Juan Bautista de La Salle. Bernard Hours

Juan Bautista de La Salle - Bernard Hours


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concierne a la familia, independientemente de toda perspectiva espiritual, por razones de consideración social, por una parte, y de trasmisión del patrimonio, por otra. Ahora bien, en el caso de los La Salle los tres concurren a empujar al joven hacia las órdenes. Sus padres son católicos piadosos y celosos, «devotos», según el lenguaje de la época: dar un hijo a la Iglesia hace parte de los sacrificios que ellos han de consentir y que les valdrá quizás un crecimiento de méritos en la comunión de los santos. Sus padres pertenecen también, como lo vimos, a esa aristocracia restringida, entre comercio y nobleza, que controla la ciudad de Reims. La tonsura abre a su hijo la posibilidad de recibir uno o incluso varios beneficios eclesiásticos, prebenda canonical, priorato o abadía, que vendrían a realzar aún más la notabilidad de su nombre y, si se tratara de una prebenda en Reims, la influencia de la familia en la ciudad. Ahora bien, Pedro Dozet, el tío canónigo, dejará por fuerza algún día su puesto en el capítulo de la catedral. Avanza en edad y puede ser ya tiempo de meterse sobre los rangos para obtener la renuncia a su prebenda en favor de Juan Bautista. La piedad y la seriedad del joven ofrecen toda la garantía sobre la legitimidad de tal expectativa. Sería ingenuo creer que tal estrategia no haya germinado en el espíritu de Luis de La Salle y de su esposa. Estaría igualmente fuera de lugar escandalizarse y gritar hipocresía: colocando a su hijo mayor en posición de acceso al capítulo de la catedral, ellos cumplen su deber de cristianos; sin dudar en ofrecerlo a Dios, como Abraham lo había hecho con Isaac, son padres cuidadosos en asegurarle un futuro a su progenitura y notables consagrados a la dirección y la protección de la ciudad. En todo eso solo hay sinceridad y buena conciencia.

      Hasta aquí la integración de Juan Bautista al capítulo de la catedral no se diferencia de la carrera tomada por varios miembros de su parentesco próximo o más lejano: Luis y Nicolás Bachelier, aceptados respectivamente el 30 de agosto de 1663 y el 13 de diciembre de 1668; Antonio Moët, aceptado en 1659, quien tendrá por sucesor en su silla del coro, en 1700, a su sobrino Carlos Levesque; Carlos Moët, del cual Juan Luis de La Salle recuperará la prebenda en 1694; Francisco Cocquebert, aceptado el 10 de diciembre de 1667; Juan Roland, aceptado en 1659 y vicario general en 1682; Gerardo José Cocquebert, quien muere en 1703 y cuyo hermano había sido el condiscípulo de Juan Bautista en el Colegio de Bons-Enfants; y, en fin, Nicolás Frémyn (1660-1746), rector de la universidad en el periodo 1690-1691.

      Pero hay que ir más lejos aún: los La Salle presentan el mismo perfil que esas familias de notables devotos que forman una red por medio de intermatrimonios repetidos, estudiados, no hace mucho tiempo por D. Dinet en una región próxima, La Borgoña del Norte, los cuales constituyeron el vivero privilegiado del reclutamiento sacerdotal y regular en esta época. Hemos visto que dos hermanos de Juan Bautista, Santiago José y Juan Luis, entraron en las órdenes, así como su hermana María Rosa. Todos alcanzaron la edad de la razón antes de la muerte de sus padres en 1671 y 1672. Sobre siete hijos llegados a la edad adulta, cuatro entraron en las órdenes. Ningún testimonio existe de una eventual oposición de Luis de La Salle y de Nicole Moët a la vocación de su hijo mayor y la de sus hermanos y hermanas menores. Es verdad que los dos hermanos de Juan Bautista tienen la edad de trece y ocho años, respectivamente, cuando muere su padre, y que le tocó a Juan Bautista zanjar el asunto. Pero es revelador, a contrario, que la cuestión de una entrada en la religión no se haya planteado para los dos últimos, Pedro y Juan Remí, quienes tenían seis y dos años en el momento del deceso de Luis. Entonces, hay que deducir, como lo hizo hace años Y. Poutet, la eficacia de la educación y del condicionamiento familiar: en la educación recibida de sus padres, los hijos La Salle, al menos esos que alcanzaron la edad de ser marcados por esto, encontraron el terreno favorable a su vocación religiosa.

      Un capítulo de la catedral en la época moderna forma una comunidad autónoma, consciente de su rango y vigilante para no dejar pisotear sus prerrogativas. El de Reims, a cargo de la prestigiosa catedral de la Consagración Real, no escapa a esta regla. Fortalecido con sus diez dignatarios, 63 canónigos y 42 capellanes, no permite que nadie venga a darle lecciones, en particular la ciudad. En 1658, después de la batalla de las Dunas, que entrega Dunkerque a Luis XIV, un Te Deum se ordena en todas las diócesis del reino. El consejo de la ciudad ordena al capítulo organizar la ceremonia; pero obtiene esta respuesta hiriente:


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