El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila
y ello hace que sus acciones de gracia excedan en honor y gloria a sus actos de poder. En nada brillan con tanto fulgor los atributos divinos de la gracia: misericordia, bondad, clemencia, como en el perdón de los pecados. Pablo nos habla de las “riquezas de su benignidad”133 y de “las sobreabundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros”;134 ¡cuánto más sobreabundantes no habrán de ser estas riquezas cuando hablamos de su perdón! Dios ha trazado el camino del perdón de tal forma, que no solo su misericordia, sino que en él, también su justicia y sabiduría se ven honradas y engrandecidas. Nomen quasi notamen, quia notificat, el nombre es lo que engrandece a una persona dando a conocer su fama; y Dios, mediante la remisión de pecados por amor de su nombre, da a conocer su elección y sus atributos gloriosos. Este es precisamente el motivo por el cual perdona el pecado y se muestra condescendiente con los pecadores; lo cual nos aporta, ciertamente, mucho consuelo. Pues siendo que Dios perdona nuestros pecados por amor de su nombre, para su propia gloria, sin duda estará dispuesto a perdonar muchos y muy grandes; pues en realidad, cuanto mayores y más numerosos sean los pecados, mayor es el perdón; y, como consecuencia, mayor la gloria de Dios. Por ello David, apoyándose en esta consideración: que la remisión de los pecados enaltece el nombre de Dios y engrandece su gloria, hace de la grandeza de su iniquidad un argumento para implorar el perdón. Incurrir voluntariamente en pecados graves con la presunción de que Dios pueda glorificarse más al perdonarlos, sería una monstruosidad aborrecible y condenable; pero esperar que si sentimos verdadero arrepentimiento por los pecados graves que tristemente hemos cometido, serán perdonados por Dios, por amor de su nombre, es una expectativa legítima, sólida y bien fundada, y como tal, válida para proporcionar consuelo y soporte a nuestros espíritus ante la tentación del abatimiento y el desespero.
NATHANAEL HARDY [1618-1670]
Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. Llama la atención que David no trata de encubrir su pecado minimizándolo, todo lo contrario, alega su grandeza, no su pequeñez; refuerza el peso de su oración con esta consideración peculiar: que sus pecados son muchos y muy graves. Pero ¿es posible que se atreva a hacer de esto un alegato para el perdón? Respondo, sí: ya que cuanto mayor era su maldad, mayor era su necesidad de perdón. Como si hubiera dicho: Perdona, Señor, mi maldad, porque es tan grande que no podría soportar el castigo que conlleva; mi pecado es tan enorme que a lo único a lo que puedo aspirar es al perdón; a menos que tu procedas con misericordia, mi causa esta perdida. Utiliza la enormidad de su pecado para apuntalar su solicitud de perdón, igual que los seres humanos suelen utilizar la grandeza de la calamidad que les azota para conseguir de sus gobernantes beneficios y trato privilegiado. Cuando un mendigo pide limosna en la calle, busca la manera de exhibir y resaltar lo extremo de su pobreza y necesidad. Cuando una persona afligida clama por misericordia, ¿qué hará sino alegar la extremosidad de su caso? Dios permite esta forma de ruego porque lo que verdaderamente le mueve a clemencia, no es lo que nosotros podamos aportar, sino todo lo contrario, la desesperado de nuestra situación, no se apiada de los pecadores por sus méritos, sino porque necesitan en extremo de su piedad y misericordia… En esto consiste precisamente “la gloria de su gracia”135 por la redención en Cristo, en su suficiencia para el perdón de los más grandes pecadores. Todo el entramado del camino de la salvación va encaminado a este fin, al objeto de engrandecer y glorificar la libre gracia de Dios. Desde toda la eternidad Dios tenía en su corazón la voluntad de glorificar este atributo; y fue en su realización que fue concebido todo el plan para salvar a los pecadores por los méritos de Cristo. La grandeza de la gracia divina se manifiesta precisamente en esto: en que Dios salva, por medio de Cristo, a lo más grandes infractores de la ley. Cuanto mayor sea la culpa de cualquier pecador, tanto más gloriosa y maravillosa es la gracia que se manifiesta en su perdón: “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia”.136 El apóstol, al contarnos lo muy pecador que él personalmente había sido, resalta lo abundante de la gracia al perdonarlo, en lo cual, la gravedad de su culpa juega un papel primordial: “habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad; y la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús”.137 El Redentor es glorificado en el hecho de que la redención por él consumada es suficiente para rescatar aún a los pecadores más empedernidos y su sangre suficiente para lavar la más negra de las culpas; en que puede salvar a los hombres hasta los límites y redimirlos desde las situaciones más extremas. Es en honor de Cristo salvar a los mayores pecadores que acuden a él, como el honor de un médico es curar los casos más desesperados de enfermedades y heridas purulentas. Por tanto, no dudemos un solo instante que Cristo está dispuesto a salvar a los mayores pecadores que acudan a él; porque está deseoso de glorificarse a sí mismo y exaltar el valor y virtud de su propia sangre. Siendo que se humilló a si mismo y entregó hasta lo sumo para redimir a los pecadores,138 no dudará en mostrar que puede redimirlos hasta lo sumo.
