A tu lado. Cristina G
era demasiado pesado para una chica tan delgada.
—No puede levantarse de aquí, ¿entendido? Espere a que venga su médico.
—Ha huido —solté, mientras ella me colocaba el gotero en su sitio. Me miró como si fuera un paciente con alucinaciones. Me señaló con el dedo.
—No se mueva, por favor.
Asentí, avergonzado, y la enfermera abrió la cortina, saliendo. Me quedé quieto, evaluando lo que había ocurrido. Era ella. Era Emma, estaba más seguro que nunca en mi vida. Al parecer ella era mi médico, y bueno, no había sido acogido con mucho cariño que digamos. Todavía no podía creerme que hubiera salido corriendo. Sonreí lentamente, hasta que no pude evitar soltar una risa. Estaba tan loca como la recordaba, al menos en eso no había cambiado. ¿Volvería? ¿O me asignaría otro doctor para no tener que verme? Estaba claro que no le había gustado mi visita. Hice bien en no decírselo, podría haber sido peor.
Después de menos de unos quince minutos, cuando me estaba quedando dormido, intentando olvidar la preocupación que me inundaba por mi estado, la cortina se abrió de nuevo. Me sorprendí al ver a Emma entrar sin mirarme, con una carpeta en las manos y leyendo, o simulando que leía. Mi pulso se aceleró cuando llegó hasta mí. Me pareció ver que inspiraba, después levantó la mirada y la dirigió a mí. Llevaba su pelo pelirrojo recogido en una cola de caballo, aunque me pareció que estaba más corto que la última vez, y un traje azul de médico y una bata blanca adornaban su cuerpo. Verla de esa guisa me hizo sentir admiración. Emma carraspeó ligeramente y yo parpadeé, totalmente distraído por ella.
—Buenas noches, soy la interna Parks, voy a atenderte a partir de ahora —dijo, con un claro intento de controlar su voz.
La miré desconcertado. ¿Estaba de broma? ¿Iba a comportarse como si no me hubiera visto en la vida? Noté un pinchazo de malestar en el estómago.
—¿Vas a hacer como que no me conoces? —pregunté sin más.
Pude ver cómo algo parecido al dolor cruzaba su rostro. Luego observó la carpeta, el suelo, sus manos… cualquier sitio era mejor que mi cara, supongo.
—No, Kyle. Solo hago mi trabajo.
Escuchar mi nombre salir de sus labios, pasados tantos años, hizo que me recorriera una melancolía extraña. Era la frialdad que esperaba, realmente. No pensaba que ella vendría alegremente a darme un abrazo o que me pegaría una bofetada. La indiferencia que Emma trataba de aparentar, eso era lo que me esperaba. Ella nunca se deshacía de su coraza.
—Hazlo, pues, Emma —dije, poniendo énfasis en su nombre—. Pero no huyas más, porque esto duele como el diablo.
Ella me mandó una mirada que pretendió ser hostil, pero más bien lo fue de vergüenza. No podía definir el sentimiento que me evocaba el haberme reencontrado con ella. Una parte de mí admitía haberla echado en falta, estar mínimamente contento de tenerla delante. La otra seguía herida, seguía enfadada ya que ella me dejó, y joder, me partió el puto corazón. En ese momento delante de mí, Emma fingía que yo le daba lo mismo, y eso engrandecía más la parte enfurecida.
La observé mientras dejaba la carpeta en la cama y levantaba la sábana sobre mi cuerpo, dejándome al descubierto. Agradecí estar vestido todavía y no llevar uno de esos camisones ridículos.
—¿Qué te ha ocurrido? —preguntó.
¿Sería interés personal o médico?
—Me cayó un foco del escenario mientras bailaba en un espectáculo.
Emma palpó mi brazo con expresión impasible, consiguiendo que me quejara de dolor, posteriormente palpó mis hombros, mi otro brazo, bajó por mis costillas. Mi piel se erizaba según bajaba las manos por mi torso. Dios, ¿cómo podía provocarme tales reacciones a esas alturas? La atisbé de reojo mientras seguía reconociéndome, y me impresioné al ver su rostro enrojecido. ¿Acaso ella estaba sintiendo algo? Una vez terminó, apartó las manos de mí como si de pronto mi cuerpo ardiera. Recogió la carpeta y anotó un par de cosas. Observé que su mano temblaba.
