Familias en la modernidad: una mirada desde Villavicencio. Milcíades Vizcaíno Gutiérrez

Familias en la modernidad: una mirada desde Villavicencio - Milcíades Vizcaíno Gutiérrez


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diseñar formas alternativas para lograr su propósito inicial de hacerlo miembro pleno de su grupo social y de la sociedad en su conjunto (Berger y Luckmann, 1998).

      Tan solo en este momento es cuando podemos hablar de un individuo que hace parte plenamente de la sociedad que le dio albergue. Estamos hablando con claridad de una segunda naturaleza, de carácter social, que difiere de la naturaleza biológica porque tiene su propio contenido, sus propios métodos y su propia finalidad. El contenido se expresa en pautas de comportamiento, en modelos de relación social, en expectativas de estatus, en anticipación de funciones, en división social de actividades dentro de la sociedad, en la búsqueda de una “conciencia colectiva” con identidad personal.

      Los métodos, aunque varían de una sociedad a otra, pasan todos por procesos de legitimación y de reconocimiento hasta que se convierten en normas sociales de obligatorio cumplimiento. Las formas más expeditas son las de persuasión, inculcación, reiteración, sanción social y refuerzo, en el cual se aplica la “ley del efecto”. Según esta “ley”, los efectos logrados se convierten en motivadores e impulsadores de nuevos comportamientos que son funcionales al objetivo propuesto. La finalidad está asociada a la convivencia, al orden social, al ideal de compartir espacios con criterios de diversidad, respeto a las diferencias, conciliación de posiciones, manejo de conflictos y, en suma, en la búsqueda del ideal social de la convivencia humana en ambientes sociales. Todos estos procesos están a cargo de la familia en cualquier sociedad. Le son “connaturales” a su existencia, porque definen el ámbito de su competencia.

      Lo anterior no significa que sea una tarea exclusiva y excluyente de la familia. Hay una diversidad dentro de un continuo de hegemonía hasta un polo de flexibilización en el cual otras instituciones comparten responsabilidades con la familia. En algunos casos se presenta una relación amigable mientras que en otras hay competencia y lucha por mantener poderes respecto de los elementos enunciados (Merton, 1998). En todo caso, la historia muestra tránsitos y despliegues de la estructura y el funcionamiento de la familia hasta definirla como específica en cada sociedad. Si bien se encuentran rasgos generales y comunes, también las particularidades se hacen manifiestas. Al mismo tiempo que algunas tendencias señalan cambios radicales, otras indican procesos de diversificación o de retraso por parte de las sociedades que están en “vías de desarrollo” respecto de las líneas marcadas por aquellas comunidades que en la actualidad se llaman postindustrializadas desde el punto de vista económico, social y político.

      Otros planteamientos provienen, por ejemplo, de la filosofía o de la ciencia política, entre ellos Taylor, que ven el problema del entorno familiar en el ambiente de la modernidad (Taylor, 1998). Entre tanto, otros autores elaboran una construcción conceptual más amplia (Bauman, 2001b, 2003a; Beck, 2002a; Beck y Beck-Gernsheim, 2003a; Beck-Gernsheim, 2003b; Beriain, 1996; Castells, 1999a; Elias, 1997; Giddens, 1995, 1997, 2000b; Gross y Simmons, 2002; Jelin, 2000, Touraine, 2000c). Este estudio sigue esta línea argumental para corresponder a los lineamientos trazados.

      Los estudios sobre la familia actual demuestran que el cambio conceptual, teórico y metodológico debe alcanzar otras perspectivas no exploradas que tienen que ver con esta forma de organización y dirección de comportamientos y con funciones más amplias, como el derecho de familia dentro del derecho civil. Más allá de este, en algunas sociedades las fronteras entre el derecho público y el privado se han tornado borrosas, no solamente por el fortalecimiento de la tutela por parte del Estado, sino por las relaciones estrechas entre formas de Estado y de sociedad civil (Buchmann y Hannum, 2001; Reskin, 2003; Schultz, 1982; Smelser y Halpern, 1978).

