Equilibrio y movilidad con personas mayores. Debra J. Rose

Equilibrio y movilidad con personas mayores - Debra J. Rose


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(Scott y otros, 2001; Organización Mundial de la Salud, 2007). La figura 2.1 presenta un modelo que ejemplifica el modo en que estos distintos tipos de factores de riesgo contribuyen a nivel individual e interactivo a elevar el riesgo de caídas y lesiones asociadas con caídas.

      Muchas de las causas primarias de las caídas de los adultos mayores que viven en su domicilio pueden prevenirse.

       Factores de riesgo ambientales

      Ciertamente, los adultos mayores que viven solos se enfrentan a diario a numerosos factores de riesgo extrínsecos. Pueden ser peligros ambientales en el hogar o alrededor de él o en la propia localidad. Los objetos desperdigados, las alfombras que se mueven, las escaleras mal diseñada y la iluminación insuficiente en áreas principales de la casa son sólo unos pocos de los muchos posibles factores de riesgo extrínsecos que se han relacionado estrechamente con el aumento de caídas. Las aceras en mal estado, la altura variable de los bordillos o los caminos en cuesta también suponen un riesgo para los adultos mayores que viven en poblaciones.

       Factores de riesgo biológicos

      En la literatura se han identificado varios factores de riesgo biológicos que contribuyen a elevar el riesgo de caídas. Entre otros tenemos factores no modificables como la edad, el sexo y la raza, así como factores que son algo modificables con intervenciones específicas (p. ej., el declive físico y el cognitivo asociados con la edad, las enfermedades crónicas). Factores biológicos que se asocian en grado moderado a extremo con las caídas son ser mayor de 80 años y ser mujer.. La dificultad para realizar las actividades de la vida diaria (AVD) y la alteración de la movilidad también se han identificado como factores de riesgo de caídas (Nevitt, 1997). Un mal resultado en las pruebas específicas de equilibrio y marcha también es un factor de riesgo muy relacionado con el aumento de la tasa de caídas. Además, los cambios en la vista asociados con la edad contribuyen a elevar el riesgo de caídas. Los tipos específicos de cambios en la vista asociados con el incremento del riesgo de caídas se abordan en el capítulo 1.

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      La presencia de ciertos tipos de enfermedades, como Parkinson, accidente cerebrovascular, artritis y demencia, tiene un valor predictivo de moderado a importante en el aumento de caídas. El incremento del riesgo probablemente se deba, al menos en parte, al efecto negativo de estas enfermedades sobre las distintas dimensiones del equilibrio y la movilidad, así como sobre la cognición. El aumento de los dolores articulares y la reducción de la movilidad, algo propio de las enfermedades artríticas, también guarda una estrecha asociación con el aumento de caídas en los ancianos. Las enfermedades habituales en la población adulta que suelen afectar negativamente el equilibrio y la movilidad se describen con más detalle en la sección siguiente.

