Las clientelas del general Wilches. Nectalí Ariza
en la lucha partidista facciosa. Durante este periodo se realizaron tres guerras civiles en el contexto de la unión y un sinnúmero de guerras regionales, en virtud de las cuales se abrió paso una prolífica generación de caudillos militares. En las ciudades se constituyeron grupos de poder socioeconómico con raíces en las haciendas, con vínculos empresariales tanto en otras ciudades del subcontinente como en Europa y en los Estados Unidos. Un entramado empresarial que se dedicaba a exportar productos de la tierra y a importar herramientas, maquinaria, armas, textiles, licores y un sinfín de bártulos de uso cotidiano.
Al comercio y a la apertura con los mercados internacionales contribuyó la inmigración europea asentada en Santander, principalmente desde los años cincuenta. Pues si bien estaban desde antes, a partir de ese momento su presencia fue más notoria, quizá porque se implementó la navegación a vapor por el río Magdalena. La inmigración fue promovida en la Nueva Granada desde el momento de la Independencia: entonces a los recién llegados se les entregaban tierras, se los protegía de la expropiación en las guerras civiles y se les daba la nacionalidad con dos años de residencia, y aun con menos tiempo. Desde luego que nadie venía buscando nacionalidad, sino fortuna. Los inmigrantes que arribaron a comienzos de siglo inicialmente se asentaron en las ciudades costeras y en los puertos53, pero desde mediados de siglo su presencia aumentó en las provincias del interior. Por los vapores que remontaban el Magdalena empezaron a llegar ingleses, franceses y alemanes, entre otros. Los recién llegados, una vez establecidos, tejieron vínculos con la élite criolla; además potenciaban sus negocios con sus nexos familiares allende el océano. En Santander dejó huella el alemán Geo von Lengerke, porque empedró un sinnúmero de caminos coloniales, algunos de impronta indígena, que todavía se usan, por los que movilizaba tabaco y quinas hacia los puertos de los ríos, desde donde exportaba hacia el Atlántico y Europa. El alemán llegó a ser uno de los hombres más ricos de la Provincia de Soto, según las declaraciones de impuesto a la riqueza correspondientes a los años 1870-1874.
En los últimos decenios del siglo se había consolidado un nuevo sector empresarial y comercial, tanto de criollos como de extranjeros, que superaba de lejos la riqueza de los hacendados tradicionales, gracias a que tenían acceso a los recursos del sector financiero internacional, recursos que fluían desde diversas ciudades: Bremen, Liverpool, Londres, Nueva York, entre otras. Ejemplo de esos nuevos empresarios fue Reyes González, un conservador que por el año 1890 era quizá el hombre más rico de Santander. Su compañía, Reyes González & Cía., operaba con capital internacional54. La prosperidad de unos cuantos comerciantes se hizo notoria en ciudades como Cúcuta y Bucaramanga, en las que un reducido grupo social disfrutaba la riqueza generada por las exportaciones de quinas en los años setenta y café en los ochenta. En estas dos capitales provinciales se asentaron nuevos ricos, algunos de los cuales asumieron formas de vida ostentosa, escenificada en la construcción de cómodas mansiones, mientras que la pobreza se extendía por sus alrededores entre labriegos y artesanos.
Entre las circunstancias que favorecieron a Santander están su centralidad respecto al conjunto geográfico neogranadino, así como su extenso límite con el gran río de la Magdalena, pues facilitaron desde la Colonia un activo comercio de manufacturas con las regiones del interior del país y de la Costa Atlántica. Desde la llegada de los españoles y hasta avanzado el siglo XX, el río fue la principal vía de comunicación y comercio con el mundo; por esto los caminos y vías férreas proyectadas confluían en él o en sus ríos subsidiarios (mapas 4, 5 y 6)55. Las circunstancias geográficas y la demanda internacional contribuyeron a que Santander fuese la región pionera del café en Colombia, la que más producción del grano registró hasta finales del siglo XIX. A la vez, y pensando en aumentar la capacidad de exportación tanto en Santander como en otros estados de la Confederación, los políticos y empresarios emprendieron la construcción de ferrocarriles, pues eran el símbolo del progreso. Emprendimientos que en la mayoría de casos solo dejaron frustración y arruinaron el tesoro público de los Estados.
