalizara un compromiso entre la hija mayor de lord Mcpherson y él. John se disculpó con el hombre, prometiéndole que su hija se casaría con él. Sentía la necesidad de ver a Eve casada con un caballero que le pudiera seguir ofreciendo todas las comodidades a las que su hija estaba acostumbrada. A él mismo le había sorprendido la reacción de Eve. Sabía de sobra que, si le decía de antemano los planes que tenía para ella, estaba seguro de que Eve se negaría en redondo a conocer al hombre. Luego se encerraron en la biblioteca a tomarse una copa de oporto, mientras seguían con sus planes. Hablaría con su hija cuando estuviera más tranquila y se daría cuenta de que era una de las mejores opciones que tenía para asegurar su futuro. Los hombres prolongaron la velada hasta bien entrada la madrugada.

      Eran las dos de la mañana y en el dormitorio todo seguía igual. Eve continuaba llorando desconsolada mientras su hermana la intentaba tranquilizar.

      ―¡No puedo creer que papá me haga esto! ―exclamó entre lágrimas.

      ―¡Cálmate, Eve! ―rogó Edi desesperada.

      ―¿Cómo quieres que me calme si papá me quiere casar con ese hombre tan feo? ―dijo llorando.

      ―¿Tan horrible es ese hombre? ―Quiso saber la doncella.

      ―¡Ohhhh, sí que lo es! ―exclamó Edi apartando la mirada de Eve mientras contestaba a Ángela.

      Las dos mujeres intentaron calmar a Eve, pero era imposible. La joven estaba demasiado angustiada por el trágico destino al que su padre la quería obligar. Cerca de las cuatro menos cuarto de la mañana, la doncella decidió bajar a la cocina a prepararle un té que ayudara a calmar a Eve. Entre Ángela y Edi, habían ayudado a Eve a sacarse el vestido y luego le pusieron el camisón. Abrieron la cama y la acostaron, luego la taparon con las mantas mientras la pobre Eve seguía llorando. Diez minutos después, la doncella regresó de nuevo al dormitorio de Eve con una humeante taza de té entre las manos. Se acercó a la cama y Eve se incorporó para beberse la infusión que Ángela le ofrecía. Minutos después, el llanto fue cesando y Eve se fue calmando. Luego, se recostó de nuevo en la cama y se fue quedando profundamente dormida.

      Edi se alegró de que la infusión hiciera efecto en su hermana. Le dolía el alma verla sufrir de esa forma. Esperaba que su padre no le tuviera preparada una sorpresa como esa a ella también. Esa noche, Edi pidió a Amelia que le llevara el camisón al dormitorio de su hermana, que iba a dormir con Eve. Ángela se ofreció para quedarse velando por Eve el resto de la noche; pero Edi rechazó la oferta diciendo que era su hermana y que la cuidaría ella. Media hora más tarde, Edi ya estaba acostada al lado de Eve en la cama, dio las buenas noches a la doncella, la mujer apagó la vela y poco después salió del dormitorio de Eve. Pasaron tranquilas y durmiendo el resto de la noche. En la calle, la noche estaba oscura y seguía lloviendo con fuerza, mientras las rachas de viento golpeaban las ventanas. Pero las dos hermanas no se enteraron de nada.

      En su dormitorio, John seguía disgustado por la reacción de Eve. Ya estaba acostado, pero todavía tenía la vela encendida. Lo único que él pretendía era proporcionarle un buen futuro a su hija. Conocía el carácter de lord Cummins y sabía que era el candidato ideal para su hija, ambos formarían una pareja perfecta. Reconocía que el hombre no era muy agraciado, pero eso era lo que menos le importaba a él. Lo importante era que Stephen tratara con respeto a su hija, no quería que Eve volviera a sufrir como lo había hecho por el desgraciado de Morton. Estaba seguro de que si ella se negaba en un principio a aceptar a ese hombre, era porque todavía seguía dolida por lo de su exprometido. Apagó la vela decidido a que volvería a sacar el tema cuando Eve se tranquilizara. Ella misma iba a darse cuenta de que al final era lo que más le convenía. Pero esa noche dio muchas vueltas en la cama sin poder dormir. Por mucho que intentara mantener la mente despejada y poder descansar, le estaba resultando complicado. No podía sacarse de la cabeza las palabras de Eve y cómo se había ido del comedor hecha un mar de lágrimas acompañada de Edi. Empezaba a amanecer cuando John se quedó profundamente dormido por el agotamiento acumulado a lo largo de la noche.

      Devon se despertó esa mañana con la luz del día colándose entre las cortinas corridas. Diez minutos después, Vincent entró en el dormitorio dándole los buenos días y luego se acercó al armario a buscar un atuendo apropiado para ese día. También entró Dawson portando la bandeja con su desayuno. Devon se incorporó en la cama, mientras el mayordomo dejaba la bandeja sobre su regazo. Aprovechó para dar la orden para que le prepararan el baño. Mientras Devon se tomaba el café, pensó que esa tarde iba a pasarse por el White´s. Tenía ganas de echar una partida a las cartas y enterarse de las novedades. También era la oportunidad perfecta para empezar a hacer averiguaciones y podría enterarse si había algún caballero al que molestaba su existencia.

      Veinte minutos más tarde, apartó las mantas de la cama y se levantó. Luego se sumergió en la bañera de agua caliente. Largo rato después, pidió al ayuda de cámara que le pasara una toalla para poder secarse. Salió de la bañera, se secó, luego se puso la ropa interior y se acercó a la cama donde Vincent tenía sobre el mueble unas calzas de color gris, camisa en un tono más oscuro que el pantalón y medias blancas. Completaban el atuendo un gabán negro y las botas Hesse favoritas de Devon. Vincent lo ayudó a vestirse, luego se puso delante del espejo para contemplar el resultado. Se veía increíble con el conjunto.

      Salió del dormitorio mientras el ayuda de cámara se quedaba ordenando algunas prendas en el armario. Bajó las escaleras y llamó a Dawson para que le prepararan el carruaje. El mayordomo salió de la cocina, en la que estaba reunido con la cocinera para ponerse de acuerdo con el menú del día.

      ―Dawson, ordena a Jonas que tenga preparado el carruaje para dentro de quince minutos ―dijo Devon en cuanto el mayordomo estuvo a su lado.

      Dawson asintió y preguntó:

      ―Deseáis algo más, milord.

      ―Sí, necesito que me traigas la carpeta que hay encima del escritorio del despacho.

      ―Enseguida,


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