A tu lado. Cristina G
sería un descanso para los dos. Kyle se marcharía cuando tuviera el alta, y todo volvería a la normalidad.
Nos despedimos cordialmente y yo pude irme del hospital.
Hice marcha hasta una cafetería donde Liam y yo habíamos quedado. Después de aquel mensaje en el que me pedía hablar, tan solo pude hacerlo por teléfono y él ni siquiera me contó algo extraordinario, como había sospechado, me dijo que pasó aquella noche en casa de un amigo, y que se enteró bastante tarde de lo que sucedió con Kyle. Sabía que yo era su doctora, pero no hablamos nada al respecto. Sin embargo, a mí algo me decía que no me estaba contando toda la verdad.
Cuando llegué a la cafetería, Liam ya estaba sentado, excesivamente puntual, como siempre. Me saludó con la mano y yo sonreí, caminando hacia él para sentarme en la silla frente a la suya.
—¿Qué tal la jornada de trabajo? —preguntó.
Suspiré.
—Tener horarios tan dispares está destruyendo mi reloj biológico, me duermo por la mañana y me desvelo por la noche, como los vampiros.
Liam rio muy flojo. Parecía de buen humor, pero solo eso, parecía.
—Mi sangre no te haría ningún bien, no la quieren ni los mosquitos.
—¿Qué tal tus clases?
—Bien, hay un niño que tiene predilección por tirar del pelo a las niñas y ya no sé qué hacer con él.
—Tráemelo, verás como con una agujita de vacuna aprende.
Liam sonrió, pero borró la sonrisa en un instante.
—Ayer pasé por tu hospital —dijo.
Oh.
—¿Viniste a verme? ¿O es que te encontrabas mal?
Liam negó con la cabeza y me miró a los ojos. Entonces sospeché lo que estaba a punto de decir.
—Fui a ver a Kyle.
Bebí de mi café, aunque no era una gran ayuda para calmar los rápidos latidos de mi corazón. ¿Habrían peleado? ¿Habrían hablado de mí? No se habían visto en años después de aquella discusión.
—¿Y qué pasó? —inquirí, totalmente curiosa.
Liam se encogió de hombros y dio vueltas a su café con la cuchara.
—Le pedí perdón por lo que pasó en aquella fiesta.
—Bueno, él te pegó así que… —comenté.
—Pero yo le provoqué. —Levantó la mirada fija hasta mí—. Estaba celoso, ¿sabes? Te abandonó durante meses y vino reclamándote. Sentía que no te merecía tanto…
—¿Cómo tú? —terminé por él.
¿Por qué abres la boca, Emma? Estás alimentando una conversación peligrosa. Me removí en mi asiento. Que Liam aceptara que tuvo celos en aquel momento explicaba muchas cosas.
—Algo así —concluyó, desviando la vista hacia otro lado.
—Pero… tú estabas con Rachel, ¿no?
Algo atravesó el rostro de Liam. Ese nombre estaba claro que le provocaba un doloroso sentimiento. ¿Qué fue lo que ocurrió realmente entre ellos? Me moría de curiosidad, pero conocía lo suficiente a Liam para saber que no me lo contaría.
—Sí y no —respondió—. Era complicado.
Normal, si todavía tenía sentimientos por mí, en contra de lo que él me dijo. Me compadecí de Rachel, debió de ser muy duro para ella. Se me removía la conciencia, tenía que preguntarlo, tenía que haberlo preguntado hacía mucho tiempo, si no me iba a salir un sarpullido:
—¿Lo dejasteis por mi culpa?
Liam me miró entre sorprendido y extrañado.
—¿Por tu culpa? No, claro que no. Tú no hiciste nada.
—Ya sabes a lo que me refiero.
Liam lo comprendía, pero se afanó en intentar ocultarlo.
—No.
Su seca respuesta me dio el aviso de que debía desviar el tema. Carraspeé, estaba empezando a sentirme incómoda.
—¿Y… qué dijo Kyle?
—Ya sabes cómo es. Me dijo que estaba olvidado. —Asentí—. ¿Cómo te va a ti con él?
Su pregunta tenía mucho trasfondo, el cual no estaba dispuesta a vislumbrar ni a contestar. Liam me observó apremiante y yo me encogí de hombros, recordando con amargura cómo nos estábamos rechazando el uno al otro.
—Es un paciente más —murmuré.
Lo era, o al menos tenía que serlo. Todo estaba olvidado, para ellos quizás sí, pero para Kyle y para mí… El pasado estaba saliendo a flote, y no me gustaba nada.
—Supongo que así es mejor —respondió Liam.
Sentí una punzada en el pecho sin saber por qué. Tenía que cambiar de tema, otra vez.
—Oye, ¿cómo va la convivencia con ese Eric?
Liam bufó.
—Es muy simpático con Chris y Damon, no tanto conmigo. Es un poco engreído.
Aproveché la oportunidad para darle la razón y criticar a ese amiguito de Kyle, que me miraba con desprecio cada vez que nos cruzábamos en el edificio. De ese modo, nuestra conversación se hizo más amena. Al terminar fuimos a casa y yo me acosté a dormir pues estaba agotadísima.
Pasaron un par de días, y mientras caminaba por los pasillos del hospital en mi turno me encontré de sopetón con Alex, aquel auxiliar sexy de la ambulancia con el que tuve una cita, que no acabó demasiado bien. Renegué en mi interior por tener que toparme con él, después de lo que pasó era muy violento hablarle. Se interpuso en mi camino con una deslumbrante sonrisa.
—Hey, buenos días —saludó.
—Hola, Alex.
—¿Qué tal estás? ¿Mejor? Me pareció que andabas un poco nerviosa —señaló.
Vaya, muy audaz por su parte.
—Oye, Alex, siento… lo que pasó.
—No te preocupes, seguro que fue culpa de que no me callaba, me lo dicen mucho ¿sabes? —No me digas—. Pero vengo dispuesto a solucionarlo, y había pensado que como se acerca ese día… Ese día romanticón.
Comenzó a reír y yo alcé ambas cejas. No sabía de qué narices me estaba hablando.
—No sé…
—San Valentín, mujer. —Se rio—. ¿Te gustaría cenar conmigo esa noche?
Mierda.
¿Qué podía decirle para no quedar mal? Me sentía una desalmada rechazándole tal cual después del desplante que le hice. Pero no tenía ninguna intención de celebrar ese día, y menos todavía con él.
—Bueno… me lo pensaré. Te diré algo, ¿vale?
Él pareció satisfecho y sonrió como si le hubiera dicho que sí. Se despidió con una reverencia, como si yo fuera una dama del siglo xviii y continuó su camino.
Suspiré. Daniel me interrogó más tarde, pues el tal Alex le había comentado que me lo pediría. Le reprendí por no detenerle de hacerlo.
Cuando tocó mi visita a Kyle iba con la idea de que me ignoraría