Cómo enseñar ajedrez. Ernst Bönsch

Cómo enseñar ajedrez - Ernst Bönsch


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heurística. El juego, según el filósofo Georg Klaus, en el complejo de lenguaje, matemáticas y lógica, hace su aparición en los círculos sociales, dando lugar a una conciencia esencial, característica de los datos reales. “El ajedrez está vivo como la dialéctica. En él encuentran los seres humanos un juego en cuyas reglas y campo de fuerzas de sus figuras se reflejan, en abstracto, pero al mismo tiempo de forma clara, los fundamentos de la dialéctica, que son las reglas universales del movimiento de la naturaleza, sociedad y pensamiento. En el ajedrez, el ser humano puede asociar una pieza esencial de su propia naturaleza.” (1969, página 234.) En todas las concepciones fundamentales de la inteligencia, según Kauke, el ajedrez actúa como modelo paradigmático que contiene los principios fundamentales para resolver la teoría de los juegos matemáticos. “Juegos como el ajedrez determinan el pensamiento estratégico y especulativo del jugador, iluminando el pensamiento y la formulación de teorías lúdicas, no por razones económicas o políticas, sino porque es utilizable como fundamento de la investigación biológica y psicológica.” (1998, página 9.)

      En esencia, el ajedrez es un-juego-silencioso-para-dos-personas, en el que intervienen elementos deportivos, artísticos y científicos. En sus orígenes, el ajedrez, como categoría vital, y en tanto que juego, ejerce una función particular, como escribió el investigador de las formas de juego y cultura Johan Huizinga: “En su cualidad de diversión, de actividad regulada, se convierte en complemento de la vida, la completa en la medida en que resulta imprescindible para el ser humano, como función biológica, e imprescindible también para la comunidad, por el sentido que encierra, por su significación, por su valor expresivo y por las relaciones espirituales y sociales que origina: en una palabra, como función cultural. Satisface ideales de expresión y de convivencia. Tiene su radio de acción en una esfera que abarca los procesos puramente biológicos de alimentación, procreación y protección.” (1958, página 16.)

      En la esfera social, el ajedrez fue incluido, históricamente, como muchos otros juegos, en el ámbito de los deportes. Anclado en la esfera de los juegos de intelecto, de la disputa de torneos reglamentados, campeonatos de países, etc., así como en la fuerte orientación de conseguir resultados como meta con esfuerzos condicionales y volitivos de la lucha entre dos adversarios, por ejemplo, competiciones por equipos.Asimismo, es el proceso de instrucción para el entrenamiento evolutivo. En ajedrez una actuación deportiva siempre es el reflejo de una manifiesta personalidad, que ofrece un perfil de perceptible exigencia psicológica, y también de disciplina deportiva, según toda una serie de factores congruentes. Un alto nivel de resultados ajedrecísticos requiere las necesarias cualidades y capacidad, como pensamiento creativo, retentiva, fantasía, intuición, facultad de representación, capacidad de cálculo, determinación, impulso especial, además de confianza en sí mismo, sentido autocrítico, optimismo y buen estado de forma física, así como también exigencia de criterio y demás factores predominantes en la práctica de toda disciplina deportiva.

      Según altos intereses en la cooperación dialéctica entre los deportes llamados mentales, el ajedrez (donde estrategia y táctica representan elementos que constituyen la representación abstracta de la lucha, en forma de acciones de juego) y su pensamiento estratégico-táctico representa el sentido de determinada situación y su enfoque, la libertad de movimientos. Los sólidos códigos estratégico-tácticos remiten a la lucha, que, como es sabido, tiene la transparencia de una forma cristalina. De ahí que los modelos ajedrecísticos hayan servido de inspiración a investigaciones científicas, impulso declarado sobre un más amplio desarrollo de los juegos deportivos y competiciones en los que intervienen dos oponentes (Bönsch 1983, páginas 861-867). La necesidad de conocimientos genera los mejores resultados en todas las disciplinas deportivas, sumados siempre, como es lógico, a la efectividad y seguras operaciones intelectuales de los deportistas, especialmente la calidad de su pensamiento estratégico-táctico, que puede resultar decisiva. Métodos experimentados de entrenamiento en ajedrez han llamado la atención sobre determinados recursos mentales, puesto que resultan válidos para todos los que practican deporte. Sobre los fundamentos de la específica disciplina deportiva, existe la necesidad común de intensificar el rendimiento técnico y fisiológico, con el fin de evitar un posible agotamiento y ampliar el nivel de los propios resultados. El ascenso de nivel, sobre todo en el terreno teórico-estratégico/táctico es posible. La pregunta acerca de “la esencia del deporte” en las últimas décadas se ha reiterado, enfatizando la conveniencia de saber. Pero en estos campos especiales tampoco es respuesta suficiente. A menudo intelectuales y teóricos han utilizado ejemplos y abstracciones de la estrategia ajedrecística, como el profesor Georg Klaus, en su tratado Teoría del juego en perspectiva filosófica (1968), una obra de fundamental contenido téorico, en la que realiza investigaciones práctico-experimentales sobre el tema del ajedrez como modelo para el análisis estratégico-táctico de las capacidades del deportista en la competición entre dos adversarios, que también fueron realizadas por M. Keller (1985), con ayuda de programas específicos de ajedrez para ordenadores.

