Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel - Carl Friedrich Keil


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Desde ese fondo se entiende el hecho de que el libro haya sido dividido en dos partes, una histórica y otra profética.

      Para descubrir la verdadera división del libro, debemos comenzar precisando el significado de los incidentes históricos recogidos en Dan 3-6, a fin de que podamos determinar su relación con las visiones de Dan 2 y Dan 7. Los dos capítulos que están en el centro de Dan 3-6 (es decir, Dan 4-5) se parecen en esto a Dan 2, pues hablan de revelaciones dirigidas a dos dueños del poder del mundo, revelaciones que tratan del juicio que ellos mismos han suscitado por su gran orgullo y por la violencia suscitado contra el santuario del Dios viviente.

      A Nabucodonosor, fundador del poder mundial, que se había enorgullecido (cf. Dan 4) por haber edificado la gran ciudad de Babilonia como residencia real por su gran poder, le fue revelado en un sueño que él sería arrojado de su altura y abajado entre las bestias del campo, hasta que aprendiera y reconociera que solo el Altísimo domina sobre los reinos de los hombres. Al rey Baltasar (Dan 5), en medio de un banquete desenfrenado, en el que profanaba los vasos sagrados del templo santo de Jerusalén, le fue revelada su muerte y la destrucción de su reino, a través de unas palabras escritas a mano en el muro. En ambos casos, Daniel tuvo que explicar a esos reyes la revelación divina que se cumpliría poco después.

      Los otros dos capítulos (Dan 3 y 6) muestra los intentos de los gobernantes del mundo para obligar a los siervos del Señor a que les ofrecieran reverencia a ellos y a sus imágenes, y la forma maravillosa por la que Dios liberó de la muerte a los fieles confesores de su nombre. Estos cuatros acontecimientos (de Dan 3-6) tienen, además de su valor histórico, una importancia profética: Ellos muestran la forma en que los soberanos del mundo, cuando ellos utilizan mal su poder, en una línea de idolatría de sí mismos, en oposición al Señor y a sus siervos, serán humillados y derribados por Dios, mientras que, por el contrario, los auténticos confesores del Nombre de Dios, serán maravillosamente protegidos y elevados.

      A fin de presentar este significado profético, Daniel ha recogido esos acontecimientos e incidentes en su libro. Además, por razones cronológicas y de contenido ha introducido Dan 2 y Dan 7 entre esas visiones, para precisar de manera más clara el lugar que el poder del mundo ocupa en relación con el Reino de Dios. En esa línea, toda la primera parte del libro (Dan 2-7) trata del poder del mundo y de su desarrollo en relación con el reino de Dios.

      Y así podemos decir con Kliefoth1 que “Daniel 2 ofrece una visión de conjunto de la evolución histórica del poder del mundo, una visión que Dan 7 ha desarrollado de un modo conjunto al final de esta primera parte de su libro. Por su parte, los capítulos intermedios (Dan 3-6) muestran con ejemplos concretos la naturaleza y sentido del poder del mundo, y su forma de actuar, en oposición al pueblo de Dios”.

      Si fijamos ahora nuestra atención en la segunda parte (Dan 8-12) descubriremos que las visiones de Dan 8 y 10-12 profetizan opresiones del pueblo de Dios por parte de un poderoso enemigo de Dios y de sus santos, que surgirá del tercer reino mundial. Desde ese fondo Auberlen2 distingue las dos partes del libro. La primera parte del libro desarrolla y presenta una visión de todo el desarrollo de los poderes mundiales desde un punto de vida de la historia universal, mostrando la forma en que el Reino de Dios triunfará al final sobre todos ellos. Por el contrario, sigue diciendo Auerleben, la segunda parte sitúa ante nuestros ojos el despliegue de los poderes mundiales en su relación con Israel, en un futuro próximo, antes de la aparición ya predicha (cf. Dan 9) de Cristo en la carne.

      Pero esta manera de presentar la distinción entre las dos partes del libro no responde a lo que dice Dan 9, 24-27 sobre la primera aparición de Cristo en la carne, ni a lo que Dan 11, 36−12, 7 profetiza sobre el Anticristo. En contra de esa visión de Auberlen, como Klief. ha puesto justamente de relieve, la segunda parte trata del Reino de Dios y de su desarrollo en relación con el poder del mundo.

