Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours
en la entrada académica de 1670? Es imposible responder.
Por el contrario, esa partida corresponde a otra lógica. En París él se inscribe no solo en la Sorbona, donde los diplomas tienen una reputación con la cual la Universidad de Reims, cualquiera que sea la calidad de sus profesores, no puede rivalizar, sino también en el Seminario de San Sulpicio, que se había vuelto una de las principales referencias en materia de formación del clero diocesano. Es muy probable que los La Salle, pensando en el atractivo evidente de su hijo por la vida religiosa y en sus probadas capacidades en este primer año en la universidad, hayan tenido la esperanza de que el paso por París le daría mejores oportunidades para realizar una bella carrera eclesiástica: un canónico doctor en Sorbona e inserto en la potente red sulpiciana tenía muchas posibilidades de ser elegido vicario general por un obispo; quizás se le podía confiar una diócesis más tarde. ¡Qué consagración para la familia y para un hombre joven sinceramente deseoso de consagrarse a la Iglesia! Maillefer precisa, además, que «partió hacia París […] con el objetivo de conseguir allí el grado de doctor» (Maillefer, 1966, CL 6, p. 43). No hay contradicción entre las aspiraciones sociales de los La Salle y su propio compromiso religioso. Lógica profana e inversión religiosa se alimentan de manera mutua: la búsqueda de dignidad orienta la vocación y esta la legitima. Hablar de instrumentalización de lo sagrado sería condenarse a no comprender; pero sin duda hay que ir más lejos aún: la ambición de una familia que, perteneciendo a la oligarquía que rige a la ciudad, busca una bella carrera en el clero para su hijo; esa ambición se nutre con la conciencia de sus misiones y sus prerrogativas, a la vez cristianas y sociales. Es cumplir, a la vez, su deber social y su deber religioso, darle su hijo a la Iglesia para que esté en disposición de asumir en ella responsabilidades a la altura de sus capacidades.
En Reims Juan Bautista sigue en particular los cursos de
En mitad de octubre de 1670, Juan Bautista no realiza su entrada a Reims, sino a la Sorbona. Se instaló de manera definitiva en París, donde entró al Seminario de San Sulpicio, dirigido por
Es al final de este primer año parisino que sobreviene, el 19 de julio de 1671, la muerte de Nicole Moët. Juan Bautista parece no haber vuelto a ver a su madre después de su partida en el otoño precedente. Bernardo no dice nada, pero Maillefer (1966) en su manuscrito de 1723 afirma: «ese golpe […] suspendió sus resoluciones por algún tiempo» (CL 6, p. 20), lo que Blain (1733) parafrasea así: «ese golpe tan rudo […] suspendió por algún tiempo sus resoluciones de comprometerse en el estado eclesiástico» (t. I, p. 126). En 1740 Maillefer (1966) transforma esas dudas en «incertidumbres agobiantes» (CL 6, p. 20). ¿Viene la información de la memoria escrita por Juan Bautista de la cual dispuso Bernardo? En ese caso, ¿por qué no la habría tenido en cuenta? ¿Es un elemento de la vulgata familiar recogida por Maillefer o pura invención de su parte? Nada en el recorrido de Juan Bautista testifica alguna duda en ese momento.
La universidad cierra por las vacaciones ordinarias al final del mes de julio. Probablemente Juan Bautista pasa una parte de ellas en Reims con su familia y luego vuelve a retomar los cursos en mitad de octubre de 1671. En la Sorbona Lestocq dispensa un curso sobre la Gracia, mientras que
La desaparición de Luis de La Salle hace de su hijo el jefe de la familia. Más adelante evocaremos la manera en que asegura la tutela de sus hermanos menores. ¿Es un giro mayor en su vida? Sobre el plan afectivo no se sabrá nunca. El tono del siglo no es propio para el desahogo de la interioridad y Juan Bautista no habló nunca de ella. La consecuencia mayor recae sobre la continuidad de los estudios: él tiene la responsabilidad de sus hermanos y hermanas, y le corresponde de ahí en adelante administrar los bienes de la hermandad; pero no parece que el acontecimiento haya modificado la orientación de su vida. Desde hace varios años él está destinado al sacerdocio y a una carrera eclesiástica. La desaparición de su padre lo va a obligar a hacer un corte en sus estudios; sin embargo, él los retomará sin haberse desviado de su trayectoria inicial. Lo va a obligar sobre todo a dejar San Sulpicio y allí se encuentra el mayor tormento: él deja el establecimiento que está a punto de convertirse en el vivero del alto clero.
Es difícil adivinar las impresiones que Juan Bautista pudo retirar de esta primera estadía parisina y a qué influencias pudo haber sido sensible. Durante este periodo, los doctores de Sorbona se dividen entre galicanos y romanos, entre jansenistas y sus adversarios. Supervisados por el canciller, el Parlamento, el arzobispo y el nuncio se enfrentan con guantes de seda, realmente más interesados en neutralizar cada ataque con hábiles contrafuegos que en correr el riesgo de atraer la atención por medio de algún escándalo. El principal asunto es la preparación de los nuevos estatutos de la facultad, iniciada mucho antes de