Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil
de los israelitas por el desierto de Arabia. (2) El tiempo de Elías y Eliseo, ya en la tierra prometida. (3) El tiempo de Daniel, en el exilio de Babilonia. (4) El período que va desde la aparición de Juan Bautista hasta la ascensión de Cristo a los cielos. Tenemos pues dos tiempos de la fundación de la Antigua y Nueva Alianza y dos tiempos de la liberación del pueblo de Israel.
De estas cuatro épocas históricas, la primera y la cuarta se corresponden entre sí, y también la segunda y la tercera. Pero si tenemos en cuenta que el período mosaico contiene dos momentos (liberación de Israel de Egipto y establecimiento del reino de Dios en el Sinaí), y si nos detenemos en el primero de esos m omentos, podremos afirmar que el período mosaico se parece al del exilio, por la razón que sigue: en ambos casos, el tema es la liberación de Israel de la sujeción bajo el poder mundial de los paganos, y en ambos casos la liberación sirve como preparación para la fundación del reino de Dios. En el primer caso tenemos la liberación de Israel del cautiverio de Egipto, y en el segundo la liberación del exilio de Babilonía para la fundación del Nuevo Testamento de Jesús.
En ambos momentos, el poder mundial pagano ha derrotado externamente al pueblo de Dios y le ha reducido a la esclavitud, queriendo lograr su destrucción. Sin embargo, en ambos casos, el Señor Dios, no queriendo que su obra de redención fuera frustrada por los hombres, ha debido revelarse con maravillas y signos ante los paganos, como el Señor y Dios todopoderoso en el cielo y en la tierra, obligando a los opresores de su pueblo, con grandes juicios, a que reconozcan su omnipotencia y su eternidad divina, de manera que así aprendan a temer al Dios de Israel y dejen en libertad a su pueblo.
En el tiempo de Moisés era necesario mostrar a los egipcios y al faraón, que había dicho a Moisés “¿quién es el Señor para que yo obedezca su voz y deje salir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni dejaré salir a Israel”, que el Dios de Israel era Yahvé el Señor, y que solo él, y no sus dioses, como ellos pensaban, era el Señor de su tierra, de manera que no había ningún otro como él en todo el mundo (Ex 7, 17; 8, 18; 9, 14. 29).
Y así como el faraón no lo reconoció, ni quiso conocerlo, tampoco quisieron conocerlo Nabucodonosor, ni Baltasar, ni Darío, en los tiempos del exilio. Los paganos solo reconocían el poder de sus dioses según el poder del pueblo que les honraba, de manera que el Dios de los judíos, a quienes ellos habían subyugado por las armas, aparecía naturalmente ante ellos (ante lo caldeos y sus reyes) como un Dios inferior y débil, lo mismo que había aparecido ante los asirios (Is 10, 8-11; 36, 18-20).
Los paganos no comprendían que Dios había entregado a su pueblo judíos en sus manos, para que ese pueblo fuera castigado por ellos (los paganos), a causa de que se había separado de él por su infidelidad. Pues bien, Dios solo podía disipar y superar ese engaño, por el que no solo se entendía mal y se destruía su honor de verdadero Dios, sino que se corría el riesgo de que se frustrara la intención por la cual él había enviado a su pueblo al exilio de los paganos. Por eso, revelándose a sí mismo, como él había hecho una vez en Egipto, debía actuar una vez más ahora, en el exilio de Babilonia, mostrándose a sí mismo como Señor y Soberano de todo el mundo.
La similitud de circunstancias requería revelaciones maravillosas semejantes de Dios. Por esta razón se realizaron milagros en el exilio, lo mismo que se habían realizado en Egipto, milagros que mostraran la omnipotencia del Dios de los israelitas, y la incapacidad de los dioses paganos. Por eso, la forma en que Dios actuó en ambos casos fue en general la misma. Dios mostró en sueños a los reyes paganos, al Faraón (Gen 41) y a Nabucodonosor (Dan 2) aquello que los magos paganos no eran capaces de interpretar, y por eso, los siervos de Yahvé (José y Daniel), que pudieron interpretar esos sueños, fueron elevados como altos oficiales y ministros del Estado, en el que ejercieron su influencia como salvadores de sus pueblos. De esa manera, Dios mostró su omnipotencia por milagros que rompían y superaban el curso de la naturaleza.