Los cultivos de café se consolidaron en las provincias del norte, de modo que ya en los años setenta dominaban el paisaje de San José de Cúcuta, Ocaña y Soto. Los datos lo confirman: en 1873 Colombia registró una exportación de 10.000 toneladas de grano, a las que Santander aportaba el 90 %. Si consideramos que en 1834 solo se exportaron 150 toneladas, es notorio el incremento de su producción en la economía santandereana, un éxito explicado por los precios y la demanda internacional, aunque tal preponderancia cesó a finales del siglo cuando los cultivos se propagaron por la región antioqueña56.
En 1879, cuando los cultivos de café estaban en plena expansión en las provincias del norte, Wilches, que ocupaba por segunda vez la presidencia, señalaba en su informe a la Asamblea que en 11 distritos de Soto había 445 plantaciones que sumaban 80.079.028 árboles y producían 10.021 cargas que se vendían a una media de 20 pesos. Resulta excepcional la precisión de los datos sobre el número de plantas y producción. Con seguridad se trataba de una aproximación, o de una cifra completamente especulativa, pues las estadísticas nunca fueron buenas en el Gobierno de Santander; quizá por ello, a renglón seguido, Wilches acotaba que «no habiéndose expedido en años anteriores un decreto especial reglamentario de la formación estadística general […] me propongo expedirlo en el presente año»57. Además del café, entre 1878 y 1881 se incrementaron los precios de la quina, cuya extracción era igualmente dominante en Santander respecto al resto de estados; en ese lapso representó el mayor ingreso de divisas para el país.
La prosperidad del norte cafetero es evidente en los informes presentados por los presidentes a la Asamblea del Estado. Así, por ejemplo, en 1873 Narciso Cadena señalaba en el suyo que el estancamiento del sur y el progreso del norte tenían como causa «la significativa cantidad de capitales invertidos a la agricultura [gracias a la cual] […] había una tendencia al alza en los jornales y en el valor de la propiedad raíz»58. A esto agregaba que en el sur los comerciantes se limitaban a la compraventa para el consumo, mientras que en Cúcuta y Ocaña «se revelaba a primera vista la mejora de las poblaciones en el aspecto de los campos, en el movimiento de cargas y en el alza de las rentas públicas». Cadena pensaba de modo lógico que el progreso se debía al flujo de recursos del café, y también a la explotación de las quinas. La tendencia al alza en los precios de estos dos productos tuvo entre sus consecuencias una fuerte competencia entre los políticos empresarios por apropiarse de títulos de tierras baldías59.
Las ciudades de Bucaramanga y Cúcuta recibieron de manera acusada el impacto por el crecimiento económico generado por el café y las quinas, y se convirtieron en los polos del poder político y económico regional y en sedes de casas comerciales internacionales dedicadas a la exportación y la importación. En las dos capitales provinciales surgieron grupos empresariales que desarrollaban múltiples actividades económicas, pues además del comercio se dedicaban a la compraventa de tierras y a los préstamos hipotecarios. Fueron los comerciantes de estas ciudades quienes fundaron los primeros bancos de la región a partir de 1870. Los habitantes de las ciudades más tradicionales vieron cómo en sus principales plazas se levantaban molinos de trigo, herrerías, tiendas y una pequeña industria fabril para el consumo interno60, que daba soporte logístico a las exportaciones efectuadas por casas extranjeras, que mantenían representaciones en las prósperas ciudades santandereanas.
Las investigaciones acerca de la economía de Colombia en el siglo XIX respecto al librecambio plantean que el progreso de comerciantes y hacendados tuvo como contrapartida el empobrecimiento de los artesanos, sobre todo de los productores de lienzos y telas burdas con las que se vestía el común de la población. Tanto los ricos como la gente del común preferían los textiles que llegaban de Europa, sencillamente porque resultaban más baratos; tan solo perduró la producción de sombreros que surtía al mercado neogranadino y al de países vecinos. A juzgar por los datos conocidos, esa producción era significativa, pues entre 1857 y 1858 cerca del 95 % del total de los sombreros exportados y consumidos en la Nueva Granada provenían de Santander61. Sin embargo, Marco Palacios señala que tal impacto pudo ser menor en algunas regiones por factores de aislamiento y transporte. Argumenta que en el año 1870 poblaciones como Bucaramanga y Girón seguían siendo exportadores netos de textiles de algodón, y que el censo de ese mismo año mostraba que en el país había una alta ocupación en el oficio