Yoga y medicina. Timothy McCall

Yoga y medicina - Timothy  McCall


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cómo funciona el yoga porque éste es un sistema holístico que deriva en decenas de mecanismos que pueden tener efectos aditivos y hasta multiplicativos. Este tipo de sistema puede constituir la forma más importante de todos los métodos curativos del yoga.

      La mayoría de los efectos directos del yoga –fuerza, flexibilidad, equilibrio, capacidad para relajar el sistema nervioso– aumentan en magnitud con la práctica continuada, al igual que los beneficios curativos. Si se trabaja con gran interés, los beneficios se incrementan a lo largo de los años e incluso las décadas. Muchos experimentos con el yoga realizados en Occidente, no obstante, debido a asuntos económicos y logísticos, se llevan a cabo durante períodos de tiempo muy cortos, normalmente entre ocho y doce semanas. Impresiona el hecho de que tan poco tiempo sea suficiente para documentar beneficios en muchos casos, pero cualquier yoghi experimentado diría que doce semanas no es nada. Puede que por ello se hayan infravalorado sistemáticamente los poderes curativos del yoga en los estudios realizados hasta la fecha. El yoga es una medicina fuerte, pero lenta. Un medicamento puede funcionar más rápidamente, pero el yoga suele ser la tortuga que acaba ganando la carrera de la salud.

      Integración de lo mejor del yoga y la ciencia occidental

      La medicina moderna y el yoga tienen métodos completamente diferentes para decidir cuál es el mejor tratamiento para un paciente en particular. En medicina, sobre todo durante los últimos años, los médicos han observado los resultados de extensos estudios con grupo control. Juzgaban qué opciones de tratamientos probados ayudaban a un mayor porcentaje (estadísticamente significativo) de pacientes. A partir de ahí, extrapolaban los resultados de vuelta. Aunque lejos de ser perfecto, este enfoque ha ayudado a millones de personas y al conocimiento avanzado de innumerables maneras.

      La mayoría de los expertos en yoga, por otro lado, creen que la terapia del yoga ha de ser personalizada para alcanzar su máxima efectividad. No puede haber un tratamiento estándar para toda la gente con dolor de espalda porque éste tiene muchas causas y cada una se da en un único contexto del cuerpo, la mente, la historia de la vida y las circunstancias presentes de la persona que sufre el problema. Un terapeuta sopesa todos estos factores a la hora de desarrollar un tratamiento. Desde la perspectiva del yoga, no importa si cierta postura ayuda a nueve de cada diez personas con dolor de espalda. Un buen profesor vigilará tu postura y ha de ser capaz de decir si te puede ayudar o si necesitas hacer algo diferente.

      La mejor terapia del yoga que he observado parece ser tanto un arte como una ciencia. Los profesores capacitados pueden planear un régimen básico para una persona en concreto con una serie de problemas en particular, y ese régimen puede ser similar al de otra persona con una serie de problemas comparables. Sin embargo, según el

      progreso del alumno y las observaciones del profesor, el régimen podrá modificarse durante el curso del tratamiento. En las clases médicas del Instituto Iyengar de Puna, la India, B. K. S. Iyengar, legendario por sus proezas terapéuticas, a veces ponía a un alumno en una postura, lo observaba e inmediatamente después le hacía cambiar de postura. Con cualquiera de sus teorías para elegir una postura –Iyengar es un maestro diseñando posturas y secuencias de posturas para obtener efectos específicos–, en cuanto veía el resultado, sabía si no estaba bien. Quizá fuera que el alumno se ponía pálido, que le brillaban los ojos o que le faltaba la respiración. Los protocolos estandarizados empleados en la mayoría de las investigaciones científicas no permiten este tipo de observación o improvisación.

      La mayoría de los terapeutas experimentados que he observado insisten en que no puede haber nada estandarizado. Geeta Iyengar, la hija del gurú y actualmente maestra principal del instituto, me dijo que a veces lo que funcionó ayer con un alumno no funciona hoy. Si un alumno se ha lesionado la espalda o tiene un día de trabajo especialmente estresante, hay que cambiar todo el programa para tratar ese problema. Si los yoghis tienen razón en que los protocolos del yoga personalizados son mucho más efectivos que los enfoques de las investigaciones médicas en los que un protocolo sirve para todos, una vez más, en la mayoría de los estudios publicados sobre el yoga se ha subestimado la efectividad del mismo.

