Cómo enseñar ajedrez. Ernst Bönsch

Cómo enseñar ajedrez - Ernst Bönsch


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El reconocimiento cognitivo de los criterios de rendimiento deportivo y las investigaciones propiciadas por las modernas computadoras son nuevos medios que vienen a sumarse a las técnicas de enseñanza y entrenamiento.

      Deseamos hacer constar nuestro agradecimiento a la Prof. Dra. Marion Kauke por sus productivas aportaciones al libro, así como al maestro internacional Dirk Poldauf por su experta lectura del manuscrito. En cuanto a la disposición del material técnico relativo a reglamentos, órdenes de fuerza, direcciones y regulaciones de la FIDE, nuestras más expresivas gracias a los responsables de la Federación Alemana de Ajedrez, de la Asociación de Jóvenes Ajedrecistas Alemanes, Fédération Internationale des Échecs, Unión Europea de Ajedrez y Federación Alemana de Ajedrez por Correspondencia.

      Los autores

      1 Una aclaración sobre la designación de jugadores e instructores: a todo lo largo del texto se repiten las palabras entrenador, instructor, monitor, directivo, deportista, jugador destacado, participante. En todos los casos, y por razones de simplificación, se asume que cada término engloba ambos géneros, masculino y femenino.

      * (El sustantivo Übungsleiter literalmente, corrector o director de ejercicios, a falta de mejores opciones, es traducido por monitor, aunque instructor y monitor sean palabras sinónimas. N. del T.)

       1. A CERCA DE LA NATURALEZA DEL AJEDREZ

      La complejidad y rápida transformación del mundo moderno hacen que, junto con las más altas reivindicaciones, se le planteen a la humanidad desafíos intelectuales y problemas cada vez más difíciles de superar. En la sociedad de la información en que vivimos se nos exige ponderar cada vez con mayor precisión nuestra decisión final, y eso requiere una permanente apertura mental hacia los recursos y una inagotable capacidad de estudio en los adultos. Como consecuencia de la transformación de la naturaleza del trabajo, el constante desgaste psiconervioso, que forma parte del proceso de producción, resulta asimismo considerable la exigencia paralela de creatividad y capacidad para resolver con eficacia los problemas profesionales que se le plantean al ser humano. La persona que pretenda ver coronada por el éxito su actuación vital debe preocuparse por integrar en sus actividades la dinámica competitiva imperante y un buen bagaje intelectual, psicológico y psíquico. A fin de dar una respuesta apropiada a las cuestiones que continuamente se plantean, es preciso desarrollar el rendimiento mental y poner en el punto de mira de las distintas consideraciones un pensamiento crítico y constructivo. En muchos ámbitos la economía, la ciencia y la política exigen la comprensión y resolución de difíciles cuestiones intelectuales, y sólo una progresiva sofisticación intelectual y la capacidad para resolver problemas concretos permitirán tomar las decisiones que la sociedad requiere.

      Las aspiraciones deportivas de la población van en aumento, habida cuenta del gran número de practicantes. Para la práctica deportiva se requiere buena salud, espíritu de lucha y también de equipo. Es preciso saber sobreponerse a la tendencia a rendirse, contar con capacidad de sacrificio y con una acusada personalidad. La cultura física y el deporte se proponen generar en el individuo impulsos sociales y biológicos que actúen de forma conjunta, con el fin de desarrollar fuerza física y mental.

      La actual consideración del ajedrez como disciplina deportiva se ha logrado tras una larga brega por parte de las organizaciones ajedrecísticas sociopedagógicas, basándose en los méritos del juego-rey en los planos mental y cultural, lo que cubre las necesidades de buena parte de la población, y en virtud también de su facilidad para desarrollar aspectos positivos de la personalidad y la capacidad creativa, de modo que es un buen instrumento para el desarrollo de los jóvenes. De círculos de amigos, asociaciones de vecinos y solucionistas de problemas, el ajedrez pasó a integrarse en asociaciones de ámbito nacional, pasando a preocuparse por los semilleros de jóvenes y la organización de competiciones propiamente dichas. Podemos establecer los siguientes hitos:

      – Los honores de haber reivindicado los valores mentales, culturales y deportivos del ajedrez corresponden, de pleno derecho, a las asociaciones vinculadas con el tiempo libre, quienes se mostraron especialmente interesadas y activas en la organización de competiciones de ajedrez.