—Voy a mandar que te hagan un TAC y unas placas. Más tarde, el doctor te dará un diagnóstico. Volveré para curarte las heridas superficiales. Y haré que te pongan algo para el dolor.
Dicho esto, dio media vuelta y salió de allí. Solté el aire que sin darme cuenta había estado reteniendo. Si todas sus visitas iban a ser así, me iba a volver loco.
Me pegué a la pared del pasillo una vez sentí que me había alejado lo suficiente. Respiré agitada, nerviosa e inquieta. Reposé la cabeza y cerré los ojos. No me podía creer que hubiera salido corriendo. ¡Dios, qué vergüenza! Pero… él estaba allí, en mi hospital, herido en aquella camilla. Y para colmo era mi paciente. ¡Mío! Como si no hubiera más malditos internos en el maldito hospital.
Después de haber estado tan intranquila esa noche, pensando una y otra vez en Kyle sin mi consentimiento, intentando sacarlo a la fuerza de mi mente, me lo encontraba de aquella manera. Nunca imaginé que podríamos reencontrarnos así. El golpe de la sorpresa fue demasiado para mí, no supe qué hacer, no supe qué decir, tan solo pude huir. Me reprendí a mí misma por haber vuelto a aquella actitud asustada e inmadura. Pensé que lo había superado… pero el maldito de Kyle consiguió derribar todas mis barreras en un solo instante, en una sola mirada.
Eres estúpida, Emma.
Resoplé y mi sangre se congeló cuando escuché su voz.
—¿Se puede saber qué estás haciendo?
Abrí los ojos de golpe para encontrarme con Jase, observándome con los brazos cruzados y una expresión de profundo hastío.
Mierda. Lo que faltaba.
—Me han dicho que te has largado y has dejado al paciente que tenías que atender. —Me miró expectante, esperando una explicación, pero yo no supe qué decirle—. ¿Tienes algo que decir?
Me retorcí totalmente avergonzada. Estaba enfadado, eso estaba claro, y supongo que con razón. Pero ¿cómo iba a explicárselo? «Es que es mi novio de la adolescencia, al cual dejé y no veo desde hace años, ¿sabes? Ha sido una sorpresa demasiado grande y he decidido salir corriendo.» Quedaría como una completa imbécil.
—Lo siento —fue lo único que consiguió salir de mis labios.
Él me miró con desaprobación y yo me sentía cada vez más pequeña. Maldición, tan solo estaba demostrando que era una inútil en mi trabajo, y eso me enfureció muchísimo. Jase me entregó con un fuerte movimiento la carpeta del historial de Kyle, casi con desprecio. Me contempló con sus ojos claros y calculadores, y yo le mantuve la mirada en silencio.
—En vez de tener que estar disculpándote, ve a hacer tu trabajo —escupió—, no me importa si tienes algún asunto pendiente con el paciente. Separa tu vida personal del hospital o te va a ir muy mal.
Apreté la carpeta en mi mano y me esforcé por contener la rabia y las palabras dentro de mí. Jase me echó una última mirada y se marchó, dejándome en el pasillo. Cuando me vi sola solté un gruñido de frustración. Genial. Me había comportado como una niña inmadura y encima ahora era más inepta si cabe a los ojos de mi instructor. Agh, estúpido Jase. Bufé, me recoloqué la bata y caminé de nuevo hasta la sala de urgencias.
No había estudiado tantísimo durante años, ni me había esforzado sobremanera para llegar a donde estaba, solo para tirarlo por la borda a causa de mi pasado. No podía dejar que mis sentimientos interfirieran nunca más en mi trabajo. Iría, haría lo que tenía que hacer, como cualquier otro interno, y fin de la historia. Kyle era solo un paciente más de la lista. Alcé mis barreras de nuevo y crucé la sala de urgencias.