Hinault. William Fotheringham
alumnos del otro colegio.
Hinault no era buen estudiante. Tenía suficiente capacidad para memorizar, pero no era capaz de mantener la atención. Desde los primeros días, se escondía detrás de la gran estufa que había en el aula para poder mirar por la ventana. Pero le decía a su madre que «si no doy palo al agua en la escuela es porque no me gusta. Pero cuando hagan algo que sí que me guste, redoblaré esfuerzos y lo haré mejor que nadie». Da la sensación de que ponía un gran empeño en desafiar al sistema, fueran cuales fueran las consecuencias. Hacía novillos con sus amigos; como su padre siempre se acababa enterando, se ganaba una bofetada. Junto con sus amigos acabaron prendiendo fuego a aquella regla con la que el maestreo solía golpearlos. Se saltó dos años de catequesis e hizo la comunión a la vez que su hermano, que era dos años mayor; más tarde, en el colegio, recordaría un episodio en el que él y sus compañeros aprendices de mecánica tenían un profesor que solía columpiarse sobre las patas traseras de la silla; o lo hizo hasta que ellos colocaron una silla rota tras su escritorio y el profesor cayó de espaldas. Hinault era un alma independiente y deseaba con tal ahínco comenzar a trabajar que a los catorce años le hizo creer al dueño de un taller de la cercana Route Nationale 12 que tenía dieciséis años —edad mínima legal— para comenzar a trabajar como ayudante de gasolinera.
Un último empujón estudiantil hizo posible que obtuviera el certificate d’etude primaire con quince años, tras lo cual asistió a la escuela técnica de Saint-Brieuc, donde comenzó a estudiar para aprendiz de mecánico; él hubiera preferido dedicarse a la ebanistería, pero el curso ya estaba completo. Aquí sería donde comenzaría su breve flirteo con el atletismo, cuando cayó bajo la protección de un profesor de Educación Física llamado Daniel Carfentan, «el primero que me hizo desarrollar el cuerpo desde un punto de vista atlético». Se unió a la sección de atletismo del Club Olympique Briochine y Carfentan lo entrenó: en invierno se dedicaba al cross-country y en verano a las pruebas de 1500 y 3000 metros. Desde 1969 a 1971 el joven Hinault fue un atleta que mejoraba de manera sólida año a año, y lo suficientemente fuerte como para terminar décimo en los campeonatos nacionales júnior de cross-country, en Compiegne.
A la vez, el ciclismo comenzó a seducirle. Había estado siempre ahí, en segundo plano. Los Hinault veían el Tour de Francia en televisión, a las 4 en punto cada tarde de julio, aunque el trabajo en la gasolinera puso un paréntesis a esto. En una comunidad tan pequeña Bernard y el resto estaban al tanto de las carreras de fin de semana en las que participaba su primo René, y ellos mismos simulaban sus propias carreras utilizando una bicicleta roja que en un principio estaba destinada a pertenecer a Gilbert, el primogénito. Como los cuatro compartían todo ninguno se quedaba sin su turno para dar una vuelta; en su primer intento Bernard se estrelló contra un árbol, pero muy pronto se convirtió en el que más tiempo dedicaba a montar aquella bicicleta, aunque fuera demasiado grande y tuviera que apoyarse en un bloque de hormigón para poder subir a ella.
Regresaba a casa después de montar en bicicleta repleto de arañazos y moratones, mientras su madre le suplicaba que se lo tomase con un poco de calma. Pero era un joven impetuoso al que parecían encantarle los peligros. Pasó de dejar salir a las gallinas a poner largos hilos de pesca durante la marea baja en la cercana bahía de Saint-Brieuc, junto a sus primos. Una o dos veces estuvo a punto de meterse en un grave problema cuando la marea alta le pillaba vadeando uno de los canales en aquella gran extensión de bancos de arena. De repente le llegaba el agua al cuello y tenía que nadar con gran vigor. «Pensaba que no lograría cubrir aquellos cuatrocientos metros que me separaban». Pero eso no lo detuvo y siguió atravesando los bancos de arena en mitad de la noche, alumbrándose con un pequeño mechero de bolsillo.
