A tu lado. Cristina G

A tu lado - Cristina G


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entre nosotros. Habían pasado muchos años, y según él solo me quería como amiga. No sé qué fue lo que pasó realmente, pero desde que Kyle se marchó no volví a saber nada de Rachel, la chica que creía que era su novia. Liam nunca me quiso contar lo que ocurrió, pero desde entonces habíamos establecido una tregua, y él simplemente se convirtió en un muy buen amigo.

      —Bueno, ok. Llevaré clínex para ti.

      Negó con la cabeza y me dio en la punta de la nariz cuando me senté frente a él con mi plato de pasta. Comencé a comer y gemí de placer al saborear la comida. Me apunté a un curso de cocina hacía dos años para deshacerme de una vez de mis manos de elefante. Y por suerte, podía cocinar algunas cosas bien deliciosas.

      —Uy, ¿has cenado? —pregunté, dándome cuenta de que estaba siendo descortés.

      —Sí, tranquila. ¿Cómo te ha ido el día?

      Suspiré. Pensé en Jase y los agotadores pacientes, pero de pronto el recuerdo de lo que había descubierto me asaltó. Había decidido ignorarlo, pero Liam acabaría descubriendo que lo sabía, y sintiéndose culpable.

      —Me he enterado de que Kyle viene a dar un espectáculo.

      Miré a Liam, él había elevado la vista hasta mis ojos y se estaba poniendo pálido. Pensé que se desmayaría.

      —¿Quién…? —preguntó, desconcertado y visiblemente preocupado.

      —Verónica. Me enseñó el cartel promocional en su móvil.

      —Emma…

      —Ya lo sé. —Removí mi pasta en el plato, desviando su mirada. No quería que me observara con ese rostro, tan compungido y apenado por mí. Odiaba sentir su lástima—. Sé que lo sabíais y que decidisteis no contármelo. Estoy bien, en serio.

      —Lo siento —se disculpó en un susurro.

      No levanté la vista, continué dándole vueltas a mi comida sin comer. Me sentía demasiado incómoda en ese instante. ¿Por qué había tenido que decir nada?

      —No pasa nada. No es algo que me incumba ya —dije.

      —Pero tienes esa cara.

      Le miré a los ojos, deseando que mi estúpido rostro no mostrara tan fácilmente mis emociones. Me obligué a sonreír.

      —La misma cara de tonta de siempre.

      Cuando todavía con el arrepentimiento encima Liam se marchó de casa, sentí que me había quitado un peso de encima. Por algún motivo hablar de ese tema con Liam no era demasiado agradable. Me hacía sentir muy violenta.

      Me acurruqué con mi portátil en el sofá y estuve navegando por internet un rato. Estaba aburrida, nada me entretenía, mi mente estaba inquieta. Estuve a punto de cerrarlo cuando una necesidad imperiosa de información me obligó a entrar de nuevo a internet. No. No debía. Qué más me daba. Cerré la tapa. Maldije en voz alta y volví a encenderlo. Busqué el espectáculo, la fecha y la hora. Cuando la vi me quedé quieta por un par de segundos.

      Sábado 20 de enero a las ocho de la tarde.

      Claro.

      Qué tonta.

      Liam me había invitado al cine el sábado por la noche por eso. Quería alejarme de Kyle y de los pensamientos sobre él. Apagué el portátil y me fui directa a la cama. Solo quería dormir y ser inconsciente al menos por unas horas.

      Al día siguiente en la reunión sobre el horario y el trabajo tenía la cabeza en la luna hasta que Jase dijo algo que captó mi atención.

      —Este fin de semana nos toca turno de noche.

      Los lamentos y quejas se esparcieron por el grupo alrededor de la mesa. Genial. Verónica me miró con una tristeza enorme en su rostro como si le hubieran dado la peor noticia de su vida.

      —Y no quiero que os cambiéis con nadie. ¿Entendido?

      —Sí —contestaron todos apenados.

      —¡Había quedado con un chico guapísimo! —se quejó Verónica.

      Bueno, yo también, aunque no pensaba decirlo de esa forma. Me sabía muy mal, pero tenía que avisar a Liam de que no podría quedar con él el sábado. A pesar de que lo había hecho para distraerme, prefería trabajar. Me mantendría ocupada y sin tiempo de poder darle vueltas a cosas estúpidas.

      Yo: Lo siento mucho, pero no podré ir el sábado contigo. Me han puesto turno de noche. Mátame.

      Le envié el mensaje. A los minutos contestó.

      Liam: Ok, no te preocupes. Veré si me pongo enfermo misteriosamente esa noche. Lo tenemos pendiente pues.

      Guardé el móvil sintiéndome extraña. No lo había pensado, pero, si Liam iba a quedar conmigo esa noche era porque no iba a ver a Kyle. Supongo que su relación nunca volvió a ser la misma.

      

      La noche del sábado intenté estar en todos los sitios, hacer todo lo posible y atender al máximo de pacientes. No quería pensar, quería estar totalmente ocupada. Nada de imaginar que Kyle estaba en la ciudad en ese mismo momento, subiendo al escenario, poniéndose a bailar como solo él podía hacerlo, como algo mágico.

      —Emma.

      Levanté la vista rápidamente al escuchar la voz de Jase tras de mí. Él me miró confuso y rápidamente sus ojos adoptaron el desprecio al que estaba acostumbrada.

      —¿Sí?

      —Has puesto esto al revés —me dio un papel. Mierda—. Baja a la tierra de una vez.

      Apreté la mandíbula. No, Médico Estreñido, hoy no es el día de tocarme las narices. Intenté controlar mi expresión y voz para no mandarle a la mierda. Esa noche estaba demasiado nerviosa y no me sentía capaz de aguantarle.

      —Lo siento.

      Cogí el papel con demasiada fuerza y me reprendí. Me giré y cerré los ojos con fuerza esperando que me hiciera un comentario molesto. Sin embargo, cuando me giré para mirarle, Jase me estaba observando con ¿preocupación? No, debía habérmelo imaginado.

      —Corrígelo —dijo, después dio la vuelta y se marchó.

      Solté todo el aire contenido. Eché un vistazo al papel, aunque hubiera querido mantenerme ocupada, realmente estaba en las nubes, incapaz de dejar de pensar en el estúpido espectáculo y su bailarín. Comencé a corregir el informe y las horas fueron pasando demasiado lentas. Verónica se asomó por la puerta de la sala donde estaba entrada ya la madrugada.

      —Te necesitan en urgencias, Em.

      —Ok.

      Caminé fuera de allí y llegué al mostrador de urgencias donde una enfermera rápidamente me dio el informe de un paciente y me dijo la zona en la que estaba. Miré por encima sus síntomas. Hombre, veintiséis años. Parecía tener un brazo roto y una contusión en la pierna. Me dirigí a su camilla con la cabeza metida en su informe y abrí la cortina sin pensar. En el momento que elevé la vista, vi a la persona que había tumbada en la camilla y nuestras miradas se encontraron, lo único que me pidió mi cuerpo fue cerrarla. Y salir corriendo.

       4 KYLE

      Esperé ansioso mientras sonaba el tono del teléfono. No paraba de mover mi pierna derecha, sentado en un taburete de la sala de ensayo. Después de unos segundos Daniel lo cogió.

      —¡Kyle!


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