      Como Dan 2 forma el punto central de la primera parte de Daniel, así Dan 9 constituye el centro de la segunda, reuniendo todo su argumento. Y como Dan 2 presenta toda la evolución histórica de los poderes del mundo desde los días de Daniel hasta el final, así, por otra parte, Dan 9 presenta toda la evolución histórica del reino de Dios desde los días de Daniel hasta el final.

      Pues bien, la visión que precede a Dan 9 (esto es, la de Dan 8), y la que sigue (cf. Dan 10-12), predice una incursión violenta de un enemigo insolente que surgirá del reino mundial de Javán (Grecia), oponiéndose al reino de Dios. Pero ese reino perverso que brota de Javán acabará siendo destruido, en el tiempo fijado por Dios. En esa línea, como muestra una comparación de Dan 8 y Dan 7, y de Dan 11, 21-35 y Dan 11, 36-44 (con Dan 12, 1-3) habrá un asalto del último enemigo, en el que se centra la violencia del cuarto poder mundial (alcanzando su más alta hostilidad en contra del reino de Dios), pero la violencia de ese poder será también destruida en el juicio del final.

      Estas dos visiones, la segunda de las cuales no es más que un desarrollo posterior de la primera, no hacen otra cosa que mostrar al pueblo de Dios que las guerras y opresiones con las que han de enfrentarse en un tiempo cercano y en un futuro remoto para su santificación y para la confirmación de su fe, hasta el cumplimiento final del reino de Dios por la resurrección de los muertos y el juicio del mundo, sirven al mismo tiempo para fortalecer a los verdaderos siervos de Dios con seguridad de una victoria final en medio de estos duros conflictos. La forma en que aparecen las profecías se encuentra también en armonía con esta visión de los contenidos del libro.

      En la primera parte, que se ocupa de los poderes del mundo, el receptor de la revelación es Nabucodonosor, el fundador del primer poder mundial. A él se le comunica no solo la profecía relacionada con él de un modo personal (Dan 4), sino también aquella en la que se despliega todo el desarrollo del poder del mundo (Dan 2). Por su parte, a Daniel se le ofrece solo la revelación que trata de la relación del poder del mundo, en su desarrollo, con el reino de Dios, de manera que esa nueva revelación sirve, en cierto sentido para confirmar la comunicada a Nabucodonosor. También Baltasar, como portador del poder del mundo recibe una revelación de Dios (Dan 5). Por el contrario, en la segunda parte, que expone el desarrollo del reino de Dios, es solo Daniel, que “por nacimiento y fe es un miembro del reino de Dios”, es quien puede recibir una profecía. Con esto concuerda el cambio de idioma del libro.

      La primera parte (Dan 2-7) trata del poder del mundo y de su desarrollo, y está escrita en caldeo, que era entonces el idioma de los poderes del mundo. La segunda parte (Dan 8-12) trata del reino de Dios y de su desarrollo, como lo muestra Dan 1, donde se expone la forma en que Daniel, siendo israelita, fue llamado para ser un profeta de Dios, está escrita en hebreo, que es el lenguaje del pueblo de Dios. Vemos según eso que el motivo que exponen las dos partes del libro es la fortuna del poder del mundo (parte primera) y el desarrollo del reino de Dios (parte segunda) (cf. Auberlen, p. 39 y Klief. p. 44)3.

      Por estas razones, hemos llegado a la certeza de que el libro de Daniel forma un todo orgánico, como se reconoce actualmente, de un modo general, y así podemos afirmar que fue compuesto por un profeta, conforme a un plan que responde a una iluminación superior.

      Por su contenido histórico y profético, el libro de Daniel responde a las circunstancias del tiempo en que surgió, conforme a sus propias afirmaciones, y también al lugar que el receptor de la visión, que era el profeta de su nombre (Dan 7, 2; 8, 1; 9, 2; 10, 2), ocupaba durante el exilio. Si el exilio tiene la importancia que ya hemos descrito en Dan 2, en relación al despliegue de la revelación divina, tal como aparece ante nosotros en el Antiguo y el Nuevo Testamento, debíamos esperar que en el tiempo del exilio hubiera surgido un libro que contuviera los recuerdos que hallamos en este.

      Las profecías y los milagros responden esencialmente no solo a la realización general del plan de la salvación, sino que se han manifestado especialmente en todos los períodos críticos de la historia del reino de Dios; por eso, no nos puede resultar extraño que encontremos milagros en las partes históricas de este libro ni tampoco que encontremos profecías, con sus predicciones particulares.

      Por lo que responde a los milagros, debemos recordar que la historia de la redención en el Antiguo y Nuevo Testamento presenta cuatro grandes períodos,


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