       Factores de riesgo de la conducta

      Varios factores de la conducta aumentan el riesgo de caídas y lesiones asociadas con caídas entre los adultos mayores. Son ejemplos el consumo de múltiples medicamentos, la ingesta excesiva de alcohol, la inactividad física, una mala alimentación, un calzado inadecuado y las conductas de riesgo. Está bien documentado en la literatura que los adultos mayores que toman cuatro o más medicamentos prescritos, con independencia del tipo, corren un riesgo significativamente mayor de sufrir caídas (Campbell, Borrie y Spears, 1989). En concreto, las benzodiacepinas (p. ej., sedantes y somníferos, antidepresivos y ansiolíticos) se asocian mucho con un mayor riesgo de caídas de los adultos mayores (Leipzig, Cumming y Tinetti, 1999a). El efecto de la medicación específicamente sobre el equilibrio y la movilidad, y sobre las caídas en general, se aborda con gran detalle en una sección posterior de este capítulo. Cantidades inadecuadas de actividad física, junto con una alimentación deficiente, ciertamente exacerban los cambios asociados con la edad que experimentan los ancianos al tiempo que también elevan el riesgo de sufrir caídas. La práctica habitual de actividad física (30 minutos de actividad casi todos los días de la semana) no sólo es importante para mantener la fuerza muscular, la capacidad aeróbica, la flexibilidad y el equilibrio, sino que también es crítica para mantener una buena función cognitiva (Nelson y otros, 2007). De forma similar, seguir una dieta equilibrada es parte integral de la salud del cuerpo y la mente. Llevar calzado inapropiado también constituye un factor de riesgo de la conducta de sufrir caídas. Con demasiada frecuencia, los adultos mayores prestan poca atención a lo que llevan en los pies y, como resultado, son propensos a resbalones y tropezones. Se evitará el calzado de tacón alto, los zapatos con suelas muy blandas o resbaladizas, o el calzado mal ajustado que no sujete bien el tobillo (Lord, Sherrington, Menz y Close, 2007).

       Factores de riesgo sociales y económicos

      Aunque no vinculados directamente con un aumento del riesgo de caídas, una renta baja, un nivel bajo de estudios y la falta de redes de respaldo social o de acceso a servicios sanitarios o sociales aumentan el riesgo de que los adultos mayores sufran enfermedades crónicas que acrecienten el riesgo de sufrir caídas. El vivir en desventaja social, académica y económica también influye negativamente en la salud física y la alimentación de los adultos mayores, así como en la capacidad para beneficiarse del material divulgativo sobre temas de salud y caídas.

      La buena noticia es que muchos de estos factores de riesgo son modificables. Cambios modestos en la seguridad del hogar (p. ej., instalación de pasamanos en el cuarto de baño, despliegue de luces nocturnas por pasillos oscuros, eliminación de objetos innecesarios) reduce significativamente el riesgo general de caídas de los adultos mayores (véase la figura 2.2). También se ha identificado la debilidad muscular, así como el deterioro del equilibrio y la marcha, como un factor de riesgo biológico que mejora significativamente con una intervención específica. De hecho, muchas de las actividades de equilibrio y movilidad introducidas en la segunda parte de esta guía para profesores están pensadas para los factores de riesgo biológicos y de la conducta que contribuyen a las caídas y lesiones asociadas con caídas entre los adultos mayores.

      A una gran proporción de adultos mayores inscritos en el programa FallProof ya se les ha diagnosticado una o más enfermedades crónicas que influirán en su capacidad para ejecutar ciertas actividades de equilibrio y movilidad. Aunque el grado de afectación del rendimiento variará en función del tipo y gravedad de la enfermedad, familiarízate con los signos y síntomas de las enfermedades más corrientes para eliminar o adaptar las actividades de equilibrio y movilidad que podrían estar contraindicadas o ser nocivas para los participantes. Esta sección se dedica a exponer las enfermedades que se pueden observar en los participantes adultos mayores. Las enfermedades expuestas son: accidente cerebrovascular, artritis, osteoporosis, enfermedad de Parkinson, diabetes y disfunción vestibular. También se hablará de las consideraciones que hay que tener en cuenta cuando algún participante se haya sometido a cirugía de sustitución articular.

       Accidente cerebrovascular

      Infarto. Muerte de las neuronas del área del cerebro que resulta privada de riego sanguíneo tras un accidente cerebrovascular.

      Isquemia transitoria. El producto de la interrupción temporal del riego sanguíneo al encéfalo.

      Cuando una persona sufre un accidente cerebrovascular (ictus) es porque ha sucedido una de dos cosas posibles: o se ha bloqueado un vaso sanguíneo del encéfalo, o el cerebro ha sufrido una hemorragia (se ha roto una pared vascular). La pérdida de riego sanguíneo que acompaña a cualquiera de estos procesos provoca un infarto en el área que irrigaba el vaso sanguíneo


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