Intervención logopédica en transtornos de la voz. Inés Bustos Sánchez

Intervención logopédica en transtornos de la voz - Inés Bustos Sánchez


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      Ante las insuficiencias del modelo armónico, se ha propuesto considerar la laringe como un oscilador de relajaciones.

      Las oscilaciones de relajaciones se obtienen aplicando a un objeto un impedimento continuo, seguido de una relajación súbita. El ejemplo que con frecuencia se da es el del vaso de Tantale (Figura 18).

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      El agua sube hasta un nivel de altura máxima. La cuba se vacía entonces a través del sifón hasta una altura mínima en la que el sifón se desactiva; la cuba se llena de nuevo. Este oscilador se desarrolla, pues, entre dos estados extremos, al igual que la glotis, que oscila entre un estado de cierre y un estado de apertura. Entre los dos la presión subglótica se acumula y debe alcanzar un valor umbral para que el cierre se produzca.

      El oscilador de relajación implica la existencia de distintos elementos:

      • Un umbral de energía para activar el fenómeno oscilatorio (para la laringe, es el umbral de presión fonatoria, SPP)

      • Un funcionamiento en «on/off» (para la laringe, es el cierre y la apertura de las cuerdas en cada ciclo)

      Cabe señalar que el efecto «on/off» puede obtenerse sin un contacto real entre las dos cuerdas; es suficiente que la impedancia del pabellón sea elevada. Los ejercicios de fonación con una caña aprovechan este fenómeno e insistiremos en ello en el capítulo 13 de este libro.

      La consecuencia primordial de este funcionamiento en «on/off» es la transferencia de energía de una cuerda a otra en cada contacto o acoplamiento.

      Distinguimos dos fases en un ciclo vibratorio: la fase de cierre y la fase de apertura. Las proporciones entre estas dos fases se obtienen por el cociente de cierre (tiempo de cierre/duración del ciclo) o por su inverso, el cociente de apertura. La técnica que permite medir estos cocientes es la electroglotografía (EGG), utilizada especialmente en investigación.

      En el cierre, las cuerdas llegan una hacia la otra con una energía cinética propia. Ésta depende de la masa y de la velocidad del borde libre en el momento en que aquéllas entran el contacto. Ahora bien, como en la cara, la laringe no es estrictamente simétrica. Pueden existir ligeras diferencias entre las dos cuerdas.

      La vibración podría encontrarse afectada: una de las cuerdas puede llegar al encuentro en la línea media con retraso o anticiparse respecto a la otra, lo que se traduciría por una alteración del sonido si se repitiese en cada ciclo. Afortunadamente, esta asimetría, si es suficientemente ligera, se recupera por la transferencia de la energía cinética de una cuerda a otra: la cuerda izquierda recibe la energía del movimiento de la derecha, y viceversa. Esto es lo que se denomina acoplamiento.

      Supongamos ahora que la simetría glótica sea pronunciada. Éste es el caso, por ejemplo, cuando hay una lesión cordal. Para intentar mantener un sonido más o menos estable, el sujeto va a buscar aumentar el acoplamiento. Dicho de otra manera, va a apretar más las cuerdas vocales. Esta conducta puede agravar la situación: los bordes libres se dañaran mutuamente y las lesiones perdurarán o se agravaran. En reeducación será importante tratar este componente, como veremos más adelante.

      En los casos de una parálisis unilateral de la laringe, la cuerda dañada tiene una rigidez (el coeficiente k) muy diferente a la otra, ya que está flácida. La asimetría es importante, y para compensarla se necesita forzar el acoplamiento. Pero justamente esto no es posible porque la parálisis daña los aductores y también porque la cuerda inmovilizada esta desplazada verticalmente, ligeramente más abajo que la sana. El sujeto, así pues, tendrá un sonido extremadamente inestable, dando la impresión de dos notas yuxtapuestas. Es la tan conocida bitonalidad.

      No obstante, en ciertos casos existe la posibilidad de limitar este fenómeno. Recordemos que en las parálisis recurrenciales la afectación no implica al cricotiroideo (tensor de las cuerdas). El sujeto puede estirar fuertemente las cuerdas, lo que tendrá como efecto elevar la tonalidad a una altura inhabitual y permitirá obtener una tensión más simétrica, es decir, con menos irregularidad vibratoria. Es lo que observamos con frecuencia y es lo que se buscará obtener en las reeducaciones vocales de estas parálisis.

      Sin embargo, podemos encontrar puntos débiles en este modelo. En efecto, deberíamos obtener una frecuencia que variase según la energía proporcionada al oscilador, pero éste no es siempre el caso; el tono de la voz puede estar conservado aun variando la presión subglótica, variando solamente la intensidad. Esto es lo que hace el cantante cuando hace una nota «filatto» (aumenta y después disminuye la intensidad). Además, sabemos que la vibración glótica puede también producirse en ausencia de contacto entre las cuerdas. Esto se aprecia muy bien en las imágenes obtenidas actualmente con las cámaras ultrarrápidas.

      En definitiva, la laringe puede comportarse en ciertos momentos como un oscilador armónico y en otros como un oscilador de relajaciones. El modelo «stickslip» (Giovanni et al.) resalta la importancia del contacto entre las dos cuerdas. A continuación haremos una breve descripción.

      Consideramos que el aire se presenta bajo la glotis cerrada. El moco que recubre ambas cuerdas las une una contra otra (stick) más o menos eficazmente según su viscosidad. La presión subglótica (PSG) debe alcanzar un valor umbral, necesario para abrir la glotis. Las cuerdas, liberadas la una de la otra, prosiguen entonces su movimiento vibratorio según su masa y su rigidez, cada una por su lado (slip). Se recuperaran en la fase de cierre siguiente.

      Comparamos este fenómeno con la vibración de una cuerda de instrumento, activada por un arco. La colofonia que recubre las crines del arco desempeña el papel del moco, pegado a la cuerda, llevándola a separarse de su posición de equilibrio. Llegado un punto de alejamiento, el arco libera la cuerda que prosigue su movimiento oscilatorio libremente antes de quedar adherida nuevamente. Se sucede de este modo una serie de adherencias-liberaciones, característica de este tipo de oscilaciones mantenidas.

      • Un coeficiente de contacto elevado equivale a un arco recubierto de colofonia muy adhesiva, manejado con una cierta lentitud y una gran presión del brazo. En estas condiciones, la laringe se comporta como un oscilador de relajaciones. Las oscilaciones son forzadas, con todos los riesgos que esto conlleva para el epitelio que recubre las cuerdas.

      • Un coeficiente de contacto bajo equivale a un arco manejado suavemente y a una gran velocidad. Es la forma de tocar la viola de gamba en oposición a la del violonchelo. En estas condiciones, la laringe vibra casi como un oscilador armónico.

      Cuando una persona recorre toda la extensión de su voz, por ejemplo en un glissando, percibimos generalmente una ruptura en la continuidad de la emisión. Los graves y los agudos suenan de forma diferente. Para esta persona, también cambian las sensaciones en el momento de esta ruptura. Hablamos entonces de pasaje y las dos partes de la voz separadas por este pasaje se denominan registros o simplemente voz, como si hubiese dos. Las expresiones empleadas tienen


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