Hinault acabaría precipitándose en los brazos del ciclismo. Los años que había pasado corriendo alrededor de la pista de atletismo hicieron imposible un ingreso paulatino, aunque ya se estaba preparando para ser ciclista sin ser consciente de ello. A los quince años le compraron una bicicleta como recompensa por haber aprobado sus exámenes y pedaleaba todos los días sobre ella rumbo a Saint-Brieuc, a la escuela técnica, librándose así de la caminata de dos kilómetros que tenía que cubrir desde la parada de autobús en Saint-Brieuc. Era un trayecto de diez kilómetros; a la ida, para ahorrarse cinco o diez minutos, el joven Bernard intentaba seguir el rebufo de alguno de los camiones que ascendían la larga colina desde Yffiniac. «Era un ejercicio peligroso: había que calcular muy bien durante la curva desde la que arrancaba la ascensión y conseguir el suficiente impulso como para mantener la cadencia de pedalada a lo largo de la subida. Me gustaba. Me juntaba lo más que podía a los camiones, y que no me descolgaran se convertía en una cuestión de honor. Ir a rebufo de aquellos camiones era un juego. Era divertido, pero a la vez, era un desafío en el que burlaba los peligros y mantenía un esfuerzo muy intenso. Era un desafío que me gustaba». Durante el descenso de regreso a casa el proceso era el mismo, solo que a la inversa: intentaba ir igual de rápido que los coches que aceleraban colina abajo.
Por eso no es de extrañar que no le costara aguantar el ritmo de René cuando comenzó a salir a pedalear con él, aunque este fuera ocho años mayor y llevara compitiendo desde 1965, a la vez que trabajaba el campo, lo que arruinaba su estado de forma en verano durante la época de la cosecha. René tenía una licencia de segunda categoría, por lo que estaba en mitad de la pirámide del amateurismo. El periodo clave fueron un par de semanas a finales de abril y comienzos de mayo, en 1971. Hacia finales de abril el joven Bernard salió con su vieja bicicleta a entrenar con René, «su primer entrenamiento de verdad», como recuerda su primo: 75-80 kilómetros plagados de subidas. «Yo estaba en buena forma, aquel mayo acabé corriendo diecisiete carreras —esas son solo las que terminé—, era de segunda categoría, ganaba carreras, y de repente me veo aguantando el ritmo de un niñato de dieciséis años en aquellas colinas. Para poder mantenerme con él tuve que bajar a una corona con dos dientes menos respecto a la que él llevaba». En otras palabras, aquel mocoso de dieciséis años movía las piernas con tal facilidad que el corredor maduro que iba a su lado tuvo que poner un desarrollo considerablemente más largo para poder mantener su misma velocidad. Según René, cada salida de entrenamiento con Bernard acabó convirtiéndose en una carrera.
La versión más común de la repentina decisión de Bernard Hinault de comenzar a competir es que presenció una victoria particularmente emocionante de René en una carrera local el 25 de abril, lo cual le llevó a sacarse su primera licencia de competición dos días después. Pero según René, Bernard ya había decidido comenzar a competir antes de aquella victoria, que fue en Plédran, el pueblo que hay al suroeste de Yffiniac. «Se suponía que él iba a correr aquel 25 de abril, porque también se celebraba una carrera de cadetes». Esta era una carrera para los de categoría sub-17, en la que estaba Bernard, y que se correría junto a la carrera sénior que René ganaría. «Durante el invierno había dicho que ganaría en Plédran, porque era el circuito cerca de Yffiniac que mejor me venía, un circuito que paraba justo por encima de Yffiniac. Así que le dije a Bernard que esperase una semana».
René ganó, tal y como prometió, en Plédran —una buena victoria en la que cerró el hueco que tenía un grupo de escapados que había atacado al comienzo, y aunque no pudo dejarlos atrás, les ganó en el esprint—, y parece ser que, por lo menos, sirvió para avivar las ansias competitivas de Bernard. El ciclista veterano quería que su primo pequeño se preparara de cara a su debut competitivo, que por los menos adquiriera algunas habilidades, pero Bernard era demasiado impaciente. Dio la casualidad de que el hermano mayor de Bernard, Gilbert, tenía una bicicleta de competición a la que no estaba especialmente atado; Bernard se adueñó de ella. Se sacó la licencia competitiva con el Club Olympique Briochin, que acababa de llegar a un acuerdo con el club de René, la Union Cyclistique Briochine, por el que los ciclistas más jóvenes pasarían a la école de cyclisme —actividades estructuradas y dirigidas por la mayoría de los clubes franceses para que los jóvenes ciclistas se interesaran por el ciclismo antes de pasar a competir— en COB, pasando después a UCB cuando crecían1.
El 2 de mayo, siguiente domingo, tomó la salida en su primera carrera en Planguenoual, a cuatro kilómetros de Yffiniac, al noreste subiendo por la carretera de la costa hacia cabo Fréhel. Participó en la carrera de cadetes; René iba a participar en la carrera sénior que habría un poco más tarde. El consejo de Robert