De Los Nombres de Cristo. Fray Luis de León
de Él y pone en el camino sus pisadas’. Item, dásele a Cristo este mismo nombre en el salmo 94, adonde David, convidando a los hombres para el recibimiento de la buena nueva del Evangelio, les dice: ‘Ganemos por la mano a su faz en confesión y loo’. Y más claro en el salmo 79: ‘Conviértenos —dice, c.23—, Dios de nuestra salud; muéstranos tus faces, y seremos salvos’. Y asimismo Esaías en el capítulo 64 le da este nombre, diciendo:
‘Descendiste, y delante de tus faces se derritieron los montes’. Porque claramente habla allí de la venida de Cristo, como en él se parece. »
—Demás de estos lugares que ha leído Sabino —dijo entonces Marcelo— hay otro muy señalado que no le puso el papel, y merece ser referido. Pero antes que diga de él, quiero decir que en el salmo 79, aquellas palabras que se acaban ahora de leer: « Conviértenos, Dios de nuestra salud» , se repiten en él tres veces; en el principio y en el medio y en el fin del salmo, lo cual no carece de misterio, y a mi parecer se hizo por una de dos razones. De las cuales la una es para hacernos saber que hasta acabar Dios y perfeccionar del todo al hombre, pone en él sus manos tres veces: una, criándole del polvo y llevándole del no ser al ser, que le dio en el paraíso; otra, reparándole después de estragado, haciéndose Él para este fin hombre también; y la tercera, resucitándole después de muerto, para no morir ni mudarse jamás. En señal de lo cual, en el libro del Génesis, en la historia de la creación del hombre, se repite tres veces esta palabra criar. Porque dice de esta manera : «y crió Dios al hombre a su imagen y semejanza, a la imagen de Dios le crió; creólos hembra y varón. »
Y la segunda razón, y lo que por más cierto tengo, es que en el salmo de que hablamos pide el profeta a Dios en tres lugares que convierta su pueblo a sí y les descubra sus Faces que es a Cristo, como hemos ya dicho, porque son tres veces las que señaladamente el Verbo divino se mostró y mostrará al mundo, y señaladamente a los del pueblo judaico para darles luz y salud. Porque lo primero se les mostró en el monte, adonde les dio Ley y les notificó su amor y voluntad; y cercado y como vestido de fuego y de otras señales visibles, les habló sensiblemente, de manera que le oyó hablar todo el pueblo; y comenzó a humanarse con ellos entonces como quien tenía determinado de hacerse hombre de ellos y entre ellos después, como lo hizo. Y éste fue el aparecimiento segundo, cuando nació rodeado de nuestra carne y conversó con nosotros, y viviendo y muriendo negoció nuestro bien.
El tercero será cuando, en el fin de los siglos, tornará a venir otra vez para entera salud de su Iglesia. Y aun, si yo no me engaño, estas tres venidas del Verbo, una en apariencias y voces sensibles, otras dos hecho ya verdadero hombre significó y señaló el mismo Verbo en la zarza, cuando Moisés le pidió señas de quién era , y Él, para dárselas, le dijo así: « El que seré, seré, seré» , repitiendo esta palabra de tiempo futuro tres veces, y como diciéndoles: Yo soy el que prometí a vuestros padres venir ahora para libraros de Egipto, y nacer después entre vosotros para redimiros del pecado, y tornar últimamente en la misma forma de hombre para destruir la muerte y perfeccionaros del todo. Soy el que seré vuestra guía en el desierto, y el que seré vuestra salud hecho hombre, y el que seré vuestra entera gloria, hecho juez.
Aquí Juliano, atravesándose, dijo:
—No dice el texto seré, sino soy, de tiempo presente, porque, aunque la palabra original en el sonido sea seré, mas en la significación es soy, según la propiedad de aquella lengua.
—Es verdad —respondió Marcelo— que en aquella lengua las palabras apropiadas al tiempo futuro se ponen algunas veces por el presente; y en aquel lugar podemos muy bien entender que se pusieron así, como lo entendieron primero San Jerónimo y los intérpretes griegos. Pero lo que digo ahora es que, sin sacar de sus términos a aquellas palabras, sino tomándolas en su primer sonido y significación, nos declaran el misterio que ha dicho. Y es misterio que para el propósito de lo que entonces Moisés quería saber, convenía mucho que se diese.
