Los ángeles sepultados. Patricia Gibney

Los ángeles sepultados - Patricia Gibney


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sintió que Jeff alargaba la mano para sostenerla. Faye lo apartó de un manotazo y fue hacia el baño de mujeres, donde la iluminación brillaba por su ausencia.

      Se inclinó sobre el lavabo de cerámica, respirando profundamente. Al mirarse al espejo, retrocedió, espantada por su aspecto. La piel, demasiado pálida, estaba perlada de sudor. El pelo claro estaba enredado y lleno de polvo; incluso las manos seguían cubiertas por una capa brillante de finas partículas de yeso. «Un fantasma», pensó, «parezco un maldito fantasma».

      Abrió el grifo para que corriera el agua, apretó apurada el dispensador de jabón y se lavó las manos. Luego, se sacudió el polvo del pelo. Sostuvo un poco de papel bajo el chorro borboteante y se limpió la frente y las mejillas con el papel humedecido.

      Después de hacer pis y volver a lavarse las manos, seguía encontrándose mal. Todavía notaba el aleteo en el vientre, y se preguntó cómo iba a lidiar con una personita en su vida cuando ni siquiera podía enfrentarse al hecho de que, probablemente, había encontrado un muerto en la casa que intentaba convertir en su hogar.

      Un ser humano muerto.

      —¿De verdad? —le preguntó a su reflejo. «Olvídalo», había dicho Jeff, pero Faye no era una persona que olvidara las cosas solo porque alguien se lo dijera. Ni hablar. Cerró el grifo y echó los hombros atrás. Iba a averiguar si la calavera era real o no. Primero tenía que descubrir dónde la había puesto Jeff.

      Al abrir la puerta del lavabo de señoras, una sombra se cernió sobre ella. Levantó la vista.

      —¿Jeff?

      —Has tardado una eternidad. Estaba preocupado. ¿Estás bien? ¿Está bien el bebé?

      —Hazme un favor y deja de tratarme como si fuera un cachorrillo enfermo, ¿vale? He sufrido una conmoción, pero ahora estoy bien. Tienes que volver al trabajo. Llévame primero a casa. Ese papel pintado no va a quitarse solo de la pared.

      11

      Lottie llegó al lugar que Lynch había localizado en el vídeo del dron. Enfundada en el traje protector, se agachó junto a las traviesas del tren.

      A su lado, Kirby no dejaba de resoplar.

      —Está a unos cien metros de donde encontramos el cuerpo.

      La inspectora observó el ajetreo desde la distancia. Un pequeño ejército de forenses, que parecían hormigas blancas, peinaba la zona donde se había hallado el cuerpo. Miró a su alrededor. Una zarza espesa sobresalía del seto cercano. Al otro lado de las vías, había unos escalones de madera que subían hasta la amplia orilla del canal. Seguramente sería una zona de pesca, pensó la inspectora.

      —Tal vez transportaron el cuerpo por el canal —explicó Kirby—, y quienquiera que lo llevase, salió desde allí hacia las vías. Puede que la mano se le haya caído de camino al lugar donde planeaba dejar el cadáver.

      Lottie escudriñó la zona. Era probable que Kirby tuviera razón. Pero ¿dónde estaba el resto del cuerpo?

      —Sin duda es una mano —dijo la inspectora mientras examinaba la carne congelada sin tocarla—. Habrá que revisar minuciosamente toda la línea del ferrocarril.

      —¿Toda la línea? —preguntó Kirby—. ¿De Sligo a Dublín?

      —No, me refiero desde la ciudad hasta donde se encontró el torso, y un poco más allá.

      —Sigue siendo mucha mano de obra. —El detective se rascó la cabeza—. Podríamos sobrevolar las vías con un dron.

      Lottie sonrió detrás de la mascarilla.

      —Kirby, eso es lo más sensato que te he oído decir en mucho tiempo.

      —¿Eso es un cumplido, jefa?

