Un lord enamorado. Noelle Cas

Un lord enamorado - Noelle Cas


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de un lacayo, que las siguió hasta el carruaje y abrió la portezuela para que las hermanas se acomodaran. Poco después, el cochero puso en marcha el carruaje en dirección a Hyde Park, el parque de moda de la época, en la que todos los caballeros y damas de alta sociedad, solían pasear por las tardes. Las más jóvenes iban acompañadas por institutrices, o de alguna doncella, otras iban acompañadas por otras damas o por sus maridos. Al igual que alguno de los caballeros, paseaban con otros, mientras charlaban de la economía y de la política del país. Veinte minutos más tarde, el carruaje se detuvo en una de las entradas del parque, las hermanas se apearon del vehículo para disfrutar al máximo de la buena tarde y de la salida a pasear.

      Dos noches más tarde, ya cerca de las siete y media de la tarde, Devon salió del despacho para subir al dormitorio a cambiarse de ropa para asistir al primer baile de la Temporada. Llamó a Dawson para pedirle que subieran la bañera, ya que quería darse un baño. El mayordomo asintió y fue a dar la orden a los lacayos. Poco después, subió al dormitorio y pidió a Vincent que le preparara el frac negro que hacía poco tiempo que el sastre le había confeccionado. Esa prenda era una tendencia que poco a poco se estaba introduciendo en la moda masculina. El ayuda de cámara asintió, se acercó al armario a sacar las prendas, junto con una camisa blanca. Ya en la bañera, Devon se dejó relajar y con los ojos cerrados hasta que el agua se empezó a enfriar. Llamó al sirviente para que le pasara una toalla. Salió de la bañera envuelto en la toalla, se acercó a la cama y Vincent lo ayudó a vestirse. Ya listo, se acercó al espejo, mientras el ayuda de cámara le pasaba el peine. En esta ocasión, Devon se hizo una coleta y la anudó con un lazo negro. Luego se echó unas gotas de perfume.

      Bajó a la biblioteca, pidió a Dawson que le sirviera una copa de whisky, ya que era una de las bebidas favoritas de Devon. El mayordomo entró en la estancia, depositó el vaso sobre la mesa auxiliar y Devon dio la orden de que tuvieran preparado el carruaje para las nueve y media de la noche, el baile daba comienzo a las diez, y no era correcto presentarse con puntualidad. Todavía eran las nueve menos cuarto. Fuera, la noche estaba oscura y fría, parecía que quería llover, pero de momento estaba aguantando.

      Eve y Edi se encontraban en sus respectivos dormitorios arreglándose para el baile. En esos momentos, Ángela estaba peinando a Eve. Le recogió el pelo en un moño bajo la nuca, dejando algunos mechones sueltos y que se rizaban destacando la belleza de Eve. Luego aplicó una base sencilla de cosméticos. La doncella rebuscó en el joyero y esa noche decidió que, a la joven, le combinaba muy bien un collar de diamantes y pendientes a juego. Luego Eve se levantó, después de aplicarse unas gotas de perfume, se acercó al espejo a contemplar el resultado. Ángela se acercó a ella orgullosa del resultado, su ama se veía deslumbrante.

      Amelia llamó a la puerta y asomó la cabeza para avisar de que Edi ya estaba arreglada. Eve asintió y preguntó al ama de llaves por su padre. La sirvienta respondió que lord Mcpherson se encontraba durmiendo. Sam le había dicho que el hombre llegó muy cansado del trabajo. Eve hizo una mueca de disgusto, su padre no tenía que dedicarle tantas horas al trabajo. Ella tenía la esperanza de que las acompañara al baile de los Dunant. Eve aprovechó a decirle a Amelia que diera orden al cochero de tener el carruaje listo para las diez menos cuarto de la noche. La mujer salió del dormitorio para avisar a Linwood, el cochero, que tuviera listo el carruaje para la hora prevista.

      A las nueve y media, las hermanas se encontraron en el vestíbulo de la casa. Edi estaba radiante con el vestido marfil, parecía una princesa de cuento de hadas, se dijo Eve, mientras veía cómo su hermana descendía por las escaleras. Era una joven muy hermosa y no tardaría en captar el interés de los caballeros, porque Eve tenía muy claro que los hombres iban hacer cola para conquistar el corazón de Edi.

      Poco después, Amelia las ayudó a ponerse sus respectivas capas. La de Eve era rosa pálido y la de su hermana color marfil. A las diez menos veinte de la noche, un lacayo las acompañó hasta el carruaje que las estaba esperando. Al llegar, el sirviente les abrió la portezuela y las ayudó a subir al vehículo. Se sentaron una frente a la otra. Ya acomodadas, el lacayo cerró la puerta y minutos más tarde el carruaje emprendía la marcha. La casa de los condes no quedaba muy lejos.

