A tu lado. Cristina G
esto? Calla y estate quieto, no es para tanto.
Kyle bufó y apoyó resignado la cabeza en la almohada. Intenté ocultar una sonrisa de malicia. Me resultaba extraño estar hablando con Kyle después de tanto tiempo, y continuaba sintiéndome incómoda.
—Voy a ponerte unos puntos en la herida del brazo. No te muevas —le dije.
Él solo asintió, sin mirarme. Continué curándole y ambos estuvimos en silencio. Lo agradecí enormemente. Cuando terminé, pasé a su cara. Cogí su rostro por la barbilla y lo giré hacia mí. Con un algodón en una pinza di pequeños toques en un corte en su frente. Empecé a ponerme nerviosa cuando él decidió clavar su mirada mí. Maldita sea, a la próxima iba a ponerle una venda en los ojos.
—Sigues siendo poco cariñosa curando —dijo.
Y un calcetín en la boca.
—No tengo por qué serlo —respondí evitando sus ojos y centrada en su corte.
—Cuánta frialdad.
Le ignoré consiguiendo que él fijara su vista en otra parte. Descargué la tensión de mis hombros. Conocía a Kyle, y sabía que estaba jugando conmigo, viendo hasta dónde podía llegar. Pero no pensaba amedrentarme, ¡me mantendría firme!
Le coloqué unas tiras en la herida de la frente y por fin terminé. Estaba deseando salir de allí, aunque fuera un momento. Me levanté, y Kyle se giró rápidamente hacia mí.
—¿Ya está? —preguntó.
—No. Tengo que ver las placas y ponerte la escayola en el brazo.
Recogí las cosas y le miré, parecía que quería decir algo, pero no lo hizo. Apartó la mirada. Me tragué mis sensaciones y salí cerrando la cortina.
Más tarde tuve que hacer acopio de toda mi paciencia para aguantar las quejas del pesado de Kyle mientras le ponía la férula de yeso, ya que como sospechaba tenía el brazo roto. Dios, había olvidado que era un enfermo insufrible.
—Deja de quejarte, me estás poniendo nerviosa —le dije mientras vendaba su pierna, que finalmente tenía una contractura.
—Si no fueras tan bruta no lo haría.
Una sonrisa arrogante se dibujó en su rostro y yo le taladré con la mirada. Para él todo aquello era muy divertido, solo lo hacía para hacerme rabiar, no había madurado un ápice. Apreté con fuerza la venda, consiguiendo que soltara un gemido. Bien.
—Yo no soy bruta, tú no paras de moverte y me obligas a hacer fuerza —le dije.
—Seguro. Te estás vengando de mí.
Presioné los labios para no sonreír. Bueno, puede que un poquito, por muchas más cosas de las que él se imaginaba. Le di una palmada en la pierna cuando terminé de vendarle, él me fulminó con la mirada.
—Cuando te suban a una habitación, el médico irá a verte.
Cuando me junté con Jase para explicarle el historial de Kyle y su caso, estaba tan rígida como un palo de escoba. Estaba todavía avergonzada por la escenita anterior que él me había reprendido, pero para mi sorpresa, no hizo ningún comentario al respecto, y tan solo observó las pruebas y asintió. Le seguí hasta la habitación que le habían dado a Kyle, que tendría que estar ingresado unos días. Al abrir la puerta, Jase entró primero, pero Kyle solo me miró a mí, provocando que quisiera desaparecer en ese momento. Recé internamente para que no dijera nada que pudiera dejarme en evidencia.
Jase se presentó como su doctor y le explicó lo que le ocurría. Kyle le miraba en silencio, asintiendo, como si ya supiera su historial de memoria. Yo me mantuve al lado de Jase sin decir nada, aprendiendo de su forma de comunicarse, pero podía notar perfectamente las miradas furtivas que el dichoso de Kyle me lanzaba.
—El brazo sanará sin ningún problema, pero tendrá que quedarse ingresado para ver cómo evoluciona. Sin embargo, la contractura de su pierna derecha puede ser más grave de lo que parece a simple vista, ya que sufrió un accidente hace unos años fracturándose esa misma extremidad —comentó impasible Jase—. Si no se trata adecuadamente puede traerle problemas en el futuro… —Bajó la vista al informe, y yo me giré para mirarle asustada. No me había dicho nada de eso.
—¿Eso qué significa? —preguntó Kyle, claramente intentando ocultar su miedo.
—Su oficio es el baile, ¿cierto? —Kyle asintió—. Si la contractura se vuelve crónica, es posible que no pueda volver a subirse a un escenario.
Abrí los ojos como platos. Observé a Kyle, pálido como una hoja de papel. Aquello fue una sorpresa horrible para los dos.
Me quedé paralizado al escuchar las palabras del doctor. No podía estar hablando en serio. ¿Que podría no volver a pisar los escenarios? ¿Estaba de broma? Eso era imposible. Dirigí mi mirada a Emma, ella simplemente había bajado su cabeza, de pie al lado del médico. Mi mente se quedó en blanco. Una sensación muy parecida a la impotencia y la frustración ascendió por mi cuerpo.
—¿Y cómo puedo evitar eso? —decidí preguntar.
—Cumpliendo a rajatabla con el tratamiento y los ejercicios —contestó el médico, Jase, creo que mencionó que se llamaba.
—Lo haré —dije.
No sé si sonó convencido, tampoco me importó. Me encontraba demasiado débil repentinamente, cansado e inútil ante mi situación. El doctor me dio un par de recomendaciones y afirmó que me visitaría al día siguiente. Emma salió tras él, y no me miró en ningún momento. Apreté la mandíbula y miré por la ventana. No me podía creer que hubiera tenido tan mala suerte. No me gustaba en absoluto la idea de estar allí encerrado por Dios sabe cuánto, y sin saber a ciencia cierta qué sería de mi futuro. Jamás permitiría que aquello me apartase de mi trabajo, de mi sueño. No dejaría los escenarios ni de broma.
Pasado un rato de estar mirando a la nada, alguien tocó a la puerta y se asomó una cabeza. No pude evitar dibujar una leve sonrisa al ver a Eric. No me sentía demasiado capaz de tener una conversación, pero le hice un gesto para que pasara. Una vez a mi lado fruncí el ceño al ver la cara tan pálida que tenía.
—¿Cómo estás, tío? —preguntó.
—Drogado —intenté sonreír—. Pues un brazo roto, una contractura en la pierna y algún que otro punto.
—Menuda hostia te pegó, ¿eh? Un poco más y no lo cuentas.
—Haberme muerto por un foco habría sido muy triste.
Eric se rio y se sentó en la butaca al lado de mi cama. No pensaba decirle nada de lo que el médico me había informado, tenía claro que iba a guardármelo por el momento, no había necesidad de preocupar a nadie.
—Yo sí que casi me muero, cabrón. Qué susto me metiste.
Mi amigo suspiró y yo me sentí culpable. Aparte de haber jodido el espectáculo, todos debieron asustarse y temerse lo peor.
—Lo sé, lo siento —murmuré. Eric me miró mal ante la disculpa.
—El jefe estaba como loco, no pudo venir al hospital, pero seguro que mañana viene.
—Me va a crujir cuando sepa que tengo que estar de baja un tiempo.
Ambos nos reímos al imaginar a nuestro jefe de equipo rojo del agobio.