Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales. Jorge Enrique Esguerra Leongómez

Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales - Jorge Enrique Esguerra Leongómez


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oriente a occidente: el del Quindío, que comunicaba a Ibagué con Cartago, y el de Ervé (Herveo), de menor importancia, que relacionaba a las postradas minas de Marmato y Supía con Mariquita.

      Para dar una idea de la situación en que se encontraban los habitantes de Antioquia ante la crisis y cómo era su ánimo para aventurarse a buscar nuevas tierras, Parsons transcribe un memorial de 1879, suscrito por unos “pobres vasallos” del altiplano oriental que se habían asentado en las montañas del “valle de Sonsón”:

      Nosotros, los suscritos vecinos de la ciudad de Rionegro y del valle de San José de Marinilla, venimos ante vos con toda humildad [...] y declaramos: Hemos sido llevados a este movimiento por nuestra extrema pobreza en bienes materiales y por la escasez de tierras, ya para cultivarlas como propias o en las cuales construir habitaciones para nosotros y para nuestras familias. Así hemos venido, sin dinero, a estas montañas de Sonsón, donde hay buena tierra, amplios pastos para nuestros ganados, salinas y ricas minas de oro, a hacer nuestras casas y erigir una nueva población. Esto traerá beneficios, tanto para nosotros como para el real tesoro [...] como resultado del descubrimiento de dichas salinas y aluviones de oro y por la apertura de comunicaciones entre el nuevo plantío y Mariquita, que está cerca del dicho valle de Sonsón”. (Archivo de Antioquia, Medellín, Fundaciones: Sonsón, 1789-1809, hojas sin numerar. Citado en Parsons, 1997, p. 115)

      Según el historiador Pedro Felipe Hoyos Körbel, el trasfondo político de este memorial consiste en que esta población quedaba en la enorme extensión de tierras concedida por la Corona española al alférez real Felipe Villegas y Córdoba (concesión Villegas), y los colonos necesitaban el respaldo del gobernador para echar adelante su proyecto (Hoyos, 2001, p. 6). El anterior documento parece ratificar lo que algunos investigadores del poblamiento han afirmado con relación a la llamada “colonización antioqueña”: que los emigrantes eran movidos por su “extrema pobreza”, aserción que puede ser válida en sus inicios, pero que no se puede generalizar a todas las épocas en que se desarrolló la migración, como veremos más adelante. Parece ser que este primer “movimiento” para ocupar el valle de Sonsón (al suroriente del río Aures) sí tenía visos de corresponder a la situación general de Antioquia ya descrita, al final del siglo XVIII. Pero es importante, además, resaltar la importancia que tales vasallos le daban a la región como vínculo de un futuro camino que comunicara con Mariquita, y también a la erección de una nueva población que le sirviera de apoyo. En la motivación de las gentes desplazadas estaba no solo la necesidad de hacerse a buen clima, a tierras y a minas, sino la posibilidad de facilitar el comercio interregional por medio de vías y de centros de acopio y de abastecimiento en la zona. En esa época, Mariquita era la provincia que colindaba con Antioquia por el suroriente, y su capital, del mismo nombre, era un nexo geográfico y comercial con el río Magdalena (Honda) y con la capital del virreinato: Santa Fe de Bogotá. Así pues, en la mentalidad de esos colonos “modernos” (parafraseando a Parsons), así fueran pobres, se adivinaba un sentido comercial bastante nítido, porque relacionaban inversión productiva con intercambio y vías de comunicación, así como con la necesidad de fundar poblados que centralizaran las decisiones económicas y políticas. Esto es supremamente importante que ocurriera en esa época y en esa región, signada precisamente por el enclaustramiento físico y mental y por el atraso en la producción. Con relación a esto, Otto Morales Benítez trae la siguiente apreciación de Alejandro López2, uno de los primeros analistas del fenómeno colonizador: “El aislamiento de cada poblado y el cultivo simplemente extensivo de las tierras creaba en cada población una economía cerrada con pocas posibilidades de intercambio de productos con otras más o menos lejanas”, situación que para López ayudó a desatar la colonización. Las gentes no quisieron permanecer ociosas: “No iban a comprar tierras; iban a ocuparlas, las más de las veces arrebatándoselas al poseedor excluyente” (Morales, 1995, pp. 62-63). Al respecto, es fundamental mencionar algo que desarrollaremos en el siguiente aparte: el papel del minero independiente y el del comerciante fueron definitivos en el despegue de Antioquia al final de la Colonia. De la movilidad social que generó la búsqueda de oro, a pesar de su lastre y causa del decaimiento productivo, quedó una actitud de motivación económica y de amplitud de horizontes, que serán los aspectos que caracterizarán a los antioqueños a partir de los inicios del siglo XIX3.

      La relatividad de la decadencia

      Por otra parte, la investigación de Álvaro López Toro demuestra que los fenómenos económicos y sociales son más complejos de lo que muchas veces se pretende exponer. Ante todo, explica también cómo el caso antioqueño se diferencia de los del resto del país, porque allí la gran hacienda tuvo limitaciones en su desarrollo6, y reconoce la especialidad de la producción colonial antioqueña, orientada a la explotación minera esclavista ante la progresiva escasez y el bajo rendimiento de la mano de obra indígena (López, 1979, pp. 11-12). Se produjo así un “proceso de desarrollo económico dentro de un modelo de crecimiento desequilibrado entre dos sectores productivos, de los cuales el minero era el sector líder y el agrícola el sector atrasado” (López, 1979, p. 23). También López expone los siguientes rasgos particulares de la evolución de las relaciones productivas en la provincia durante la Colonia, para explicar su posterior desarrollo en la República: desde la segunda mitad del siglo XVII, comenzó a presentarse en Antioquia el fenómeno del pequeño minero o mazamorrero, y poco a poco se formaron núcleos de gente nómada, buscadores de oro autónomos y aventureros. Al lado de estos grupos independientes, operaban también empresarios lavadores de oro que iban desplazándose hacia las altiplanicies del centro y del oriente de la provincia, en donde el clima era más favorable (López, 1979, pp. 13-14). En este panorama, se manifestó el advenimiento gradual de una nueva clase social, compuesta por un grupo de comerciantes y “rescatantes”, importadores e intermediarios entre el agricultor o ganadero y el productor minero. Y asegura López que las condiciones en que se movía el comerciante eran bien diferentes de las que prevalecían en el sistema de la hacienda, porque en Antioquia los productores no se constituyeron en sus clientes perpetuos, y en medio de las dificultades se desarrolló una escuela de disciplina cuyos resultados lo colocaron en una posición favorable para operaciones de alto alcance y para asegurarse el dominio político posterior a la Independencia (López, 1979, pp. 17-21). Estos aspectos


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