Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel - Carl Friedrich Keil


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que hizo cesar el sacrificio diario y que devastaría el santuario, amenazando con destruirlo, no dejando ningún lugar para el pensamiento de un posible cambio de mente ni de su conversión.

      Según eso, el autor de estas profecías no puede haber seguido en su libro las tendencias que le atribuyen los críticos modernos. Por lo tanto, en el fondo de lo que supone esa tendencia hay una completa falta de comprensión del espíritu que está en el fondo de las partes históricas del libro de Daniel.

      Las narraciones que se refieran a Nabucodonosor, su sueño, la consagración de la estatua de oro y su conducta después de su recuperación de la locura, lo mismo que aquellas que se refieren a Darío (Dan 6) no pudiera ser inventadas, o, al menos, no pudieran ser inventadas por un judío macabeo, porque a lo largo de la historia pre-exílica no hallamos en ningún lugar unos personajes orgullosos que correspondan a la figura psicológica de esos caracteres del libro de Daniel.

      Ciertamente, el Faraón ensalzó a José, que interpretó su sueño, haciéndole gobernante principal de su reino, pero no vino a su mente el deseo de honrar al Dios que le reveló en sueños lo que había de acontecer en su reino (Gen 41). Para las restantes narraciones de este libro no hallamos tampoco en el Antiguo Testamento ejemplos que pudieran relacionarse con ellas. Y las semejanzas entre las experiencias de la vida de José y las de Daniel solo son de tipo muy general: Que ambos reciben de Dios el don de interpretar sueños y que por medio de ese don ambos ayudan y liberan a su pueblo13.

      Sin embargo, en el nivel de los detalles concretos, Daniel es tan diferente de José que el conjunto de su fisionomía, tal como se encuentra en este libro, no puede tomarse como una copia de la historia de José. Menos aún podemos tomar las narraciones de Daniel como composiciones poéticas, porque los rasgos de Nabucodonosor y de Darío el Medo son esencialmente distintos de la visión dominante del judaísmo del tiempo de los macabeos en relación con los paganos.

      La relación de estos dos genuinos reyes paganos con las revelaciones de Dios muestra una receptividad ante la forma de actuar del Dios vivo en la historia de los hombres que no aparece en ningún otro lugar, ni antes ni después del exilio, entre los escritos de los judíos en relación con los paganos. Esta visión de esas figuras no ha podido ser inventada, sino que ha sido tomada de la historia real esos reyes, y solo puede ser entendida si es que las maravillas de la omnipotencia y gracia divina que narra el libro de los reyes sucedieron realmente.

      Pues bien, igual que sucede en las narraciones históricas, tampoco en las visiones de Daniel encontramos nada que nos lleve a pensar que el autor del libro es del tiempo de Antíoco Epífanes. Esa tendencia a vincular el libro de Daniel con un autor macabeo, deriva solo de la visión arriba criticada de que todas las profecías de Daniel se extienden solo hasta la llegada de ese rey (Antíoco Epífanes) y que con su muerte ha de llegar la destrucción del poder mundano opuesto a Dios, de manera que con el fracaso y muerte de Antíoco llegara el fin del mundo.

      En esa línea, los que se oponen a la autenticidad de este libro quieren apoyarse en su visión de las relaciones entre las profecías de Daniel y los productos pseudo-epigráficos de la apocalíptica judía. Pues bien, en contra de eso, Zndel (Krit. Unter. p. 134ss.) ha probado de forma concluyente la radical diferencia entre las profecías de Daniel y los Oráculos Sibilinos, que, conforme a la opinión de Bleek y Lcke, tienen que haber brotado de una misma fuente, siendo así de tipo homogéneo. Por eso, dado que Zndel ha ofrecido las pruebas esenciales de la diferencia entre Daniel y otros apócrifos judíos posteriores, aquí podemos limitarnos a los elementos fundamentales de su (Zndel, p. 165ss.).

      1)El tema de los dos escritos (Daniel y Oráculos Sibilinos) es totalmente distinto. En Daniel, el vidente se encuentra en una conexión moral con la visión, cosa que no sucede en los Sibilinos. Daniel es un israelita piadoso, cuyo nombre, como hemos visto al referirnos a Ezequiel, era bien conocido durante el exilio caldeo, y durante toda la historia de su vida se mantuvo en conexión inseparable con el argumento de sus profecías. En contra de eso, las Sibilas se mantuvieron fuera de todo control histórico, de manera que sus escritos pueden suponerse de una inmensa antigüedad, en referencia no solo a Israel sino a todas las naciones, es decir, en el período del diluvio, y sus personas desaparecen en la oscuridad apócrifa.