Porque yo os pregunto, Juliano: ¿No es cosa cierta que comunicó Dios con Abraham este secreto, que se había de hacer hombre y nacer de su linaje de él?
—Cosa cierta es —respondió — y así lo testifica Él mismo en el Evangelio, diciendo:
« Abraham deseó ver mi día; viole y gozóse. »
—Pues ¿no es cierto también —prosiguió Marcelo— que este mismo misterio lo tuvo Dios escondido hasta que lo obró, no sólo de los demonios, sino aun de muchos de los ángeles?
—Así se entiende —respondió Juliano— de lo que escribe San Pablo,
—Por manera —dijo Marcelo — que era acaso secreto aquéste, y cosa que pasaba entre Dios y Abraham y algunos de sus sucesores, conviene a saber, los sucesores principales y las cabezas de linaje, con los cuales, de uno en otro y como de mano en mano, se había comunicado este hecho y promesa de Dios.
—Así —respondió Juliano— parece.
—Pues siendo as —añadió Marcelo—, y siendo también manifiesto que Moisés, en el lugar de que hablamos, cuando dijo a Dios: « Yo, Señor, iré como me lo mandas, a los hijos de Israel y les diré: El Dios de vuestros padres me envía a vosotros; mas si me preguntaren cómo se llama ese Dios,
¿qué les responderé? » Así que, siendo manifiesto que Moisés, por estas palabras que he referido, pidió a Dios alguna seña cierta de sí, por la cual, así el mismo Moisés como los principales del pueblo de Israel, a quien había de ir con aquella embajada, quedasen saneados que era su verdadero Dios el que le había aparecido y le enviaba, y no algún otro espíritu falso y engañoso; por manera que, pidiendo Moisés a Dios una seña como ésta, y dándosela Dios en aquellas palabras, diciéndole: « Diles: El que seré, seré, seré, me envía a vosotros; la razón misma nos obliga a entender que lo que Dios dice por estas palabras era cosa secre ta y encubierta a cualquier otro espíritu, y seña que sólo Dios y aquellos a quien se había de decir la sabían, y que era como la tésera militar, o lo que en la guerra decimos dar nombre, que está secreto entre solos el capitán y los soldados que hacen cuerpo de guardia. Y por la misma razón se concluye que lo que dijo Dios a Moisés en estas palabras es el misterio que he dicho; porque este solo misterio era el que sabían solamente Dios y Abraham y sus sucesores, y el que solamente entre ellos estaba secreto.
Que lo demás que entienden algunos haber significado y declarado Dios de sí a Moisés en este lugar, que es su perfección infinita, y ser Él el mismo ser por esencia, notorio era no solamente a los ángeles, pero también a los demonios; y aun a los hombres sabios y doctos es manifiesto que Dios es ser por esencia y que es ser infinito, porque es cosa que con la luz natural se conoce. Y así, cualquier otro espíritu que quisiera engañar a Moisés y vendérsele por su Dios verdadero, lo pudiera, mintiendo, decir de sí mismo; y no tuviera Moisés, con oír esta seña, ni para salir de duda bastante razón, ni cierta señal para sacar de ella a los príncipes de su pueblo a quien iba.
Mas el lugar que dije al principio, del cual el papel se olvidó, es lo que en el capítulo 6 del libro de los Números mandó Dios al sacerdote que dijese sobre el pueblo cuando le bendijese, que es esto
« Descubra Dios sus Faces a ti y haya piedad de ti. Vuelva Dios sus Faces a ti y déte paz. »
Porque no podemos dudar sino que Cris to y su nacimiento entre nosotros son estas Faces que el sacerdote pedía en este lugar a Dios que descubriese a su pueblo, como Teodoreto y como San Cirilo lo afirman, doctores santos y antiguos.
Y demás de su testimonio, que es de grande autoridad, se convence lo mismo de que en el salmo 66, en el cual, según todos lo confiesan, David pide a Dios que envíe al mundo a Jesucristo, comienza el profeta con las palabras de esta bendición y casi la señala con el dedo y la declara, y no le hace falta sino decir a Dios claramente: «La bendición que por orden tuya echa sobre el pueblo el sacerdote, eso, Señor es lo que te suplico; y te pido que nos descubras ya a