De Saint-Simon a Marx. Hernán M. Díaz

De Saint-Simon a Marx - Hernán M. Díaz


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se empezó a transformar en internacionalismo proletario (Hobsbawm, 1998). Saint-Simon le da una expresión concreta con su propuesta de unidad europea.

      ¿Cuál debería ser el “principio general” de la política? Saint-Simon busca un elemento que permita actuar como principio ordenador, un concepto a partir del cual se puedan organizar y clasificar todos los otros principios de la política y que, eventualmente, pueda convertirse en un precepto una vez que haya sido aceptado por la ciencia y haya resistido la prueba de los hechos. La “economía política” de Adam Smith y Jean-Baptiste Say parece otorgar cierto basamento, pero el economista francés, a quien Saint-Simon trata frecuentemente, suscriptor de su publicación y en el auge de su fama, plantea que entre la “economía política” y la “política” hay una diferencia sustancial. El estudio de las riquezas, señala Say, es totalmente independiente de las tareas de la política, aun cuando la política incida en las fortunas. Pero también la política puede incidir en la instrucción del pueblo, y sin embargo no hay que confundir la política con la educación.

      Saint-Simon no coincide con esta apreciación. La economía fue, desde los mercantilistas y los fisiócratas, una simple auxiliar de los gobiernos. Con el crecimiento de la industria y las transformaciones del siglo XVIII, la economía política ha crecido y ahora no hay que separarla o independizarla de la política, sino que debe ser el basamento y el principio general que sirva para organizar la sociedad.

      La producción de cosas útiles es el único objetivo razonable y positivo que las sociedades puedan proponerse y, consecuentemente, el principio respeto a la producción y a los productores es infinitamente más fecundo que éste: respeto a la propiedad y a los propietarios. (O.C., II: 1497; subrayado en el original)

      En esta frase Saint-Simon está diciendo, con otras palabras, que las fuerzas productivas (la producción) están entrando (o pueden entrar) en contradicción con las relaciones de producción (propiedad), y que todo acto de gobierno debería privilegiar a las primeras sobre las segundas. La idea de que las fuerzas productivas son una potencia que pugna por romper el corsé que implican las relaciones legales de propiedad, que Marx y Engels desarrollarán desde el Manifiesto comunista (2008 [1848]: 31-32), aquí está solo sugerida, pero indica claramente que, si se opta por la producción, se abre la posibilidad de violentar en algunos casos el principio de propiedad en beneficio del conjunto de la población (los productores). La puerta se va abriendo para una crítica del liberalismo y la aparición de otra ideología, que por ahora solo se vislumbra como posibilidad.

      Las guerras (características del régimen liderado por la nobleza) y la religión (el clero) son fenómenos propios de la sociedad feudal, que ha sido barrida por la Revolución Francesa, afirma Saint-Simon. El nuevo siglo debe preocuparse definitivamente por producir “cosas útiles” y solamente por ello. Intentar el dominio por la fuerza de otro pueblo no hace más que disminuir la capacidad del dominador para producir cosas útiles en su propio suelo, señala, y, aunque no lo haga explícito, está resonando aquí el drama de la burguesía francesa por la pesada carga que significaron las últimas campañas de Napoleón, que la llevaron a quitarle el apoyo en 1814.

      La política es, entonces, para resumirlo en dos palabras, la ciencia de la producción, es decir, la ciencia que tiene por objeto el orden de cosas más favorable a todo tipo de producción. (O.C., II: 1498; subrayado en el original)

      La economía en el centro de la política es una noción que desarrollará de manera particular el marxismo. Incluso Engels (1946 [1880]: 64) destaca la frase que acabamos de citar, que anticipa el papel que el marxismo le otorgará a la producción. Pero consecuentemente es un punto de separación con respecto al liberalismo, que de manera insistente opacará la relación entre su pensamiento y las clases sociales, así como la relación entre la economía y la política. Durante todo el siglo XIX los gobiernos tendrán una clara tendencia a desentenderse de los problemas económicos y lo que prevalecerá será una política “antiintervencionista” en la materia. Deberá llegarse a la Revolución Rusa de 1917 para que los liberales se convenzan de que algo hay que planificar, a imitación de la república soviética, para evitar los peores efectos del laissez-faire liberal.

      Preocupaciones políticas

      En esta nueva publicación, la especulación científica o filosófica cede paso a la política práctica, y las posturas de Saint-Simon


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