Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours

Juan Bautista de La Salle - Bernard Hours


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las principales oraciones y el oficio de las horas, aprendido al lado de su abuelo Juan Moët, quien lo recitaba a diario34. No hay que olvidar tampoco, en el curso de estos años decisivos de la primera pequeña infancia, el papel que pudieron jugar las reuniones de familia35 en la casa La Salle o donde los padres de Nicole Moët y donde los tíos y primos de ambos lados. No se puede definir mejor que como lo hizo Y. Poutet la manera en que ellas pudieron contribuir a forjar las representaciones sociales de Juan Bautista:

      la acción de Perrette Lespagnol y Juan Moët de Brouillet impidió que la formación de su nieto se efectuara de manera cerrada. Los tíos abuelos y tías abuelas, tíos y tías, primos y primas lo insertaron en una red de relaciones humanas que pertenecían al ambiente de la nobleza y de la espada como a la burguesía comerciante. El espíritu corporativo, el sentido de la vida en común, la facilidad para plegarse a las exigencias de una colectividad, el respeto de la urbanidad y el espíritu cívico encontraron en este ambiente la más grande facilidad de eclosión. (Poutet, 1970, t. I, p. 61)

      La ciudad de Reims dispone de un colegio municipal que ella financia y protege: el de Bons-Enfants. Juan Bautista comienza allí su escolaridad en el mes de octubre de 1661, el 10 exactamente. El año se deduce del hecho de que él obtiene su Maestría en Artes en 1669, el día y el mes de los estatutos del colegio de 1662, que fijan la entrada escolar al día siguiente de la Fiesta de San Denis (Bernardo, 1965, CL 4, p. 139, n.º 3, 5). El mismo autor, comparando el trayecto de Juan Bautista con el de su hermano menor, Santiago José, piensa que él pudo haber entrado al colegio en 1660, a los nueve años. Pero refiriéndose a Blain él estima que esa prórroga de un año puede resultar de la débil constitución de Juan Bautista, a quien sus padres habrían preferido guardar un año más en su casa.

      En esta época el Colegio de Bons-Enfants pertenece a la Universidad de Reims desde hace un poco más de un siglo. De fundación medieval, es reservado, entonces, los niños pobres entre nueve y dieciséis años que siguen los cursos de la escuela capitular llevan una vida comunitaria regulada y austera, vestidos de hábitos de colores oscuros y de una capa gris; además, deben hablar en latín en la casa. A mitad del siglo XVI, después de una fase de decadencia, se restablece bajo el modelo de los colegios parisinos e instala en nuevos edificios construidos entre 1544 y 1546. Repartidos en clases, de la sexta a la retórica, los estudiantes siguen los cursos en los locales del colegio, donde ellos están internos. El maestro también es el director: él atribuye las becas y escoge a los maestros. El cardenal de Lorena, desde el primer año de su pontificado, aprovecha la restauración del Colegio de Bons-Enfants para adosarle la universidad. De ahí en adelante el colegio se integra a la nueva institución, en específico a la Facultad de Artes. Se pone bajo la tutela del gran maestro, doctor en Teología, nombrado por el arzobispo. Los profesores, nombrados por el director, son clérigos y célibes, habitan y toman sus comidas en el colegio, llevan sotana, cinturón, capa y gorro cuadrado. El colegio acoge a estudiantes internos, la mayoría becados, algunos pensionados que pagan, y estudiantes externos, la mayoría. Los internos llevan el hábito largo, el cinturón y un gorro redondo. La enseñanza es gratuita. Cuando se establece el seminario en 1563, sus estudiantes siguen los cursos del Colegio de Bons-Enfants como externos.

