Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel - Carl Friedrich Keil


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surge del hecho de colocar a Daniel entre Noé y Job (Ez 14, 14), y, al mismo tiempo la ocasión para pensar en un personaje histórico o mitológica de la antigüedad, de cuya especial sabiduría no puede encontrarse ni rastro en otro lugar.

      Lo que Ezequiel dice de Daniel en los dos lugares en los que le cita concuerda perfectamente con el Daniel del libro. Cuando Ezequiel (Ez 28, 3) dice el rey de Tiro: “Tú te tomaste como más sabio que Daniel, no hay nada que esté escondido para ti”, no puede negarse la referencia a Daniel, a quien Dios había concedido un conocimiento profundo en todo tipo de visiones y sueños, de tal forma que él sobresalía por diez veces sobre todos los sabios de Babilonia en Sabiduría (Dan 1, 17-20).

      En esa línea, tanto Nabucodonosor (Dan 4, 6) como la reina madre de Dan 5, 11 le miraban como a un hombre dotado con el espíritu y la sabiduría de los dioses, superior a la que el soberano de Tiro se atribuía a sí mismo de un modo auto-idolátrico. La opinión que se expresa también sobre Daniel en Ez 14, 14 y 14, 20 se refiere sin duda alguna al Daniel de este libro.

      Ezequiel nombra a Noé, Daniel y Job, como hombres piadosos, quienes por su justicia ante Dios salvaron sus almas (es decir, sus vidas) en medio de severos juicios. Con esta afirmación él intentaba impresionar de algún modo a sus oyentes, y eso significa que los hechos relacionados con la salvación de sus vidas deberían ser bien conocidos. Una confirmación de esto se puede encontrar fácilmente en las Sagradas Escrituras, para el caso de Noé (salvado del diluvio) y de Job (salvado de la prueba y rehabilitado), pero la Escritura no dice nada de la salvación un Daniel de la antigüedad.

      Pues bien, siendo así las cosas, los lectores u oyentes de Ezequiel solo podían pensar en Daniel de su propio tiempo, quien no solo rechazó, por reverencia a la ley de Dios los alimentos de la mesa del rey, poniendo su vida en peligro, y que por tanto fue bendecido por Dios con buena salud corporal y mental; por otra parte, cuando se había publicado el decreto diciendo que los sabios que no resolvieran el sueño de Nabucodonosor serían condenados a muerte, confiando en que Dios podría revelarle por su oración el sueño del rey, Daniel salvó su propia vida y la vida de sus compañeros.

      Por esa razón, y por razón de haber revelado el sueño del rey, con la ayuda de Dios, Daniel fue nombrado gobernante sobre la provincia de Babilonia y jefe de todos los sabios de Babilonia, de tal forma que su nombre fue conocido en todo el reino, y su fidelidad a la ley de Dios y a su justicia fue alabada por todos los cautivos de Judá en Caldea, que sabían así que Dios le había salvado la vida, lo mismo que a Noé y Job.

      Esto es lo que decimos respecto a la evidencia externa contra la autenticidad del libro de Daniel. Su lugar en el canon, entre los Ketubim, corresponde al lugar que Daniel ocupaba en el reino de Dios bajo el Antiguo Testamento. La pretendida falta de referencia a este libro y a sus profecías en Zacarías y en el libro de Jesús Sirach resulta falsa cuando la examinamos de un modo más preciso: No solo Jesús Sirach y Zacarías conocieron y entendieron las profecías de Daniel, sino incluso Ezequiel le presenta y alaba como un modelo brillante de justicia y sabiduría.

      Si ahora volvemos nuestra atención a la evidencia interna que se alega en contra de la autenticidad de este libro, el hecho de que los oponentes a ella evoquen los nombres griegos de ciertos instrumentos musicales mencionados en Dan 3 no implica ninguna objeción en contra de la fuerza de nuestro argumento a favor de la autenticidad del libro y de su datación en tiempo del exilio en babilonia y de los primeros reyes medo-peras.

      En la lista de los instrumentos de música que se tocaban en la inauguración de la imagen de oro de Nabucodonosor aparecen tres nombres de origen griego: sArt'yqi = κίθαρις, hy"ën>Poæm.Ws = συμτηωνία, y ‘!yrITen>s;P. = ψαλτήριον (Dan 3, 5.7.10. 15). A estos se añade akBs = σαμβύκη, pero sin razón, pues, conforme al testimonio de Athen. y Estrabón la σαμβύκη, σάμβυξ, ζαμβίκη era origen extranjero, sirio, es decir, semítico y la voz σαμβύκη no tiene ningún sentido etimológico en griego (cf. Gesenius, Thes. p. 935).

