Yoga y medicina. Timothy McCall
menudo entre una instrucción y otra dedicando entre seis y ocho minutos desde que comienza hasta que termina.
EJERCICIO EXPERIMENTAL: RELAJA-CIÓN GUIADA. Como en todos los ejercicios de relajación, primero apaga toda música, el televisor, los teléfonos o cualquier otro aparato que pueda distraerte. Siéntate en una posición agradable, derecho, o túmbate. Cuando estés cómodo, imagina que una ola de relajación se extiende por todo tu cuerpo. Relaja la mandíbula. Deja que la boca se abra y los dientes se separen ligeramente. Sin cambiar la expresión de la cara, imagina qué sentirías si sonrieras. Haz crecer esa inocencia radiante y abierta, el gozo que reside en una sonrisa. Tras un momento, lleva el sentimiento de la sonrisa hasta el corazón y deja que tu imaginación se recree en ese punto. Después, siente una sonrisa en ambos pulmones y en el espacio que se encuentra entre los omóplatos. Desde allí, lleva el sentimiento de la sonrisa hasta los órganos abdominales y el sistema digestivo, la zona lumbar, la pelvis y los órganos reproductivos, y también a ambas piernas. Finalmente, siente todo tu cuerpo como una gran sonrisa amplia y radiante. Siéntete como la encarnación de una sonrisa, todo tu ser renovándose, retumbando por la presencia de una sonrisa. Cada célula sonríe.
¿Has sentido algún cambio al hacer este ejercicio? ¿Te has sentido más relajado? ¿Se ha calmado tu respiración o se ha vuelto más profunda? ¿Está tu ánimo más ligero? Es posible que no hayas sentido demasiado. No todo el mundo coincide en las imágenes que le funcionan. Si eres una persona más visual, puede que respondas mejor a imágenes de escenas bonitas de la naturaleza. Las imágenes también pueden combinar varios sentidos. Imaginar una escena de playa, por ejemplo, puede evocar el sonido de las olas, el olor a agua salada, la sensación del sol calentando la piel y la de la brisa marina. Si te interesa, puedes probar con varios ejercicios de imaginería guiada dirigidos a sentidos diferentes y ver cuál de ellos te atrae más.
Algunas prácticas del yoga como ésta pueden ser muy relajantes, incluso alegres. El poder del yoga, sin embargo, llega más allá de cómo te sientes mientras lo practicas e inmediatamente después. El yoga también tiene la capacidad de transformar.
SAMADHI EN LA PLAYA
Casi todo el mundo ha experimentado un sentimiento de total tranquilidad frente al océano o en algún otro entorno natural. Nos quedamos tan absortos en la belleza y el poder que nos rodea que perdemos toda conciencia sobre nosotros mismos. Por un momento, el parloteo constante de nuestra mente se detiene. A veces, en momentos como éstos, podemos encontrar la claridad. Quizá uno se dé cuenta de que no es feliz en su trabajo o en su vida personal, o de que necesita un cambio. No se trata exactamente de que uno se ponga a tomar decisiones. Es más bien que reconoce el mensaje que llega desde dentro de uno mismo y que no podía oír en medio del barullo del día a día.
El psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi ha escrito extensamente sobre un fenómeno que él llama fluidez. La fluidez es la sensación involuntaria de encontrarse en un momento. Desde la perspectiva del yoga, es también un punto en el que puede darse la curación. Puede aparecer mientras estás trabajando, sentado en la playa, escuchando una sinfonía o, si eres muy afortunado, incluso en medio de un atasco. Si alguna vez has tenido una experiencia como ésta –aun cuando nunca hayas practicado yoga– ya tienes un indicio de aquello que el yoga puede aportarte.
La experiencia de concentración absoluta es a lo que los antiguos yoghis llamaban samadhi, una palabra del sánscrito que significa “mente fija” y el octavo paso en el camino de los ocho pasos de Patanjali. El samadhi, como afirma Rod Stryker, aparece cuando estás completamente absorto en aquello que estás haciendo; no piensas en ninguna otra cosa y el tiempo desaparece. El samadhi es un estado de gozo, imposible de definir que, según el yoga, es un derecho natural. Forma parte de ti, aunque quizá tengas que aprender a llegar a él.
