El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila

El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos - Eliseo Vila


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y cuán numerosos son esos surcos en cada familia y cada individuo! No importa dónde vayamos, por los surcos profundos que hallaremos marcados podremos comprobar que la misericordia y la verdad de Dios han pasado por allí antes. Pero con los que guardan su pacto y sus testimonios, esto es, aquellos que son conformados no solo a la letra, sino al espíritu de la fe verdadera, es todavía mucho más dadivoso y misericordioso.

      ADAM CLARKE [1760-1832]

      “Commentary on the Whole Bible”, 1831

      Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad. Puesto que la naturaleza y esencia divinas son el amor y la justicia, así también todos sus caminos son misericordia y verdad. Son “misericordia” en tanto que su objetivo es siempre el bien, y son “verdad” en tanto que su propósito es el fiel cumplimiento de sus promesas en favor nuestro; por tanto, sea lo que sea que nos pueda acontecer, aunque se trate de algo totalmente contrario a lo que esperábamos, hemos de interpretarlo siempre en clave de amor. La mayoría de acciones humanas, son de tal naturaleza, que se hace inviable interpretarlas en clave positiva, ya que no hay manera de extraer de ellas nada bueno; por esta razón a menudo evitamos relacionarlas con las acciones teóricas propias del verdadero amor, el que: “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”,117 pues de hacerlo, el amor no superaría la prueba de los hechos y no sería credibilia,118 es decir, no sería creíble, pues el amor en su realidad práctica pulverizaría al amor en su expresión teórica. Pero los caminos de Dios no son así, pues en ellos, el amor y la fidelidad son una realidad constante y palpable. “A bono Deo nil nisi bonum”, de un Dios bueno no puede proceder nada que no sea bueno; por ello Job no duda en afirmar: “aunque él me mate, en él esperaré”.119 De modo que, en todas las acciones presentes que Dios lleva a cabo y nos afectan, esforcémonos en desentrañar todo lo bueno y a nuestro favor que hay en ellas, y aun asumiendo que no somos capaces de encontrar nada, lancémonos en brazos de la fe.

      THOMAS GOODWIN [1600-1679]

      Vers. 11. Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. [Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. RVR] [Oh Señor, por amor de tu nombre, perdona mi iniquidad, porque es grande. LBLA] [Por amor de tu Nombre, oh YHVH, perdonarás mi iniquidad, que es grande. BTX] [Por amor a tu nombre Señor, perdona mi gran iniquidad. NVI] [Señor, haciendo honor a tu nombre, perdona mi grave pecado. BLP] [Por el honor de tu nombre, oh Señor, perdona mis pecados, que son muchos. NTV]

      Por amor de tu nombre, oh Jehová perdonarás también mi pecado, que es grande. Esta oración suplicante podría parecer incluso fuera de lugar, de no ser porque la oración nunca está fuera de lugar, ya sea a tiempo o fuera de tiempo.120 Habiéndose refrescado a través de la meditación, el salmista se reincorpora al trabajo duro, y lucha con Dios121 para obtener el perdón de su pecado.

      Por amor de tu nombre, oh Jehová. Un ruego bendito que no falla nunca: No por nuestros propios méritos, sino para glorificar tu misericordia y para mostrar la gloria de tus atributos divinos.122

      Perdona mi pecado. Lo he confesado, lo aborrezco, y aún sigue consumiendo mi corazón de pena. Perdónalo, Señor, pronuncia con tus labios la absolución.

      Que es grande. Me resulta extremadamente pesado, y te ruego que lo elimines. Su tamaño no es una dificultad para ti, porque eres un Dios grande; pero la horrenda miseria con que me oprime es argumento en el que me apoyo para pedirte un perdón rápido. Señor, el paciente está muy enfermo: ¡sánalo ya! Perdonar a un gran pecador te traerá una gloria igualmente grande; por tanto, por amor a tu nombre, perdóname. Fijémonos en qué manera este versículo ilustra la lógica de la fe, que es totalmente opuesta al espíritu legalista: la fe no mira los méritos en la criatura, sino que considera la bondad del Creador; y en vez de dejarle aplastado por los deméritos del pecado, mira a la sangre preciosa, y dada la urgencia del caso, suplica todavía con más vigor.