      La investigación que se presenta en este estudio entiende la familia desde tres perspectivas. Por un lado, la comprende como una institución social, lo que equivale a decir que está estrechamente relacionada con la sociedad de la cual hace parte y de la cual recibe influencia directa, así como la familia tiene la capacidad de encontrar sentido al contexto particular con el cual convive. Por otro lado, la familia se concibe como organización histórica que se ha construido en el tiempo y en la cual han intervenido actores internos y externos. El tejido entre cada organización familiar y su contexto constituye la malla creativa que se presenta como tipicidad específica en medio del panorama más amplio del cual participa. Finalmente, en tercer lugar, la familia se concibe como un hecho cultural que participa directamente de la configuración de valores y de bienes simbólicos que tienen su asiento en la sociedad.

      La fundamentación de esta posición y de este marco de comprensión de la familia tiene sus raíces más profundas en planteamientos que provienen de la antigüedad clásica de la filosofía. La cultura y el pensamiento griego impulsaron un viraje a un sentido completamente diferente a su concepción histórica anterior del hombre. Sócrates se acercó al hombre individual como lo hacía la tradición presocrática. En cambio, Aristóteles resolvió un problema más amplio, como fue estudiar al hombre en su vida política y social. Sus argumentos llegaron a revisar los estudios sobre la naturaleza humana. En efecto, esta naturaleza puede ser considerada como un texto que debe ser descifrado desde una teoría del Estado. La forma política no es, sin embargo, la única manera de examinar la vida en común, porque antes del Estado, mucho antes de su existencia, hubo muchos ensayos, organizaciones y sistematizaciones respaldadas en el lenguaje, el mito, la religión y el arte (Cassirer, 2003, pp. 101-103). El Estado es posterior a estas formas que le precedieron.

      En la filosofía moderna, Comte presenta un paralelo a la teoría platónica del hombre sin aceptar por esto sus supuestos lógicos y metafísicos. Su estática y su dinámica social estudian al hombre como sujeto universal, para lo cual se requiere una base más ancha y más sólida, y esta se encuentra en el pensamiento sociológico e histórico, por cuanto los fenómenos sociales no pueden ser descritos a partir de la física, la química y la biología. Luego, son dos fenómenos diferentes, pero homogéneos, que deben ser examinados con toda la prueba empírica a disposición de los métodos de introspección, observación biológica e investigación histórica, “[…] en posesión de un método psicológico científicamente sano” (Cassirer, 2003, p. 108) que tenga conexión con métodos históricos. El fundamento de esta afirmación está en que “[…] todas las obras humanas surgen en particulares condiciones históricas y sociales” (Cassirer, 2003, p. 109). Nada aparece sin razón y sentido; nada se da, en el mundo social, por casualidad inexplicada.

      Igualmente, Comte establece un orden de prioridad según el cual “[…] la visión estructural de la cultura debe anteceder a la sola consideración histórica” (Cassirer, 2003, p. 109). Esta aseveración claramente afirma que “[…] el mundo de la cultura no es un mero agregado de hechos disgregados y dispersos; trato de comprenderlos como un sistema, como un todo orgánico” (Cassirer, 2003, p. 325). En la sociedad humana, a diferencia de la de los animales, encontramos no solamente una sociedad de la acción y para esta, sino una sociedad de pensamiento y de sentimiento, que presentan variaciones con el correr del tiempo como construcciones históricas en espacios culturales no solo genéricos y universales, sino específicos de regiones y de localidades. De esta manera, será considerada la familia con sus integrantes y condiciones de funcionamiento en los cambios y transformaciones que esta ha presentado y sigue manifestando a lo largo de los años.

      Por su parte, Vygotski fue el creador de la teoría histórico-cultural del desarrollo psíquico del hombre, según la cual las fuentes y los determinantes de este desarrollo se encuentran en la cultura entendida como históricamente construida. En este orden de ideas, para comprender al individuo se deben entender con exactitud las relaciones en medio de las cuales se desenvuelve su vida personal. Vygotski concuerda con Comte en el sentido de los órdenes de precedencia según los cuales la dimensión social es primigenia en el tiempo y en los hechos, mientras que la dimensión individual es derivada y secundaria. Vale anotar, asimismo, que el tipo de procesos sociales sobre los cuales Vygotski tiene particular interés son los procesos “interpsicológicos”, generalmente representados en pequeños grupos, por lo general en díadas, implicados en una relación determinada (Vygotski, 1995). Este es, con exactitud, el caso de las familias en una relación original, tal como se presenta en las parejas que sostienen el compromiso de compartir sus vidas y, como parte de ellas, su descendencia.

      Las teorías de la


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