El yoga es un método, o un conjunto de métodos, que sirve para alcanzar el samadhi. Los yoghis creen que cuando acallas tu mente, llegas a comprender qué es verdadero y qué no, qué es importante y qué no lo es. Por pleno que pueda ser alcanzar el samadhi, su mayor beneficio no es la experiencia como tal: es aquello que dicha experiencia te enseña sobre cómo vivir tu vida. El tipo de samadhi en el día a día descrito anteriormente es, desde la perspectiva del yoga, tan sólo el principio. Patanjali describió varios niveles de samadhi. Los estadios más profundos de samadhi y el conocimiento que implican, según los yoghis, sólo se dan con la práctica habitual de la meditación. Aun así, incluso un momento de samadhi en la playa puede cambiarte y puede hacer que quieras volver a repetirlo.
CALMAR LA MENTE DEL MONO
Frente a la paz interior de concentración absoluta en el momento, aparece un estado más común en el que la mente no para. En la mayoría de las personas, la mente pasa sin cesar de un tema a otro, nos comenta sin interrupción cómo van ocurriendo las cosas, intercalando aparentemente al azar un torrente de pensamientos: miedos, listas de tareas por hacer, fragmentos de letras de canciones, fantasías sexuales, imágenes de los medios y recuerdos dispares. Esto es lo que los yoghis llaman “mente del mono”. Es como si fuese un niño hiperactivo, saltando de un pensamiento a otro, sin concentrarse nunca en algo por mucho tiempo. Gran parte de lo que llena la mente del mono son samskaras mentales: pensamientos repetitivos, automáticos, sobre lo que tememos, deseamos u odiamos. La mente del mono casi nunca presta atención al momento actual. En vez de eso, está obsesionada por resentimientos pasados, reviviendo viejos éxitos, preocupada por el futuro o fantaseando sobre cómo sería con una vida diferente.
Cuando pasas todo el tiempo escuchando tus surcos interiores, no puedes prestar toda la atención al presente. No oyes lo que tu mujer acaba de decirte. No saboreas del todo la comida. Estás casi literalmente ciego. Como mucha gente nunca ha experimentado otra cosa, creen que un diálogo interior constante es lo normal. Otros pueden no darse cuenta conscientemente de lo a menudo que se pierden en su mundo interior de pensamientos. Para explorar todavía más esta idea, por favor, intenta realizar este sencillo ejercicio de meditación.
EJERCICIO EXPERIMENTAL: MEDITACIÓN SOBRE LA RESPIRACIÓN. Siéntate erguido, en el suelo o en una silla. Si no te puedes sentar, túmbate boca arriba. Cierra suavemente los ojos y comienza a seguir tu respiración, pero no hagas ningún esfuerzo para cambiarla. Intenta no dormirte. Presta atención al sonido de tu respiración al inspirar y espirar. Siente cómo el aire roza el interior de tu nariz. Presta atención a toda la inspiración hasta que termine y comience la espiración. Localiza el momento exacto de transición. Céntrate en los detalles más pequeños de cómo notas la respiración en las aletas de la nariz y escucha el sonido que hace. Siente si tomas y sueltas el aire con la misma suavidad y duración. Si notas que tu atención vacila, vuelve a centrarte en la respiración de nuevo. Continúa con este ejercicio de dos a cinco minutos.
Una vez que hayas terminado, piensa en cómo ha ido el ejercicio. ¿Has sido capaz de mantener tu atención en la respiración? ¿Estaban tus pensamientos cerca? ¿Estabas pensando en un dolor de espalda o en que te picaba la nariz? ¿Se ponía tu mente a pensar en qué tienes que hacer dentro de un rato o mañana? ¿Estabas evaluándote a ti mismo?
Si tu mente iba por su cuenta durante el ejercicio, no te preocupes. Estás bien acompañado. La mente de casi todo el mundo es así siempre. Sólo cuando te sientas, cierras los ojos e intentas concentrarte lo ves claramente. Muy pocas personas son capaces de mantenerse concentradas en una sola cosa ni siquiera durante una única inspiración. Una de las ventajas de este ejercicio de meditación es que cuando intentas tranquilizarte, ves claramente lo ocupada que está tu mente.
Los hombres modernos se pasan la mayor parte de la vigilia en el mundo de las palabras y los conceptos. Son aspectos importantes, sin duda, pero con el yoga puedes aprender que no deberías pasar todo tu tiempo allí. El yoga enseña que el tú verdadero se encuentra más allá de la interminable corriente verbal. No se trata de que vayamos a abandonar todo pensamiento racional. Tan sólo tratamos de ser capaces de apagarlos durante períodos de tiempo breves para poder sintonizar con la experiencia directa y el ser no consciente de nosotros mismos que se encuentra bajo la superficie. Los antiguos yoghis inventaron una serie de técnicas que disminuían la distracción del desfile verbal constante de forma que la mente pudiera ser más clara y perceptiva.