      —Puedes tomártelo así. De todos modos, tal vez sería mejor pedir apoyo aéreo, y necesitaremos gente en tierra igualmente. Organízalo.

      Lottie se puso en pie y miró hacia los setos, donde había trozos de papel y plástico enganchados en las ramas. El terraplén junto a las vías también estaba salpicado de basura. Seguro que el camino de sirga del canal ofrecía el mismo aspecto.

      —También quiero que registren a fondo los alrededores. Me parece que la persona que se deshizo del cuerpo no tuvo mucho cuidado, si es que no fue intencional. —Se sumió en sus cavilaciones—. Tal vez tirara algo que pueda ayudarnos a incriminarlo. ¿Dónde está Lynch?

      Lottie observó a Maria Lynch mientras esta se peleaba con la cremallera del traje protector.

      —Está atascada. Y no digas que es porque he engordado con el embarazo, porque no es verdad.

      —Estás estupenda, Maria, y no dejes que nadie te diga lo contrario. No se puede decir lo mismo de Kirby. ¿Qué le pasa? —Siguió con la mirada al corpulento detective mientras este deambulaba hacia un costado con el móvil en la mano.

      —Qué no le pasa, querrás decir. —Por fin, la cremallera de Lynch subió hasta su sitio.

      —Has hecho un buen trabajo al descubrir la mano. Si no, los animales se habrían dado un banquete. —Lottie vio a dos forenses que se acercaban hacia ellas.

      Lynch estaba agachada junto a la mano, mirándola fijamente.

      —Parece que haya estado envuelta en plástico. ¿Crees que es parte del torso?

      —Eso espero, de lo contrario, nos enfrentamos a dos cadáveres. —Lottie se agachó junto a Lynch—. Tenemos el torso y una mano. Me gustaría saber dónde está el resto del cuerpo.

      —Si tenemos una mano, la otra debería andar cerca. ¿Quién en su sano juicio dejaría caer una sola mano? —dijo Lynch con seriedad.

      —Puede que se le haya caído por accidente. No nos enfrentamos a alguien en su sano juicio —señaló Lottie.

      McGlynn llegó junto a ellas.

      —Como de costumbre, estás interfiriendo en mi escena del crimen, inspectora Parker.

      —Solo miro, sin tocar. Estoy aprendiendo —dijo Lottie.

      —Bien —contestó él a regañadientes—. ¿Cómo está el joven Boyd?

      —Boyd está bien, gracias. —Lottie sonrió al anciano de inquisitivos ojos verdes. Era como un arbusto espinoso: entre las espinas tenía que haber algunas rosas, aunque, de momento, no había sido capaz de encontrarlas.

      —Dios santo, dentro de nada os tendré de nuevo a los dos pisoteando mis escenas del crimen. Señor, dame paciencia. Y ahora, fuera de mi camino hasta que haya visto lo que tenemos aquí.

      —¿Podré sacar huellas de la mano? —preguntó Lottie.

      —Tú no, pero tal vez yo sí. Te avisaré cuando lo sepa.

      —Jim, ¿de verdad es el cadáver de una criatura?

      —Eso creo.

      Dejó al forense con su trabajo, y ella y Lynch caminaron hasta Kirby.

      —Tenemos que revisar todos los expedientes de desapariciones —dijo—. Aunque solo tengamos partes de un cuerpo, era un ser humano, una criatura, y alguien ahí fuera echa de menos a un ser querido.

      12

      Faye vio a Jeff alejarse con el coche. Soltó la cortina, que olía a rancio, y miró a su alrededor. El joven se había negado a decirle dónde había puesto la calavera, y había insistido en que no se rompiera más la cabeza con aquello. «No pilla la ironía», pensó cansada.

      Tenía que estar en algún lugar de la casa.

      Revisó el cubo de la basura en la cocina. Buscó en cada alacena, espantando moscas y arañas, sin miedo, pero con cuidado. Si veía una sola caquita de ratón, adiós,


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