Lógicamente, las revelaciones de Dios en Egipto y en el exilio de Babilonia se parecen entre sí. Pero las acciones de Dios reveladas en el libro de Daniel no son meras copias de aquellas que habían sido realizadas en Egipto, aunque de algún modo se repiten. El hecho de que no sean meras copias s muestra claramente por la manifiesta diferencia que existe en algunos detalles entre las dos. De los dos caminos en los que Dios se revela a sí mismo como el único verdadero Dios, por las maravillas de su poder y por la omnisciencia de sus predicciones, nosotros vemos que en Egipto prevalece el primer caso (maravillas del poder divino), mientras que en el exilio destaca el segundo (predicciones).
Dejando a un lado el caso del sueño del José (en el nacimiento de Jesús), en el tiempo del cautiverio en Egipto, Dios habló al Faraón solamente por Moisés, y se mostró a sí mismo como Señor de todo el mundo solo a través de las plagas. Por el contrario, en el Exilio de Babilonia, Dios mostró su omnipotencia solo a través de los dos milagros de la liberación de Daniel del foso de los leones, y de la liberación de los tres amigos de Daniel del horno ardiente. En ese contexto del exilio, todas las restantes revelaciones de Dios consisten en el anuncio profético del curso del desarrollo de los reinos del mundo y del reino de Dios.
En esa línea, además del objeto general de todas las acciones de Dios, que consiste en revelar a los hombres la existencia del Dios invisible, las revelaciones en el tiempo del exilio tenían un objeto específico distinto del de aquellas que habían sucedido en Egipto.
−En Egipto, Dios quería romper el orgullo del Faraón y la resistencia a su voluntad, para que dejara salir a los israelitas. Y esto solo podía alcanzarse a través de los juicios y castigos que cayeran sobre la tierra de Egipto y sobre sus habitantes, manifestando la gloria del Dios de Israel como Dios en la tierra de Egipto y sobre toda la tierra.
−Por el contrario, en el exilio de Babilonia, el objetivo era el de destruir el engaño de los paganos, que creían que el Dios del pueblo subyugado de Judea no era más que un Dios nacional impotente, para mostrar así a los gobernantes del mundo que el Dios de este pueblo tan humillado era, sin embargo, el único Dios verdadero, que reina sobre toda la tierra, y que determina con su sabiduría y omnisciencia los asuntos de los hombres.
De esa manera, tal como rectamente dice Caspari, en sus Vorlesungen ueber das B. Daniels, p. 20, Dios quería mostrar “a través de sus grandes revelaciones su omnipotencia y su omnisciencia, mostrando que él está exaltado infinitamente sobre los dioses y sobre los sabios del mundo, por encima de todos los poderes de la tierra”. Caspari sigue diciendo:
Los sabios del poder mundial caldeo, es decir, los así llamados magos, pensaban que ellos eran los poseedores de la mayor sabiduría, y como tales se les tenía, pensando que ellos habían recibido de los dioses su sabiduría. Por eso, Dios debía mostrar, por las grandes revelaciones de su omnisciencia, que solo él es Omnisciente, por encima de todos los sabios, y que el conocimiento de sus dioses es nada…
El poder mundial pagano tiene la arrogancia de pensar que actúa de un modo independiente: que dirige y gobierna todo el mundo, y que, en cierto sentido, el mismo futuro está en sus manos. Por eso, el Señor Verdadero debe mostrarle que ese poder mundano no es más que un instrumento en sus manos, para llevar adelante sus planes, porque solo él es el verdadero agente de la historia, porque solo él dirige el curso de todo el mundo, mostrando así que todo lo que sucede con el pueblo de Israel es obra suya.
Por esa razón, Dios debe mostrar que todo el futuro está abierto ante él, que él lo conoce todo, incluso en sus mínimos detalles, que todo se halla abierto como un mapa ante sus ojos, de manera que él es el dueño de la historia, porque solo aquel que conoce todo el futuro puede ser también el que gobierna todo el despliegue del mundo. La omnipotencia no se puede separar de la omnisciencia.
Solo a través de tales actos de Dios se puede destruir la fe que los paganos tienen en la realidad y el poder de sus dioses, a través de la caída y destrucción de un poder mundial, uno tras el otro. Solo de esa manera, a través de esas predicciones, los paganos pueden ser preparados para la aparición del Salvador que ha de surgir de Judá.
Pero, en primer lugar y ante todo, todas las revelaciones de Dios estaban dirigidas a Israel, como lo fueron las maravillosas manifestaciones de la omnipotencia y omnisciencia divina en el exilio, tal como se recogen en