Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil
mismo año aparece en Jer 25, 1 como el primer año de Nabucodonosor rey de Babilonia y está representado por Jeremías no solo por ser un período crítico para el Reino de Judá, sino también por el hecho de que Jeremías predice que el Señor enviaría de nuevo a su siervo Nabucodonosor contra Judá y contra sus habitantes, y contra todas las naciones del entorno, de manera que él convertiría a Judá en una desolación, añadiendo que esas naciones servirían al rey de Babilonia durante setenta años (Jer 25, 2-11).
De esa manera, Jeremías presenta ese año, sin duda, como el comienzo de los setenta años de exilio en Babilonia. En este mismo año cuarto de Joaquim, al profeta se le mandó que escribiera en un libro todas las palabras que el Señor le había dicho en contra de Israel y en contra de Judá, y en contra de todas las naciones, desde el día en que Dios le había hablado en el tiempo de Josías hasta entonces, para que la casa de Judá pudiera escuchar todo el mal que Dios se proponía, a fin de que cada hombre pudiera volverse del mal camino. Jeremías obedeció ese mandato, e hizo que esas predicciones, fueran escritas como libro en un rollo, a fin de que Baruc las leyera al pueblo en el templo, pues él mismo estaba prisionera y por lo tanto no podía ir al templo.
La primera toma de Jerusalén por Nabucodonosor no pudo haber tenido lugar por tanto en el año tercero, sino que debe haber sucedido en el año cuarto de Joaquim, es decir, en el 606 a.C. Sin embargo esto parece estar en oposición con la afirmación del primer verso de este capítulo: “En el tercer año del reinado de Joaquim rey de Judá, Nabucodonosor rey de Babilonia fue (con בּא ) a Jerusalén”. Según eso, los críticos modernos incluyen esta afirmación entre los errores que muestran la falta de autenticidad de este libro” (véase lo dicho en la introducción).
La aparente oposición entre la afirmación de Daniel en Dan 1, 1, donde se afirma que Nabucodonosor realizó la primera expedición contra Jerusalén en el año tres de Joaquim, y la afirmación de Jeremías, según la cual no solo el Faraón Necao fue vencido por Nabucodonosor junto al Eufrates en el año cuarto de Joaquim, sino que ese mismo año se realizó la primera invasión de Judea por Nabucodonosor, no puede resolverse ni por la hipótesis de un modo distinto de calcular los años del reinado de Joaquim y de Nabucodonosor, ni por la suposición de que Jerusalén había sido ya tomada por Nabucodonosor antes de la batalla de Carquemish, el año tres de Joaquim.
La primera suposición queda desmentida por la circunstancia de que no tenemos ninguna analogía segura para suponerlo16. La segunda suposición es irreconciliable con Jer 25 y 3617. Si Jeremías, en el año cuarto de Joaquim, anunció que a causa de que Judá no había escuchado las advertencias dirigidas a ellos “desde el año trece de Josías hasta este día”, es decir, por el espacio de veintitrés años, ni había escuchado tampoco las admoniciones de todos los otros profetas (Jer 25, 3-7) a los que el Señor había enviado, por eso, el Señor enviaría ahora a su siervo Nabucodonosor con todos los pueblos del norte, en contra de la tierra y de sus habitantes, y en contra de todas las naciones de alrededor, para destruir la tierra y desolarla…; en ese caso ha de afirmarse que él dio a conocer la invasión de Judá por parte de los caldeos como un acontecimiento que aún no había tenido lugar, y por eso queda excluida totalmente la suposición de que Jerusalén había sido ya tomada en el año precedente por Nabucodonosor y que Joaquim había sido puesto ya bajo su sujeción.
Es cierto que en Jer 25, Jeremías profetiza un juicio de “total desolación” en contra de Jerusalén y en contra de todas las naciones, pero esta profecía no se puede aplicar solamente, como hace Klief. a la “total destrucción de Jerusalén y de Judá, que tuvo lugar en el año once de Sedecías”, ni tampoco, como hacen intérpretes anteriores a la primera expedición de Nabucodonosor contra Joaquim, según 2 Rey 24, 1 y 2 Cron 36, 6.
Las palabras de amenaza proclamadas por el profeta incluyen todas las expediciones de Nabucodonosor contra Jerusalén y Judá, desde la primera en contra de Joaquim hasta la destrucción final de Jerusalén bajo Sedecías. Según eso, no podemos decir que esa palabra no es aplicable al primer asedio de Jerusalén bajo Joaquim, pero la destrucción final de Judá y Jerusalén, como toda esta profecía, constituye solo un sumario general intensificado de todas las palabras de Dios proclamadas hasta ahora por la boca del profeta.