      Juan Bautista entra al colegio en el momento en que una crisis importante opone la universidad a los jesuitas, apoyada por el consejo de la ciudad y el tribunal. No es imposible que su padre, magistrado, al inscribir a su hijo mayor en el Colegio de Bons-Enfants haya querido manifestar así su solidaridad con la municipalidad. Él piensa, quizás desde entonces, en hacer parte de la magistratura. En efecto, dos años más tarde obtuvo la carga de administrador del Hospital General, que constituye una etapa previa (Bernardo, 1965, CL 4, p. 42). En 1660 la mayor parte de las corporaciones constituidas logra impedir la apertura de un segundo colegio jesuita que tiene en contra a la universidad, al clero, al capítulo de la catedral, a los curas, al tribunal, a la elección y a la comunidad de comerciantes. El mismo año, el rector de la universidad, Tomás Mercier, intenta hacer anular el acto de unión del colegio jesuita a la universidad, confirmado en 1617. Contra ellos, él lanza un panfleto teñido de tópicos del antijesuitismo galicano:

      cada quien sabe que el designo de los jesuitas siempre ha sido introducir en este reino máximas nuevas […] que tienden […] a la extinción de los privilegios de la Iglesia anglicana. Para hacer triunfar ese designio, ellos emprendieron la instrucción de los jóvenes, a fin de poder inquietar a los espíritus y formarlos en su nueva doctrina. Han salido de sus escuelas libros llenos de mala instrucción […] Salieron estudiantes imbuidos de esta misma doctrina, que han sido funestos para Francia. (citado en Bernardo, 1965, CL 4, pp. 147-148)

      Rechazados una primera vez, los padres apelan al Consejo de Estado, que les concede la razón en diciembre de 1663, pero la universidad demanda la casación de ese fallo el año siguiente. El proceso se atrasa por largo tiempo. Comienza una guerra de desgaste entre la universidad y los jesuitas ante el Parlamento y el Consejo del Rey, suspendida en 1664 y apaciguada por el arzobispo Antonio Barberini en 1667, antes de conocer un último episodio en 1723. Así, cuando Luis de La Salle decide confiar su hijo al Colegio de Bons-Enfants, la situación se había degradado desde hacía unos treinta años y el colegio pierde estudiantes en provecho de su competidor. Coquault deja un testimonio tan desengañado como parcial:

      así, el Colegio de Bons-Enfants, que no tiene después de treinta años sino un edificio, mal mantenido, mal conducido por los directores supuestos [la ciudad dormida no vigila ese desorden que es de grandes consecuencias], así el colegio permanecerá completamente sin niños […] los habitantes secundan a los jesuitas sabiendo que su doctrina no es muy buena para la juventud […] Por tener el aplauso del pueblo, fue necesario servirse de la invención de los jesuitas que consiste en organizar a los niños en las clases, desde la sexta a la primera, tanto en griego como en latín, prosa, poesía, según el alcance de las clases, y dar el precio en libros a los mejores. (citado en Cauly, 1885, pp. 369-371)

      Sea lo que sea, Juan Bautista entra en un colegio en renovación. La municipalidad secunda la iniciativa reformadora del rector, que comienza con la restauración, gracias a una suscripción pública, de los edificios incendiados en diciembre de 1648. En septiembre de 1660 el consejo de la ciudad decide asumir una parte del salario del director y de los profesores. Los nuevos estatutos los registra el Parlamento en mayo de 1662. Por la mediación de dos consejeros, los magistrados municipales tienen de ahora en adelante derecho a vigilar la gestión del colegio asistiendo a la rendición de cuentas con voz deliberativa. Las familias y los padres también se interesan en los asuntos del colegio y de la universidad. Cuando Juan Bautista entra al colegio, el alguacil de Vermandois, conservador de los privilegios de la universidad, es Juan a las citaciones de san Agustín, san Bernardo Béguin, el marido de Carlota Cocquebert de Montfort. Entre los donantes que favorecen al colegio se destaca Antonio Frémyn, asesor civil y criminal en el tribunal —y tío de Juan Bautista—, quien tiene una renta de 227 libras (Poutet, 1970, t. I, p. 140). El fin de los años 1660 está marcado por un asunto que concierne de modo indirecto a Juan Bautista, a través de su tío Pedro Dozet. En 1668 este decide renunciar a su cargo de canciller de la universidad, que ejercía desde 1619. Pero se choca con la oposición de Santiago Thuret, clérigo director y gran vicario, quien rechaza a su candidato, aunque el clérigo haya perdido todo derecho de control sobre la universidad y el colegio desde el tiempo del cardenal de Lorena. El conflicto dura


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