JONATHAN EDWARDS [1703-1758]
En un sermón sobre el Salmo 25:11 titulado: “Pardon for the Greatest Sinners”, 1735
Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. ¿Se siente alguno abrumado por la carga de su pecado? Que no le quepa la menor duda de que si se humilla y arrepiente, viéndose a sí mismo indigno de cualquier piedad, alcanzará misericordia. Cuando más desventurado y miserable se siente un pecador, cuanto más pesada se le hace la carga de su pecado, mayor esperanza tiene de misericordia: la misericordia del Señor se derrama sobre todas sus obras,139 y él figura entre las preferidas. Si un pecador es consciente de sus miserias y de su falta de méritos, puede utilizar lo grande de su pecado y la multitud de sus delitos como argumento a su favor, tal como hizo David: “Perdona mi pecado, porque es grande”. Y cuanto mayor sea su pecado bajo su propio punto de vista, mejor encaja para ser objeto de la misericordia de Dios. Así fue con el publicano,140 y así fue con el hijo pródigo;141 por tanto, no tiene motivos para dudar que por muy grandes que sean sus iniquidades, nunca serán tan grandes como para agotar el mar de la misericordia en Dios. Bernardo142 distingue muy acertadamente la diferencia entre justicia y misericordia: la justicia exige que haya abandono, pero la misericordia contempla la situación desesperada del pecador y busca perdonar a toda costa.
RICHARD STOCK [1569-1626]
“A stock of divine knowledge, being a lively description of the divine nature, or, The divine essence, attributes, and Trinity particularly explained”, 1641
Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. Quienes acuden a Dios para implorar el perdón de sus pecados, los ven enormes. “Perdona mi pecado, que es grande”, exclama el salmista. La expresión hebrea רַב־הֽוּא raḇ-hū de רָב rab significa muchos y grandes: “Mis pecados son muchos y muy grandes”. Por tanto, voy a tratar de analizar porque los que acuden a Dios en busca de perdón ven sus pecados como muchos y muy grandes:
1 Porque frente a un gran Dios -grande en poder, en justicia, en santidad- yo soy un gusano, y además peco con atrevimiento contra un Dios tan grande y todopoderoso. ¡Que un gusano ose a enfrentarse a un Dios grande e infinito, hace que cada pecado sea grande, y reclama la venganza máxima de parte de un Dios tan grande!
2 Porque he pecado contra una paciencia infinita, despreciando la bondad y longanimidad de Dios, y con ello: “atesorando para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”.143
3 Porque han sido pecados en desprecio de grandes misericordias. ¡Oh, contra qué misericordias tan grandes y bondades tan infinitas pecan los pecadores, haciendo pecado de tales misericordias!
4 Porque han sido pecados cometidos a plena luz -la luz de la conciencia- y esto aumenta su tamaño en alto grado, especialmente para aquellos que pecan con pleno conocimiento del evangelio; lo que aplica al pecado de todos en esta nación. Nada hay que degrada más a un alma y engrandezca más el pecado que esto: pecar a plena conciencia con conocimiento de causa; y nada hace más difícil de creer que puede ser perdonado.
5 Porque