      A mediados del siglo XIX creció la motivación deportiva del ajedrez, de manera que en el contenido de las partidas fueron surgiendo categorías estéticas esenciales. El elemento artístico se incorporó a la competición, reconociéndose tácitamente que no cualquier partida tenía derecho a una calificación artística. Finalmente, la voluntad creativa de un jugador pasó a ser un pensamiento hostil hacia la voluntad de su oponente; cada jugada pasó a constituir un experimento al que se incorporaban la lógica y la noción de destruir los propósitos contrarios. Una victoria estética es proporcionada sólo por aquellas partidas de ajedrez en las que las reglas del pensamiento se muestran de forma lógica como agudeza, perfección y dinámica. Combinaciones profundas, planes de largo alcance, jugadas creativas e intuitivas y osados sacrificios de material despertaron en todos los expertos emociones que a su vez dieron paso a íntimas satisfacciones estéticas, de modo que también fueron surgiendo las formas artísticas reconocidas como tales. Hay que tener en cuenta que, en estos aspectos, partidas como La Inmortal o La Siempreviva de Anderssen, las brillantes combinaciones de Morphy y Tal, las hermosas producciones de Lasker, Capablanca, Alekhine, Tartakower y Rubinstein, además de otros grandes maestros actuales, reflejaron una marcada tendencia del ajedrez a formar parte del ámbito artístico, y que esa inclinación era apreciada por un público capaz de entender las genialidades de los grandes jugadores. Estas inclinaciones artísticas se plasmaron, por ejemplo, de forma inigualable en los problemas y estudios de ajedrez, lo que nos permite afirmar que millones de amantes del juego del ajedrez lo son en virtud de la capacidad que aquellas composiciones tienen de generar placer espiritual, y en tanto que representan una aventura intelectual de primera magnitud. De modo que el criterio estético del ajedrez “en la más legítima y plausible descripción del ajedrez sirve de base a momentos dialécticos, circunstancia que, por ejemplo, es claramente perceptible en las combinaciones de sacrificio o en la realización de profundos planes estratégicos, a base de peldaños interdependientes y en la perfección de los problemas de ajedrez, que permiten una gran independencia experimental.” (Kleine, 1961, página 647.) El género artístico desarrolla sus propias normas de belleza, y de igual forma, en ajedrez las jugadas fuertes hacen brotar la belleza, que nos permiten contemplar con intensa satisfacción estética las ingeniosas maniobras y combinaciones del maestro. Cuando Enmanuel Lasker declara que la jugada más fuerte es la más hermosa, está poniendo los cimientos universales de la alta cultura del juego, estableciendo parámetros de la nueva “obra artística”. Mientras determinados jugadores privilegiados pueden valorar y analizar de cerca el pensamiento y juego de los más destacados maestros, un buen número de jugadores aficionados y de amantes del ajedrez contribuyen también, de modo significativo, a engrandecer el ajedrez por su reiterada práctica cotidiana y su disfrute de la aventura espiritual ante el tablero. El placer y la satisfacción intelectual derivados de la contemplación de un espectáculo artístico se dan, por tanto, en ajedrez gracias a la presencia de capacidades intelectuales y fantasías creativas en juego, sobre lo cual reposa en gran parte el aspecto esencial de la vieja atracción y fascinación que ejerce sobre sus practicantes. Mediante ese empleo privilegiado del tiempo libre en una actividad puramente mental, el ajedrez aporta una preciosa contribución a la cultura humanística. El ajedrez es como un elixir del espíritu que estimula la alegría de poder disfrutar del tiempo libre, un componente cultural que da paso a un modo de vivir, a una mayor calidad de vida en múltiples


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