      Evidentemente, los yoghis afirman que la ciencia nunca podrá medir todo lo que el yoga puede conseguir. La curación, la trascendencia del sufrimiento (duhkha) que marca la existencia humana, ocurre primordialmente en un plano espiritual. Desafortunadamente, no existe un “espirituómetro” con el que cuantificar este aspecto del yoga, así que la ciencia no se molesta en observarlo. Como con cualquier esfuerzo holístico, la medición de las partes constituyentes no es igual al entendimiento de la suma de esas partes. La ciencia reduccionista puede decirnos que el yoga disminuye la presión sanguínea sistólica y la secreción de cortisol, aumenta la capacidad pulmonar y los niveles de serotonina y mejora el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, pero esto no comprende al yoga como un todo.

      La ciencia moderna es una herramienta maravillosa que continúa descubriendo tratamientos que salvan vidas, pero en muchos aspectos no sabe cómo hacernos felices, que encontremos sentido a nuestras vidas o que nos sintamos conectados con los otros, precisamente las cosas que mucha gente considera las más importantes. Más allá de mejorar la calidad de vida, estos factores pueden tener un profundo efecto sobre lo enfermo que se está y los deseos que se sienten de recuperarse. La ciencia ha fracasado en la tarea de dar a las personas la fuerza mental necesaria para realizar este tipo de cambios, como el ejercicio y comer mejor, lo cual les aportaría salud. Es el tapas, descrito en el capítulo 1, lo que constituye la práctica regular del yoga.

      Aunque el yoga puede hacer que las herramientas de la medicina moderna sean más efectivas, también es cierto que la ciencia puede ayudar al yoga. Aunque hay estudios que ya han documentado la eficacia del yoga para diferentes enfermedades, todavía queda mucho por hacer. Los resultados preliminares han de ser confirmados. Son necesarios estudios más largos y extensos. La investigación puede ayudar a clasificar las herramientas del yoga que funcionan y a explicar mejor cómo funciona el yoga, sobre todo con las tecnologías de vanguardia como la resonancia magnética funcional. El conocimiento médico también puede ayudar a los profesores a descubrir qué prácticas son más seguras y cuáles no son efectivas o constituyen un riesgo para algunos alumnos. “El yoga no está reñido con la ciencia”, dijo el médico y maestro de yoga swami Sivananda, “la complementa”.

      Por último, la ciencia y el yoga no tienen que concebirse como competidores. Lo que el yoga hace es complementar las fuerzas de la medicina moderna aportando más opciones a la gente que necesita curarse. Aunque es cierto que el yoga y la medicina ofrecen perspectivas muy diferentes sobre la salud y la enfermedad, mirar el mundo a través de ambos paradigmas puede ayudar a ver la realidad con más claridad y a tomar decisiones más acertadas. Nada puede tener más relación con el yoga que esto.

       CAPÍTULO 3

      EL YOGA PARA ALIVIAR EL ESTRÉS

      La mente hace del hombre su esclavo; es también la propia mente la que lo libera. —SWAMI SIVANANDA

       El estrés no es del todo perjudicial. Estar nervioso, preocupado o ansioso es una forma de supervivencia. Como quizá hayas oído ya muchas veces, ni siquiera estarías leyendo esto ahora mismo si tus antepasados no hubieran tenido un sistema perfeccionado de respuesta al estrés para sobrevivir a los invasores que les acechaban y a los depredadores hambrientos. Incluso levantarse de la cama por la mañana requiere una subida de la presión sanguínea que no ocurriría sin un sistema innato de respuesta al estrés, el cual depende de la activación del sistema nervioso simpático y de la producción de hormonas del estrés, que incluyen la adrenalina y el cortisol.

      Cuando percibimos una amenaza –desde un enfrentamiento con un conductor enfadado a una subida de impuestos– el sistema nervioso simpático se activa casi de inmediato. La presión sanguínea sube y el corazón late más deprisa, mandando más sangre a los músculos importantes de las piernas y los brazos para bien defenderse, bien huir del problema (de ahí los términos “luchar o correr”). La sangre coagula con más facilidad cuando se sufre una


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