Para fortalecer la impresión producida por esta palabra general de Dios, al profeta se le mandó en el mismo año (Jer 36, 1), como he mencionado ya, que escribiera en un rollo, que formaba un libro completo, todas las palabras que él había proclamado hasta ahora, a fin de que se pudiera ver si el conjunto de palabras reunidas en un libro podían ejercer sobre el pueblo una influencia que las palabras separadas no había logrado producir.
Por eso, no se puede pensar en una destrucción de Jerusalén por los caldeos antes de la derrota del poder de Egipto junto al Eufrates. Solo entonces el rey Joaquim fue sometido al poder del faraón Necao, convirtiéndose en rey vasallo suyo (2 Rey 23, 33) y toda la tierra, desde el río de Egipto hasta el Eufrates, fue sometida bajo su dominio. Por eso, Nabucodonosor no pudo desolar Judá ni Jerusalén antes de que el faraón Necao fuera derrotado.
Nabucodonosor no pudo pasar por delante del ejército de Egipto estacionado en el fuerte de Carquemish, junto al Eufrates, ni avanzar hacia Judá, dejando tras él la ciudad de Babilonia como presa a conquistar para un enemigo tan poderoso, ni Necao (suponiendo que Nabucodonosor había hecho ese) podría haberle dejado ir tranquilamente para luchar contra su vasallo Joaquim, sin perseguir por la retaguardia al poderoso enemigo que era Egipto18.
Ciertamente, tomada literalmente, la afirmación de Dan 1, 1 podría interpretarse con el significado de que Nabucodonosor vino en contra de Jerusalén y la tomó el año tercero del reinado de Joaquim, porque בּואּ significa frecuentemente venir (llegar) a un lugar. Pero no es necesario interpretar siempre de esa forma esa palabra, porque בּואּ significa no solo venir, sino ir, marchar hacia un lugar.
La afirmación de que en este verso בּואּ ha de interpretarse (cf. Häv. N. Kr. U. p. 61, Ewald y otros) en el sentido de venir a un lugar, y no de dirigirse hacia ese lugar es inadmisible o casi imposible, porque עלה se utiliza generalmente en referencia a la marcha de un ejército (Staeh., Zündel). Desde el primer libro del canon (cf. Gen 14, 5) hasta el último, sin exceptuar el libro de Daniel (cf. Dan 11, 13. 17. 29 etc.) se aplica a expediciones militares. En esa línea, oponiéndose a la opinión general, según la cual el sentido de בּואּ como marchar, ir a un lugar, es menos frecuente, Kran. (pag. 21) ha respondido justamente así:
Ese sentido aparece siempre, y de un modo natural, siempre que el movimiento tiene su punto partida en el lugar desde el que se observa o se piensa en él, o se hacer una referencia a él. Según eso, por ejemplo, se utiliza siempre “en un mandato personal de tipo personal, con referencia a un movimiento que aún no ha comenzado, en el que naturalmente el pensamiento sobre el comienzo o punto de partida se sitúa en el primer plano, como en Gen 45, 17; Ex 6,11; 7, 26; 9.1; 10,1; Num 32,6; 1 Sa 20,19; 2 Rey 5,5.
En Jonás 1, 3 se emplea para referirse a un barco que aún no ha comenzado a ir hacia Tarsis; y de nuevo, en las palabras לבוא עמּהם (ibid.), se utiliza cuando se habla de la conclusión del viaje”. “Por el contrario, si el que habla o el narrador es el terminus ad quem del movimiento del que se trata la palabra אובּ se utiliza en el otro sentido de venir, de aproximarse”.
Conforme a eso, estas palabras de Daniel (Nabucodonosor אובּ a Jerusalén), consideradas en sí mismas pueden ser interpretadas sin ninguna referencia al punto de partida o a la terminación del movimiento. Ellas pueden significar que “Nabucodonosor vino a Jerusalén” o que él “marchó hacia Jerusalén, según el escritor se sitúe en Judá, Jerusalén o Babilonia, para evocar el viaje de Nabucodonosor. Si el libro está compuesto por un judío macabeo en Palestina, la traducción más correcta será “él vino a Jerusalén”, pues ese escritor no estaría imaginando el movimiento militar que comienza o tiene su punto de partida en el oriente. Pero el caso es totalmente distinto si fue Daniel, que vivió en la corte de Babilonia desde su juventud a su vejez, el que escribió este relato.
Para él, un judío de edad avanzada, de un modo natural, lo más importante es el primer movimiento de la expedición