El cuerpo en la danza. Núria Massó Ortigosa

El cuerpo en la danza - Núria Massó Ortigosa


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entre el músculo y el centro de rotación de la rodilla, con lo cual aumenta la eficacia de la contracción del cuádriceps (hay que recordar que lo que provoca movimiento articular es el producto de la fuerza que se aplica por la distancia perpendicular desde el punto de aplicación de dicha fuerza al centro de rotación de la articulación) (figura 1-19). Por otro lado, y debido a su forma, proporciona una superficie de contacto con el fémur más amplia que la que proporciona el tendón, repartiendo mejor las fuerzas de contacto que se generan con el esfuerzo del cuádriceps. Debido a todo ello, el cartílago de esta articulación es el que sufre cuando hay grandes y/o mantenidos esfuerzos de contracción del cuádriceps (es a menudo la causa del dolor anterior de rodilla cuando hemos forzado la rodilla a base de pliés, démi-pliés, saltos, o manteniendo un exceso de contracción del cuádriceps al aguantar una posición).

      Figura 1-19. Articulación femororrotuliana. La rótula incrementa la eficacia del músculo cuádriceps como extensor de la rodilla.

       Sistemas de estabilización

      La rodilla cuenta con:

       Los ligamentos laterales, que limitan un exceso de movilidad lateral.

       Los ligamentos cruzados, que limitan el desplazamiento anterior y posterior de la tibia bajo el fémur. También limitan sus movimientos de rotación y flexoextensión.

       Los meniscos, que por su forma mejoran el acoplamiento entre las superficies del fémur y la tibia.

       La rótula se ve protegida en sus desplazamientos por una serie de estructuras capsuloligamentarias.

       Como en el pie y el tobillo, los músculos cumplen también una función estabilizadora en la rodilla. Por ejemplo, los músculos isquiotibiales, desde la cara posterior de la rodilla, evitan que la tibia se desplace en exceso hacia delante. En sentido contrario, el cuádriceps evita el desplazamiento posterior (figura 1-20a). Por otro lado, el vasto interno del cuádriceps evita que la rótula se traslade en exceso hacia fuera (figura 1-20b).

       Movilidad de la rodilla

      La articulación femorotibial tiene un grado elevado de flexoextensión. A la vez que se flexiona o se extiende, realiza leves movimientos lateromediales de abducción-aducción y también de rotación y deslizamiento que, aunque poco marcados en cuanto a amplitud, son esenciales para coordinar el movimiento de la cadera con el del pie y el tobillo durante la marcha y otras funciones de la extremidad inferior.

      A nivel de la articulación femororrotuliana podemos observar unos movimientos de desplazamiento de la rótula respecto al fémur. Partiendo de una flexión de rodilla, a medida que extendemos ésta, la rótula se desplaza hacia arriba en sentido inferosuperior y también, al final de la extensión, hacia fuera. Este desplazamiento de la rótula en los movimientos de la rodilla hace que la posición de la rótula y el tipo y grado de presión que hay entre la rótula y el fémursean distintos según el grado de flexión de la rodilla. Volveremos a hablar de ello en relación con los problemas de dolor en la rodilla (en el capítulo de patología sobre la rodilla).

      Figura 1-20a. Vista lateral de la rodilla. Los músculos Isquiotibiales evitan el exceso de desplazamiento anterior de la tibia cuando ésta es sometida a la tensión del tendón rotuliano o a fuerzas externas.

      Figura120b. Vista anterior o frontal de la rodilla. El músculo vasto interno controla el exceso de desplazamiento externo de la rótula.

       Variaciones morfológicas

      Genu varo y genu valgum. Son las variaciones, en el plano frontal, del ángulo formado entre la diáfisis del fémur y la de la tibia. La existencia de un genu valgum marcado puede provocar problemas de exceso de presión sobre la carilla externa de la rótula, como veremos en el capítulo sobre patología de la rodilla (figura 1-21).

      Figura 1-21a. Variaciones del ángulo de la rodilla en el plano frontal.

      Figura 1-21b. Cambios evolutivos del grado de valgo fisiológico de la rodilla. Esqueleto primitivo (izquierda) y actual (derecha). Hemos ganado longitud a nivel del cuello del fémur para facilitar la importante acción de los músculos abductores de la cadera, cambiando en consecuencia la inclinación de la diáfisis femoral.

      Genu recurvatum. Es una variación de este ángulo pero en el plano sagital. Equivale a una postura instaurada en hiperextensión de la rodilla (figura 1-22).

      Figura 1-22. Hiperextensión de la rodilla.

      Anomalías torsionales. Corresponden a la variación de los ángulos de torsión que existen a lo largo de la extremidad inferior. Habitualmente la tibia se posiciona en ligera rotación externa respecto al fémur, y también el pie respecto a la tibia. Ello hace que en bipedestación los pies “miren un poco hacia fuera”. Este grado de rotación se encuentra a veces incrementado. Es posible que exista una cierta influencia de la técnica del baile sobre ello, especialmente cuando se empieza a edades tempranas. Si constituye un efecto de adaptación progresiva del sistema esquelético durante el crecimiento, ello no tiene por qué conducir forzosamente a la existencia de problemas por sobrecarga u otras lesiones. No obstante, es un factor importante a tener en cuenta cuando se realiza la exploración o screening del aparato locomotor del bailarín, puesto que hace aconsejable un mayor cuidado de las articulaciones, en especial la de la rodilla (figura 1-23).

      En un estudio realizado sobre 106 bailarines hemos encontrado un elevado porcentaje de anomalías torsionales, con una relación estadísticamente significativa con la práctica de la danza clásica y con la edad de inicio de la danza (Massó, 1991).

      Figura 1-23. Torsión tibial externa.

      Angulo Q. Es el formado por la línea que une la espina ilíaca anterosuperior (donde se origina parte del músculo cuádriceps) con el punto central de la rótula y la línea que une este punto de la rótula con la tuberosidad tibial anterior (en la cual se inserta el tendón rotuliano) (figura 1-24).

      Cuando este ángulo es mayor de lo habitual, la fuerza ejercida por el cuádriceps al contraerse repercute de manera especial en la rótula.

      Un ángulo Q aumentado (la normalidad se sitúa alrededor de los 15º) predispone a problemas femororrotulianos, que es una de las causas más frecuentes de dolor en la rodilla del bailarín. Hablaremos de ello en el capítulo sobre patología.

      Figura 1- 24. Ángulo


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