      A las diez en punto de la noche, el carruaje de Devon se ponía a la fila para esperar a que le tocara bajarse, la cola empezaba a ser grande y Devon tuvo que esperar a que le llegara su turno para apearse del carruaje. Devon se puso a mirar por la ventanilla y vio que varios lacayos de librea se movían de un lado para otro, ayudando a bajar a los invitados y presentarlos ante los anfitriones.

      Casi media hora después, le tocó el turno a Devon. El sirviente abrió la puerta del carruaje y acompañó a Devon ante lord y lady Dunant. Caminó por el camino iluminado por lámparas de gas para que los invitados no tuvieran que hacer el recorrido a oscuras. No los conocía en persona, pero lo habían invitado porque era un hombre de prestigio y tenía su escaño en la Cámara de los Lores. Devon comprobó que eran una pareja alegre y afable. Lord Dunant era un hombre alto, porte regio y aristocrático. Su pelo rubio ya empezaba a ser entrecano, pero se veía que todavía era un hombre bien parecido. Su esposa, era más menuda que su marido, delgada y con un rostro muy bello de facciones delicadas. De pelo rubio, al igual que el de su esposo, también empezaba a tener algunas canas. Al lado del matrimonio se encontraba la hija, una joven de dieciocho años. La chica era muy atractiva, un poco más rellena que su madre, pero sin excederse. Lucía un vestido blanco de volantes. El pelo lo llevaba recogido en un moño alto en la cabeza, en la que lucía una diadema de brillantes. En el cuello adornaba un exquisito collar de perlas, el cual tenía unos pendientes iguales de perlas. Tras el saludo de rigor, Devon entró en el interior de la mansión y un mayordomo lo acompañó al salón donde se ofrecía el baile. Los anfitriones querían agasajar a los invitados con una exquisita cena antes de que diera inicio al baile. Ya en la estancia, Devon pudo comprobar lo grande que era el salón. Las paredes estaban pintadas en un color dorado que combinaba con el suelo de madera de la estancia abrillantado y pulido. Del techo colgaba una enorme lámpara iluminada por varias velas. El salón tenía dos amplios ventanales de los cuales colgaban unas cortinas de encaje de un tono muy parecido al de las paredes. A la derecha, había instalado un palco en donde los músicos afinaban los instrumentos. De frente, había una mesa montada en la que había varias botellas de champán y de vino, también jarras de limonada y de agua. Los sirvientes portaban entre las manos bandejas de canapés, que iban ofreciendo a los invitados. Una de las mujeres se acercó a Devon con la bandeja, pero él declinó el aperitivo, aunque sí que se sirvió una copa de champán. Tenía la sensación de que la noche iba a ser movidita y que le esperaban muchas sorpresas, se decía, mientras iba saludando a los invitados que entraban en la estancia y daba pequeños sorbos a su copa.

      Ya pasaban de las diez y media, cuando una figura que Devon reconoció al instante hizo acto de presencia. Lady Eve Mcpherson estaba entrando en el salón del brazo de una joven, que Devon supuso que sería su hermana, ya que había gran parecido físico entre las dos mujeres.

      Nada más entrar en el salón, Eve notó que alguien la estaba observando, ya que el vello de la nuca se le erizó. Eve echó una mirada por la estancia, y se encontró con la mirada de Devon St. Claire puesta en ella. Eve desvió rápido la vista de él, pero ella ya se había dado cuenta de lo atractivo que estaba el lord. Se pegó todavía más a Edi con intención de evitarlo. Ambas se sirvieron una copa de champán mientras esperaban a que el resto de los invitados entraran y se anunciara la cena. Aunque Eve intentaba evitarlo, el cuerpo le temblaba de pies a cabeza solo de pensar en la presencia de Devon. No tenía ni idea por qué le afectaba tanto la presencia de ese hombre.

      Casi una hora más tarde, hicieron acto de presencia Morton y su esposa Pamela. En cuanto Eve vio entrar a la pareja, se dijo que la noche ya no podía ir a peor. No tenía ni idea de cómo su exprometido consiguió que lo invitaran. Pero Eve tenía un pequeño rayo de esperanza de no encontrarse esa noche con la feliz pareja. A ella todavía le costaba superar la traición. Edi, que se encontraba a su lado, se percató de la presencia de los dos, cogió la mano de su hermana y le dio un suave apretón para transmitirle ánimos. Eve agradeció el gesto de preocupación de su hermana pequeña, era joven, pero muy despierta y observadora para su edad.

      Cerca de la medianoche, sonó el wong que anunciaba


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