      Es indudable que los tres restantes nombres tienen un origen griego, pero nadie puede negar que en el tiempo de la supremacía caldea esos instrumentos podían haber sido llevados del este de Grecia a la zona superior de Mesopotamia, lo que responde a los hechos históricos (Kran.). En el tiempo de Nabucodonosor no solo había intercambios entre los habitantes de la zona superior de Mesopotamia y los jonios de Asia Menor, como piensa Bleek, sino que, según Estrabón (XIII, 2, 3), en el ejército de Nabucodonosor se había enrolado Antiménidas, el hermano del poeta Alceo, luchando victoriosamente a favor de los babilonios, como indica M. v. Nieb, en su Gesch. Assurs, p. 206, a la cabeza de una banda de proscritos que se habían ligado al rey de Babilonia.

      Por otra parte, conforme al testimonio de Abydenos, citado en Eusebio, Chr. Arm. ed. Aucher, I. 53, hubo soldados griegos que siguieron al asirio Esahardon (Axerdis) en su marcha a través de Asia. Y según Beroso (Fragm. hist. Graec. ed. Mller, II. 504), Senaquerib había realizado ya una guerra victoriosa en contra de un ejército griego que había invadido Cilicia.

      Por otro lado, las excavaciones recientes en Nínive confirman cada vez más que hubo un intenso contacto entre los habitantes de la Alta Mesopotamia y los de Grecia, a lo largo de un período que empezó mucho antes del tiempo de Daniel, de manera que la importación de instrumentos griegos en Nínive no era algo en modo alguno extraño y mucho menos pudo serlo en el tiempo de la supremacía caldea en Babilonia, la ciudad de los mercaderes, como la llama Ezequiel (17, 4. 19), de manera que en el tiempo de Josué pudo hallarse entre los cananeos una vestimenta de origen babilonio (Jos 7, 21).

      Pues bien, en contra de lo que sigue afirmando Sthälin (Einleit. p. 348) cuando dice que los babilonios podían tener algún conocimiento de los instrumentos musicales griegos, pero que hay una gran diferencia entre eso y el hecho de utilizarlos en las grandes festividades, en las que solían prevalecer los instrumentos antiguos, debe responderse que esta fijación a las costumbres antiguas en tiempos de Nabucodonosor está en contra de todo lo que conocemos de este rey. Algunos siguen afirmando que las palabras psalterium y symphonia se utilizaron por primera vez entre los griegos hacia el año 150 a.C., pero eso va en contra del hecho de que se ha encontrado la figura de un πσαλτήριον en el monumento de Senaquerib5.

      Pues bien, si a través del comercio antiguo, realizado básicamente por fenicios, los instrumentos griegos habían sido llevados hasta la Alta Mesopotamia, no puede resultar extraño que encontremos sus nombres griegos en Dan 3, pues, como todo el mundo sabe, generalmente se siguen manteniendo los nombres extranjeros para los artículos importados de otros pueblos.

      Más importancia tienen para el tema de la autenticidad del libro las improbabilidades y los errores históricos que se dice que aparecen en las narraciones históricas de este libro. Son las siguientes:

      (1) La falta de armonía entre la narración de la incursión de Nabucodonosor en Judá en Jer 25, 1; 46, 2 y la afirmación de Dan 1, 1, en la que se dice que este rey vino en contra de Jerusalén en el año tercero de Joaquín, que sitió la ciudad y que llevó cautivos a Babilonia a Daniel y a otros jóvenes hebreos, mandándoles que durante tres años se educaran en la sabiduría de los caldeos. Pues bien, en contra de eso, en Dan 2 se dice que Daniel interpretó el sueño del rey ya en el año segundo de su reinado, cosa que solo pudo haber sucedido al final de este período de educación.

      Esta inconsistencia entre Dan 1, 1 y Jer 26, 2; 25, 1 y entre Dan 1 y Dan 2 sería significativa en el caso de que la afirmación de que Nabucodonosor sitió Jerusalén en el año tercero del reino de Joaquim, como se menciona en Dan 1, 1 implicara que eso lo hizo en el año 3 después de su ascenso al trono. Pero, conforme a la observación de Wieseler (Die 70 Wochen u. die 63 Jahrwochen des Proph. Daniel, p. 9), la supuesta oposición entre Dan 1 y Dan 2 es tan grande que ella no puede atribuirse ni a un Pseudo-Daniel; por eso, ella nos lleva a sospechar que, en el momento del asedio de Jerusalén y en el del comienzo del cautiverio de Daniel, Nabucodonosor no era todavía de hecho rey de Babilonia.

      El sueño de Nabucodonosor en Dan 2, 1 se sitúa expresamente en el año segundo de su reinado (tWklM). Por el contrario, en Dan 1 afirma que Nabucodonosor


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