Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil
y sus compañeros, siendo nombrados para el servicio del rey, reciben nombres nuevos, dos de los cuales derivan de los ídolos caldeos.
Ese conocimiento se muestra también en el hecho de que los alimentos son servidos de la mesa del rey (Dan 1, 5), y en el mandamiento de convertir en basurero las casas de los magos (Dan 2, 5) que fueron condenados a muerte; lo mismo en la pena de muerte mencionada en Dan 2, 5 y 3, 6, y en el hecho de ser partido en pedazos y arrojados en el horno ardiente de fuego, que vemos en Ez 16, 10; 23, 47; 29, 29, con otras pruebas que nos muestran costumbres en uso entre los caldeos, mientras que entre los medo-persas se cita el castigo de ser arrojado al foso de los leones (Dan 6, 8. 13 ss).
La afirmación sobre el vestido que llevan los compañeros de Daniel (Dan 3, 21) concuerda con un pasaje de Heródoto I, 195; y la exclusión de mujeres de las fiestas y banquetes está confirmada por Jenofonte, Ciropedia v. 2, y por Curtio, v. 1, 38. Sobre la referencia de Dan 2, 5. 7 a los sacerdotes y sabios de los caldeos, véase lo que dice Fr. Mnter (Religion der Babyl. p. 5): “Lo que los primeros profetas de Israel recuerdan en relación con la religión de los caldeos responde bien a las noticias que encontramos en Daniel, y con ellas concuerdan perfectamente las tradiciones preservadas por Ctesias, Herodot, Beroso y Diodoro”.
Compárese lo que ha puesto de relieve P. F. Stuhr (Die heidn. Religion. des alt. Orients, p. 416ss) en relación con los caldeos, como la primera clase de sabios de Babilonia. Un conocimiento igualmente íntimo con los hechos puede verse en las afirmaciones que hace el autor de este libro en relación con el gobierno y los oficiales del Estado de los reinos de los caldeos y de los medo-persas (cf. Hgstb., Beitr. I. p. 346).
Las partes proféticas de este libro prueban también de un modo manifiesto su origen en el tiempo del exilio de Babilonia. La fundación del reino mundial por Nabucodonosor forma el punto de partida de la profecía sobre los reinos del mundo: “Conoce, oh rey”, le dice Daniel al interpretar su sueño de las monarquías del mundo, que “tú eres la cabeza de oro” (Dan 2, 37). Desde aquí se entienden las visiones profetizadas por Daniel sobre los reinados de Baltasar el Caldeo, Darío el Medo y Ciro el Persa (cf. Dan 7, 1; 8, 1; 9, 1; 10, 1)
Con esto concuerda la circunstancia de que de los cuatros reinos del mundo solo los tres primeros han sido históricamente explicados, es decir, la monarquía de Nabucodonosor la primera (Dan 2, 37), después el reino de los medos y de los persas, y en tercer lugar el reino de Javán, en el cual, tras la muerte del primer rey, se dice que surgirán cuatro reinos, extendidos hacia los cuatro vientos del cielo (Dan 8, 20-22). De los reyes del reino medo-persa solo se nombran Darío el Medo y Ciro el Persa, en cuyo tiempo vivió Daniel. Además de eso, solo se nombra el surgimiento de cuatro reyes de los persas, con la expedición guerrera del último en contra del reino de Javán, así como la ruptura y división por los cuatro vientos de la tierra (Dan 11, 5-19) del reino del rey victorioso de Javán.
De los cuatro reinos que brotan de la monarquía de Alejandro el Macedonio no se dice en particular nada en Dan 8, y en Dan 11, 5-9 solo se predicen una serie de guerras entre el rey del sur y el rey del norte, con el surgimiento de un rey audaz, que después de haber fundado su reino en la violencia, volverá su poder contra el pueblo de los santos, para devastar el santuario y poner fin al sacrificio diario, algo que, según Dan 8, 23, sucederá al fin de esos cuatro reinos.
Por más que la descripción que Dan 8 y Dan 11 ofrece del rey audaz sea completa y en algunos de sus rasgos, sin embargo, ella no incluye en ningún momento detalles históricos, de forma que no va más allá de las fronteras de la profecía, ni ofrece datos históricos tomados de curso concreto de la historia. En ese contexto, conforme a la opinión de Kran. (pag. 58) “la profecía de Daniel no contiene ningún dato particular que (a no ser el cumplimiento de la visión) vaya más allá del desarrollo consecuente del pensamiento teocrático en casos como este”.