      C. H. SPURGEON

      Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. Con respecto a este versículo, lo mejor que podemos aportar es este hermoso comentario del gran Vieira,123 que le valió ser calificado como el más grande predicador de su época, en un sermón predicado durante un ayuno de súplica y expiación celebrado en el marco de las invasiones holandesas de Brasil (1624):

      «Lo confieso, Dios mío, pues no tiene vuelta de hoja; todos somos pecadores en el más alto grado. Y sin embargo, tan lejos estoy de considerarlo como un motivo por el que deba cesar en mi súplica, que incluso vislumbro en ello un nuevo y convincente argumento para influenciar tu misericordia. Pues todo lo expuesto anteriormente no se basa en otro fundamento que la gloria y honor de tu santísimo nombre: “Propter nomen tuum”.124 ¿O qué motivo más glorioso puedo proponer en honor de tu nombre, que el hecho de que nuestros pecados sean muchos y muy grandes? “Por amor de tu nombre, oh Señor, ten misericordia de mi pecado, que es grande”. No te imploro, –dice David–, el perdón de mis pecados leves y cotidianos, sino de pecados numerosos y muy grandes: “multum est enim”.125 ¡Tal razonamiento solo es digno del seno de la divinidad! ¡Semejante petición únicamente adquiere valor y fuerza cuando se apoya en la bondad suprema! ¿O puede haber acaso mayor paradoja? ¡Con tal de obtener la remisión de sus pecados, el pecador alega ante Dios que son muchos y muy grandes! Ciertamente, no por amor al pecador ni por amor al pecado, sino por amor a la honra y gloria de Dios; pues cuantos más pecados perdona, y cuanto más numerosos y mayores son, más se ennoblece y exalta a sí mismo. El propio David distingue en la misericordia de Dios entre su grandeza y su multiplicidad. Su grandeza: “secundum magnam misericordiam tuam”;126 y su multiplicidad: “et secundum multitudinem miserationum tuarum”.127 Y en la medida en que la grandeza de la misericordia divina es ilimitada, y la multitud de sus piedades infinita; y dado que lo inmenso no puede ser medido, ni lo infinito puede ser contado, con el fin de que una cosa y otra tengan en cierto modo el mismo peso proporcional de gloria, es necesario para tal grandeza de misericordia que los pecados perdonados sean grandes, y es necesario para tal multitud de piedades que sean muchos. “Multum est enim”. Razón tengo, por tanto, oh Señor, para no sentirme intimidado porque nuestros pecados sean muchos y tan grandes. Y razón al preguntarte la razón por la cual no debas apresurarte a perdonárnoslos.

      ANTONIO VIEIRA [1608-1697]

      citado por JOHN MASON NEALE [1818-1866] y RICHARD FREDERICK LITTLEDALE [1833-1890] en “Commentary on the Psalms from Primitive and Mediæval Writers”, 1869

      Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. Identificar el “nombre” con la idea de honor es algo común y habitual. Cuando Dios dice a David: “te he dado un nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra”;128 y cuando Esdras dice a Dios hablando por el pueblo: “y te hiciste nombre grande hasta el día de hoy”;129 resulta claro y manifiesto que por “nombre” debemos entender gloria. En hebreo a los hombres famosos se les denomina: הַשֵּֽׁם haššêm de שֵׁם shem, que en latín traducimos como viri nominum: “varones de renombre”,130 y que el poeta adorna con los epítetos: “Magnum et memorabile nomen”, “de nombre grande y memorable”. Por tanto, cuando Dios perdona el pecado, lo hace por amor de su nombre, es decir, en beneficio de su propio honor y gloria. De hecho, su gloria es el fin último de todas sus acciones divinas; pues siendo que es el primero y el último, el origen y la causa final de todas las cosas;131 no hay nada hecho por él, que no sea para él y deba redundar en su gloria. El propósito de nuestras vidas y acciones, como criaturas creadas, ha de ser la gloria de Dios, porque a él pertenecen como Creador nuestra existencia y nuestras obras; pero en lo que hace a Dios mismo, el propósito de sus acciones no puede ser otro que su propia gloria, porque su existencia y su obrar proceden de sí mismo, y por tanto, le pertenecen a él. Y entre las obras divinas, ninguna que establezca mejor su gloria, que la remisión de pecados. El pecado conlleva


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