      2)Daniel pide de rodillas a Dios que se manifieste y le revela el tiempo de liberación de su pueblo, de manera que cada una de sus revelaciones constituye al mismo tiempo una respuesta a su plegaria. Por el contrario, la Sibila del tiempo de los macabeos aparece representada de una forma claramente pagana, transportada poderosamente en contra de su voluntad por la palabra de Dios, como en un gesto de locura, y así ella ruega por dos veces, a fin de que pueda descansar y dejar de profetizar”.

      3)Como en el caso de los profetas anteriores, la profecía de Daniel surge de una situación histórica muy precisa, en el momento en el que se despliega el primer gran poder del mundo en Asiria-Caldea; esa profecía se encuentra en una conexión moral práctica con la liberación de Israel, de la que ella se ocupa, después que terminan los setenta años de Jeremías; en esa línea, las cuatro monarquías mundiales que le fueron reveladas están enraizadas en el suelo histórico del tiempo de Nabucodonosor. Por el contrario, en la Sibila del tiempo de la lucha entre los seléucidas y los judíos, no se hace mención de la situación profética, ni de una tendencia de tipo político-práctico. La Sibila tiene, en un sentido claramente alejandrino, un objetivo literario, es decir, el de representar el judaísmo como la religión mundial. La pregunta de Daniel, planteada para Israel y para el mundo (¿cuándo viene el reino de Dios?) surge de una situación real, actual, como si ella solo pudiera responderse por una acción de Dios, mientras que en la Sibila alejandrina solo hay una cuestión de doctrina, a la que la Sibila se siente llamada a responder de un modo teórico, haciendo que los paganos se hagan judíos y se asocien con los judíos.

      4)Finalmente la Sibila carece de un objetivo profético. El objeto profético de Daniel es el poder del mundo en su lucha contra el Reino de Dios. Esta idea histórico-profética es la única determinante, una idea que en Daniel lo penetra todo, y el centro hacia el que se dirige es el fin del poder del mundo, en su desarrollo interior, y en su propia impotencia (falta de poder) en contra del Reino de Dios. Las cuatro formas de poder del mundo están vinculadas con la historia de las naciones y se extienden sobre el tiempo presente. Por el contrario, la Sibila carece de espíritu profético; en su obra no hallamos ningún pensamiento histórico de liberación. La Sibila ofrece una genuina compilación alejandrina de pensamientos proféticos y greco-clásicos, unidos de un modo externo.

      El pensamiento que lo llena todo en la Sibila es el de elevar el judaísmo al rango de una religión mundo, y su mensaje aparece así como una pura reflexión humana sobre el plan divino, que se centra en el hecho de que todas las naciones han de ser bendecidas en Abrahán. Ciertamente, en un sentido, este pensamiento está en el fondo de todos los profetas, como gran pensamiento de la historia del mundo, llegando a su mayor claridad en Daniel y realizándose por el cristianismo. Pero la Sibila ha destruido ese carácter histórico y salvador de la revelación; es decir, lo ha espiritualizado en sentido religioso y lo ha materializado en sentido político:

      La Sibila no se ocupa del Dios vivo y santo de pacto, es decir, de Yahvé, que habita en lo alto y en los contritos de corazón, sino de la divinidad increada y creadora de todas las cosas, un Dios sin distinción en sí mismo, un Dios invisible que ve todas las cosas, que no es macho ni hembra, tal como aparece en un momento posterior en la escuela de Filón. Este es el Dios al que la Sibila presenta ante las naciones en un lenguaje muy elocuente. Pues bien, en la Sibila no encontramos ningún del Dios de Israel, que no solamente ha creado el mundo, sino que tiene un reino divino en la tierra que edificará este reino; en otras palabras, en la Sibila no hallamos ningún del Dios de la historia de la redención, tal como aparece en su gloria en Daniel.

      La profecía histórico materialista de la Sibila corresponde a este espiritualismo religioso. La Sibila quiere imitar las profecías de Daniel, pero desconoce el pensamiento profético fundamental del reino de Dios que se eleva en contra del reino del mundo, de manera que ella copia la historia empírica del mundo: Primero reinará Egipto, luego Asiria, Persia, Media, Macedonia, de nuevo Egipto y entonces Roma” Según eso, la apocalíptica sibilina es fundamentalmente diferente


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