Pues bien, en ese contexto debemos responder que esa opinión no está de acuerdo con el factor sobrenatural de la profecía, pues ni la profecía del desarrollo del poder del mundo en cuatro reinos sucesivos, ni la descripción especial de la aparición y despliegue de esos reinos del mundo puede concebirse ni mirarse como una mera explicación de los pensamientos teocráticos. A pesar de ello, la observación del mismo teólogo, cuando afirma que las profecías especiales de Dan 8 y 9 no describen de un modo estricto los hechos históricos en los que encuentran su cumplimiento, de manera que son fundamentalmente, de manera que lo que aquí se dice se distingue plenamente de los así llamados apocalipsis judíos que encontramos en el fondo la Sibilas judías, en el libro de Henoc y en el de Esdras (4 Esdras), que vienen después del libro de Daniel.
Lo que Daniel profetiza en relación con los reyes de Persia que suceden a Ciro, en relación con el reino de Javán y su división después de la muerte de su primer rey en cuatro reinos etc., no lo pudo hacer en virtud de un desarrollo independiente de sus pensamientos proféticos, sino solo en virtud de una revelación divina de tipo directo, Pues bien, esa revelación no puede entenderse como una predicción inmediata y precisa de las cosas que han de suceder, a modo de crónica, sino que ofrece una visión general del destino de la historia, que se expresa en tres reinos históricos (el babilonio, el medo-persa y el javánico, que culmina en Antíoco Epífanes), para abrirse después en un reino de maldad total que comienza con los romanos y que culmina en el Anticristo del fin de los tiempos, con la venida victoriosa de Cristo, en los últimos tiempos, y la instauración del reino de Dios (Num 24, 24; cf. Joel 4, 6; 3, 6)
Conforme a la visión de Daniel, el destino histórico de los reinos del mundo no se extiende ni se explica más allá del reino de Javan y de los barcos de Kitim (Dan 11, 30), remitiendo hacia atrás a Num 24, 24, donde se ponen límites al deseo de conquista del rey audaz que surgió del tercer reino mundial. El cuarto reino mundial (iniciado por los romanos) se describe de un modo general, pero sin precisiones históricas de ningún tipo.
Ese cuarto reino, que desemboca en el Anticristo, pertenece al otro lado del horizonte histórico del profeta, a pesar de que en la edad de los Macabeos el despliegue del poder romanos, buscando el poder sobre el mundo, era ya tan bien conocido, de manera que los traductores alejandrinos, sobre la base de los hechos históricos, interpretaron la llegada de los barcos de Kitim diciendo: ἣξουσι ̔Ρωμαῖοι (llegarán los romanos).
La ausencia de toda referencia histórica al cuarto reino mundial (iniciado por los romanos) ofrece un argumento muy valioso a favor del origen antiguo de este libro de Daniel durante el tiempo del exilio (bajo babilonios y medo-persas), porque en el tiempo del exilio de Babilonia Roma quedaba todavía fuera del círculo de visión de los profetas de la Escritura, ya que en ese momento el imperio romano no había venido a relacionarse todavía con las naciones dominantes que estaban ejerciendo su influencia en el destino del Reino de Dios. Ese estado de cosas era ya totalmente distinto en la edad de los macabeos, porque ellos conocían el poder de Roma y enviaron mensajeros con cartas a Roma, proponiendo entrar en una liga con los romanos (cf. 1 Mac 8, 12).
El contenido de Dan 9 concuerda aún menos que el de las visiones anteriores sobre los reinos del mundo con la edad de los macabeos. Tres siglos y medio después del cumplimiento de la profecía de Daniel sobre la desolación de Judá, después que Jerusalén y el templo habían sido reconstruidos hacía largo tiempo. Pues bien, en ese tiempo no podía caber en la mente de ningún judío poner en la boca de Daniel, un profeta del exilio, una oración penitencial por la restauración de la ciudad santa, ni presentar a Daniel como diciendo que la profecía de Jeremías, de los setenta años de desolación de Jerusalén, no se había aún cumplido, sino que se cumpliría solo después de setenta semanas de años, en contra del testimonios de Esdras, o, conforme a los críticos modernos, después del autor de los libros de Crónicas y de Esdras, que vivían al fin de la era persa, pues ellos sabían bien que Dios, para cumplir la palabra proclamada por el profeta Jeremías, había impulsado a Ciro, rey de Persia, para que enviara un edicto a lo ancho de todo su imperio, moviendo a los judíos para que retornaran a Jerusalén, mandándoles que reedificaran el templo (2 Cron 36, 22; Es 1, 1-4).
En conclusión, tomando en cuenta el espíritu religioso de este libro, podemos afirmar que los que se oponen a su autenticidad, tienen pocos dones de διάκρισις πνευμάτων