      – Las peculiaridades específicas del ajedrez, en tanto que juego estratégico, son altamente aprovechables para inculcar en los niños el pensamiento lógico, la capacidad de concentración y el espíritu autocrítico, además de desarrollar cualidades como la fantasía, la capacidad analítica y combinatoria, introduciéndose, a raíz de estas conclusiones, en las escuelas.

      – Gracias al fomento del ajedrez como disciplina deportiva, se ha podido comprobar su influencia en el desarrollo de la mente y el cultivo del carácter y la personalidad, contribuyendo también a la expansión de otras valiosas cualidades, como fuerza de voluntad, determinación, valor, aplicación, perseverancia y fijación de objetivos.

      – La facultad de crear combinaciones y la capacidad de concentración, la resolución de problemas y el sentido espacial, la capacidad de asimilar conocimientos, la toma de decisiones, son todas cualidades muy provechosas a la hora de determinar una orientación o desarrollo profesional. Según Bleis y Hofmann, debe propugnarse la lucha cotidiana por la vida y competencia,“no lo que tiene éxito, no lo más claro, sino aquello que,como la concentración, constancia, elaborar ideas, flexibilidad, fantasía, creación de combinaciones, capacidad de discernimiento y compromiso personal, se pone en juego.” (1980, página 61.)

      El ajedrez, en tanto que juego de lucha estratégica, requiere y retribuye aquellas premisas en el marco de una rivalidad moderada. “Exige concentración, realismo, perseverancia, creatividad, flexibilidad mental, fantasía e iniciativa, para perfeccionar el instinto que nos permite movilizarnos para luchar, nos enseña la identificación de las posiciones y requiere un compromiso personal sin condiciones. El ajedrez desarrolla la fuerza de voluntad y el valor con un riesgo calculado.Apenas hay juegos cuya práctica pueda favorecer tal desarrollo de facultades y virtudes, puesto que en el ajedrez la ejecución de las jugadas orienta el pensamiento hacia la resolución de problemas, además de cultivar el análisis, las decisiones, la motivación, alcanzar objetivos y el indispensable control de todo el proceso reflexivo.” (Citado, 1980, página 60.) La competición exige de los jugadores la mayor sensibilidad hacia el empleo del tiempo, de modo que, por ejemplo, los niños aprenden a homogeneizar su tiempo de reflexión, lo que, por otro lado, les permite tomar conciencia acerca del valor del tiempo. La práctica moderada de la competición desarrolla la inteligencia emocional. El ejercicio autocrítico, además de analizar los puntos fuertes y débiles de las propias partidas, ayuda a conseguir mejores resultados. Las partidas perdidas, en particular, requieren un examen autocrítico, pues es un hecho que en la competición se aprende mucho más de las derrotas que de las victorias. Por otro lado, el hecho de que entre en escena la contrariedad por la derrota puede representar un elemento estimulante para una buena sesión de entrenamiento.

      Según Kasparov, hay que tener siempre presente en cada lucha el componente intelectual del ajedrez, incluso con un efecto educador asociado. “Además de la atracción intelectual del ajedrez, está la importancia de su valor educativo. Yo deseo, tanto como ser campeón del mundo, que en todas las escuelas se imparta un curso de ajedrez a los niños de seis o siete años, porque el ajedrez enseña al colegial lógica, desarrolla su fantasía y le inculca determinación y autodisciplina. Pensemos en que quienes deciden enseñar, por ejemplo, ajedrez a los niños de trece años, deberán asumir la responsabilidad de su decisión, es decir, que quizá no puedan llegar a realizar, por culpa suya, las jugadas correctas ni evitar sus errores, porque a los siete años el niño asimila los conocimientos con total naturalidad, incluso sin ser consciente de ello. El ajedrez le resulta tanto más sencillo cuanto que es un juego atractivo, y eso le permitirá desarrollar, como ya hemos dicho, la lógica, la fantasía, la autodisciplina, la determinación y el sentido de la responsabilidad, cualidades todas incomparables. Por otra parte, más allá del juego en sí, existe un componente artístico: la satisfacción de haber descubierto una valiosa combinación eleva el corazón del hombre como lo hace la música.” (Prólogo, Runkel, página 8.)

      Vale la pena reseñar también las investigaciones psicológicas a que


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